Hogar

—Detente, ¿quieres? —suplica con voz entre cortada—. A la próxima te atenderé primero, antes de sacarte de la casa.

—¿Qué pasa? ¿No aguantas?.

No voy a negar que frotarlo me tiene caliente, y más con los gruñidos y gestos tan tiernos que hace.

—No seas mala, mujer. Nos vamos a accidentar por tu culpa —aprieta fuerte el volante, poniendo una expresión muy erótica en el rostro—. Por Dios, bailarina.

Sigo frotando mi mano por encima de la tela. Su miembro está muy erecto, pues el pantalón se le ve como lo estruja cada vez más. ¿Sería muy peligroso si le práctico sexo mientras conduce? Tan solo de pensarlo la piel se me pone de gallina y mis bragas se humedece. Y todo esto se lo atribuyo al embarazo, ya que el deseo que siento por Axel es muy grande. No puedo parar de amarlo.

Mi risa lo contagia, hasta que uno de los bebés me patea, obligándome a frenar todo movimiento de mi mano.

Sentirlos como se mueven dentro de mí es una emoción muy grande.

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