CAPÍTULO 17
Están destrozando la casa mi hermano. Hay gritos y jadeos de dioses furiosos en plena lucha. Pero a pesar del ruido me siento aturdida, mareada, como si no estuviera allí realmente. Me aferro al barandal al bajar.
¿Dante fue capaz de mentirme con una cosa así en su lecho de muerte? ¿Por qué Amenadiel no lo negó? ¿Por qué Dante se entregaría a mí por él? Ahora empiezo a comprender la desesperación de Amenadiel al principio para que no matara a Dante. Ahora entiendo por qué me regaló una fantas&i
CAPÍTULO 18Degollados. El césped manchado de sangre. Dioses asesinándose los uno a los otros con tal magnitud que presiento que abra muchas almas en el Inframundo a las cuales recibir. La violenta masacre entre dioses del Olimpo que están a favor y en contra del mandato de Zeus. Es una situación que no se ha visto en años.Con las dagas profanadas de Darla apuñalo a los que son parte del ejército de Zeus gracias a varias diosas más. A varias de estas les falta algún brazo o se han quedado ciegas de un hijo. Típico castigo de un dios injusto. CAPÍTULO 19.Una hora después del comienzo de un desastre, Aria se ha aislado en una de las habitaciones de la mansiónVoelklein. Cae el atardecer y todos los cuerpos divinos se esfuman deljardín, como si nada hubiera pasado.Son seres que no pertenecen al plano terrenal.Cabe mencionar que cuando un dios muere, su cuerpo y alma al ser Capítulo diecinueve
CAPÍTULO 20Amenadiel realmente estaba entusiasmado por seguirme a donde sea y lo entendí al ver sus ojos brillantes ante su insistencia por venir conmigo al Inframundo. Tragué con fuerza. Menee la cabeza, confundida.Estaba descolocada. Ningún hombre había sido capaz de seguirme a cualquier sitio, incluso bajo los efectos del vino de cupido.Entonces comprendí que él realmente me amaba como sus palabras lo pronunciaban. Alguien así, tan seguro de ir contigo hasta el fin de mundo, no debe perderse.—¿Renunciarías a tu sangre celestial por mí? —le pregunto con un hilo de voz, acongojada.—Renuncié al cielo para perderme en el infierno por ti desde el día en que te conocí. Supe allí que estaba perdidamente jodido, Aria.Tomo ambos lados de su rostro y sello lo que siento estampando mis labios co
CAPÍTULO 21El sueño no vino a mí como tanto hubiese deseado en un día difícil como aquel. Amenadiel descansó por varias horas, recostado en la cama junto a mí.Quería acompañarme en aquel desvelo quedándose sentado con almohadas en su espalda, pero el sueño le ganó y terminó dormido con los brazos cruzados y la cabeza agachada.El amanecer daba comienzo en la habitación de invitados de mi hermano. Tenía el cuerpo entumecido, aún me dolía horrores la nariz y el tajo en el brazo no paraba palpitarme.Había vivido demasiadas cosas en tan poco tiempo.La muerte de mi primer primogénito no había dolido demasiado porque no había logrado obtener una conexión con él. O ella. Pero me afecta saber que mi primer hijo fue un alma que se instaló en mi vientre y como lo hizo se marchó, volviéndose efímero en un destino cruel.Conoció lo que era dejar de existir antes de que yo lo supiera.Vino para m
CAPÍTULO 22De pronto estaba envuelta en un mareo de confusiones y tratando de ir a respuestas sencillas que me hicieran saber QUÉ DEMONIOS HACIA DANTE DE NUEVO EN LA PUTA TIERRA.Zeus está muerto sobre mis pies descalzos, su carne fría comienza a helarme. Me aparto, con una mezcla de terror y asco. Amenadiel se despierta tomando una bocana de aire como si hubiese salido a la superficie de un profundo mar.Salta de la cama e intenta recobrar el aliento. Seguro quedó dormido bajo algún hechizo del dios del trueno.Dante clava sus ojos en los míos. Su pecho sube y baja, agitado. No sé si tenerle miedo o volver a asesinarlo. Pero a la vez, tengo ganas de darle una palmada en el hombro por haberme salvado del idiota de su padre.Tiene el torso desnudo y las heridas aún sin cerrar de las puñaladas que le di hace tan solo horas. Ver como estas resaltaban en un rojo carne me daban ganas de apartar la vista.<
CAPÍTULO 23Los mensajeros se ocuparon de enviar cartas oficiales a cada uno de los dioses y a sus hijos. La conmoción mundial había desatado millones de versiones sobre por qué Dante había asesinado a su padre.Si bien Zeus había tenido hijos, ninguno cometería esa locura. Algo se había roto entre los inmortales, desatando la preocupación e incluso la desesperación por saber quién reinaría a los vivos.Yo fui la única testigo mientras Amenadiel dormía cuando Dante asesinó a Zeus. Yo fui la única interrogada e incluso acusada por la participación, la cual Dante descartó haciéndose responsable de los hechos.Ahora el Olimpo estaba de luto y si no hacías ruido, podías escuchar el grito y llanto de las dioses y musas que adornaban el cielo. El único hombre que las había poseído en cuerpo y alma ahora se encontraba entre las llamadas de un eterno anochecer.Pero no fue eso lo que me descolocó del todo. El vaso desbordó en mí en
Capítulo 24Me doy una ducha larga en uno de los baños de la casa. Estoy intranquila. Deseo de todo corazón que Dante y Amenadiel no se estén matando en la misma habitación. No tengo un buen presentimiento.No lo tengo desde que la idea de Dante para que los tres seamos quienes estén entre las nubes no me ha parecido tan descabellada. Pero no lo quiero cerca, aún sigo lastimada, triste porque ya no le tengo confianza.Lo que construimos se acabó.Lo que alguna vez tuvimos se marchitó.Tocan la puerta del baño.—Está ocupado —anuncio enrollando una toalla en mi cabeza mientras me pongo de pie en la tina.Abren la puerta de todas formas. No me molesto en cubrir mi desnudes en cuanto Dante ingresa. El vapor del pequeño cuarto sube hasta el techo. El ambiente es una mezcla de luz amarillenta con vapor y olor a rosas.—¿No podías esperar a que salga de bañarme? —j
CAPÍTULO 25Llego a la cocina y me encuentro aAmenadielsentado en la isla de su cocina mientras come un enorme sándwich caliente. Está tan concentrado comiendo que apenas nota que cruzo el umbral. Me apoyo en el marco mientras me cruzo de brazos.Verlo es un placer visual.Tiene una sudadera gris y en ellas aparece el logo de los leones rugiendo de la universidad de Chicago. Lleva la capucha puesta. Me acerco y se percata de mi presencia. Me hace una mueca parecida a una sonrisa mientras mastica.—Me besó —le confieso con gran timidez, sentándome al otro lado de la isla.Enarca una ceja y asiente lentamente. Traga.—A mí también —me responde con voz ronca, incomodo.Mierda.—¿Sentiste algo? —clava sus ojos en los míos cuando suelta aquella pregunta inesperada.