Rachel
Me lleva varios minutos recapacitar y darme cuenta que estoy en medio de la calle, actuando como una hormonal adolescente por el beso tan húmedo, suave y muy corto que me han dado en toda mi vida. No puedo negarlo, he quedado muy picada, antojada de sentir más de esa suavidad y sabor que tienen sus labios.Maldita sea.Maldita la hora en que me he dejado llevar por la calentura del momento y no pensar con la cabeza. ¿Pero cómo le digo que no a alguien tan jodidamente sexy como lo es él?.Diane y Mara siguen burlándose de mi tan mala suerte, mientras veo su auto de último modelo perderse en el tráfico de la tarde.Me la vas a pagar, ternurita. Esto no se va a quedar así.—¡No puedo más, me duele la barriga de tanto reírme! — exclama Diane, doblándose y tocándose el vientre —. Eso ha sidoAxelBebo el trago de golpe y me apresuro a sacar las llaves de mi auto. No puedo estar más en este lugar, no se supone que deban de ser de esta manera las cosas. Se suponía que ella estaría a mis pies al otro día, pidiéndome por más, pero su frialdad me hizo dar gigantes pasos hacia atrás. Ahora bien, venir a verla bailar solo hace que el deseo aumente y persista con fuerza. Ella no tiene idea de lo mucho que me abstengo en decir lo que realmente pienso. Ella no se imagina que este deseo me está quemando como nunca.Miss Blum es una tentación muy grande, una la cual me está cobrando factura y muy caro. Han sido semanas tratando de negar lo evidente; me gusta y mucho, y a la vez me asusta que me guste de esta manera tan grande. Ella se ve una mujer ajena al compromiso, liberal, abierta, ¿y entonces por qué no pasar una noche a mi lado?.Quiero verla bailar as&ia
RachelLlego al camerino con una tonta risa al recordar ese atractivo y sexy rostro confundido y ganoso de más. Diane me atacó con miles de preguntas en cuanto me vio y no tuve de otra que contarle lo que sucedió en el privado hace unos minutos atrás.Diane me observa divertida, con esa expresión en sus ojos de que me atacará sin compasión.—El chico te está gustando más de lo que debería, Rachel, a mí no me lo puedes negar — sonríe maliciosamente —. ¡Joder, mil veces joder! ¡Sí te gusta! Bueno, es que está bien bueno el condenado chiquillo.—Me gusta y también me gustaría disfrutarlo, pero no sé si debería.—¿Por qué
Al entrar al salón, una media hora antes de que la clase inicie me llevo la gran sorpresa de ver un paquete mediano encima del escritorio. Frunzo el ceño sin despegar mis ojos de tan llamativa bolsa roja con lazos dorados y me quedo totalmente quieta, deteniéndome frente a ella. ¿Quién ha puesto esto aquí? ¿Para quién será esto? ¿Será para mí? Me pregunto, observando detenidamente el salón aun vacío. Ladeo la cabeza y alcanzo la pequeña nota que cuelga del paquete.“Lo que hay en el interior del paquete no es para ti, es un detalle para ella. Para mantenerla bien hidratada para mí, Miss Blum. Úsalo.”Suelto una risita imaginándome miles de cosas pervertidas dentro de la bolsa, pero me quedé sin palabras al sacar una tanga de encaje negro, con un pequeño aparato de color rosa en la zona vaginal.
Camino con dificultad por los pasillos de la universidad hasta llegar al baño de los profesores. Tuve gran suerte de no toparme con nadie, o sino ya estuviese muerta de vergüenza. Maldito Axel, cómo es que se le ocurre hacerme esto en medio de la clase. Pero más tonta soy yo por haberlo dejado quitarme los pantis con suma facilidad. Entro al cubículo y apoyo mi espalda en la puerta, con la respiración agitada y el cuerpo sudoroso.Sí él está en el salón, ¿entonces por qué aún persisten las fuertes vibraciones en mi vagina? Cierro los ojos y cubro mi boca para ahogar un gemido. Se siente bien esta prenda, eso no se lo puedo negar, pero estoy en la universidad. Se supone que debo estar trabajando y no pensando en como hacer para masturbarme en el baño de profesores.Subo mi vestido y presiono con la yema de mis dedos mi clítoris. La vibración se intensifica y ten
AxelHan pasado dos semanas desde aquella única vez en que sentí su cuerpo, su suave piel, su delirante calor interno que me derritió en el baño de la universidad, y no puedo mentir, el deseo que siento por Rachel se ha convertido en una jodida necesidad ahora. Ha estado actuando muy distante, como si estuviera huyendo de mí. Solo nos vemos en las clases ya que en la barra no ha vuelto a bailar y, los mensajes me los responde cada cierto tiempo diciéndome que todo está bien. No le creo, algo pasa, lo sé.Salgo de la universidad, en lo que el entrenamiento de rugby termina tras recibir un mensaje de mi padre diciendo que necesita verme con suma urgencia en su empresa. No sé a qué se debe ese llamado tan repentino, ya que llevo como unos tres meses que no sabia nada de él y de la plástica noviecita que se consig
Rachel me ofrece una copa de whisky, conduciéndome a la amplia cocina del apartamento, explicándome no sé qué cosas y que, por culpa de su trasero, que se mueve tan sensual de arriba abajo, me está causando gran distracción a sus palabras. Ese vestido le queda como una segunda piel. Le resalta su hermoso cuerpo de una manera que solo me dan ganas de arrancárselo y hacerla mía sin contemplaciones y hasta el amanecer.Rachel saca una botella del refrigerador y dos copas, dejando todo junto encima de la isla.—¿Vives sola? Creí que vivías con tu hermana — deja de servir las copas y me ve con una sonrisa ladeada.—¿No me has puesto atención a lo que he hablado, Axel? — niego, encogiéndome de hombros —. Lo supuse. Este apartamento es de Di
RachelLe sigo ese ardiente beso que me está dando Axel, hasta que nuestros pulmones empiezan a exigir aire, pero es que su lengua y la humedad de la misma es tan atrapante, que no puedo dejar de besarlo y tampoco quiero despegarme de sus labios. Culmina nuestro beso con una mordida en mi labio inferior, y nos quedamos viéndonos fijamente a los ojos. Los dos lo queremos, nuestros cuerpos se llaman mutuamente. Este deseo que sentimos el uno por el otro es muy fuerte.Las palabras están demás, así que vuelvo a besarlo y mis manos actúan con rapidez, quitando su chaqueta cuanto antes de su cuerpo. Sus manos recorren mi espalda desnuda, de arriba abajo y apretándome contra su cuerpo. Nos separamos necesariamente para deshacerme de su camisa y me doy el magnífico gusto de ver y palpar con detenimiento ese pecho tan bien definido que tiene. Cada uno de sus músculos se tensan bajo mis manos, y muerdo mi labio infe
—¡Hey bailarina! ¡A dónde crees que vas! — grita Axel —. ¿Piensas dejarme así? — enfatiza.—Debo ir a casa — arreglo un poco mi cabello a lo que subo al ascensor y se me queda viendo perplejo, aun desnudo —. Cierra la puerta antes de salir, por favor, ternurita.—¿Qué? ¿Espera? — sonrío, y las puertas del ascensor se cierran justamente cuando él emprende un camino hacia mí, cubriendo su virilidad con sus manos —. ¡Rachel! ¡espérate!.Ya después le daré una disculpa por irme así tan de repente, pero por ahora está mi madre antes que todo. A decir verdad, jamás debí dejarla sola en el hospital con mi papá, por más que ella me insistiera que tomara un buen descanso y pensara en otras cosas que no sea por todo lo que estamos atravesan