P.O.V. Adriano. —¿Quién es Marsella? —Su pregunta me llama la atención. Bajo mi vista, hacia mi mano que sostiene la suya, donde veo ese nombre grabado sobre mi piel. Suelto su mano, apartándola lo más lejos posible y jalando la manga de mi camisa para ocultarlo.Giró de nuevo mi rostro hacia la ventana, intentando no hablar de eso. Ya que ese nombre le causa mucho dolor a mi corazón y me resulta difícil hablar de ella, así que, poniendo esa actitud, espero que a Mia se le olvide o que por lo menos se dé cuenta de que no quiero hablar de eso y no me pregunte más. —Contéstame, Adriano —habla de nuevo y cierro los ojos, porque por más esperanzas que haya tenido en que no me preguntara, es prácticamente imposible hacer que una mujer omita el tema.Giro de nuevo mi rostro, mirándola a ella, viendo la expresión seria y molesta que tiene. Bajo la mirada; de nuevo a mi mano, parto la tela viendo ese nombre nuevamente. —Marsella fue el nombre que le puse a mi hija no nacida —declaró, pasa
P.O.V. Mia Me sentí mal por preguntarle eso a Adriano, ese tema tan delicado, pero también mis celos me cegaron y cómo no, si él es un hombre tan atractivo que sé muy bien que ha tenido más de una docena de mujeres en su cama. Mientras que yo solo he llegado a duras penas a uno y eso fue en el preescolar cuando Timoteo me robó un beso, pero tan solo teníamos nueve años; no creo que eso cuente como un hombre. Pero bueno, debo de calmar esos celos enfermizos. Él baja del auto y me ofrece su mano, la cual tomo para bajar también. Al salir del vehículo, mi vista se encuentra con una enorme y lujosa mansión de color blanco; su fachada parece una casa rústica del siglo XVIII, aunque con muchos retoques más modernos. —¿Te gusta? —me preguntó Adriano al ver que me he quedado muy callada. —Sí, es muy linda —respondí. —¿De quién es? —indagó para saber por qué me trajo aquí. —Es de… No termina de hablar cuando una voz en el fondo nos llama la atención. —¡Hola, hijo! —se escucha
P.O.V. AdrianoMe encuentro completamente fascinado y satisfecho por cómo se ha defendido mi linda Mia de los ataques de mi padre. Sabía que sería difícil, ya que a mi padre no le gusta para nada que desobedezcan sus reglas y que hagan que se vea como un tonto; sin embargo, no estaré al lado de esa rubia que, tal y como mi rojita dijo, puede matarme en cualquier momento tan solo para vengarse de su padre y del mío.Aunque ahora se haga la loca de que me ama, no me creo ni media palabra. Bueno, dejo de pensar en eso y después hablaré con mi padre porque no dejaré que se burle de mi futura esposa, aunque ahora tengo algo más importante que hacer y es que nunca lo he hecho con ninguna otra, pero siempre es la primera vez para todo. Minutos después de haber salido de la residencia de mis padres, Max ha detenido el auto donde le había dicho horas antes de salir de mi casa. Mis hombres bajan rápido rodeando el lugar.—Me trajiste al cine —voltea Mia a verme sorprendida. —Sí, espero que
P.O.V. Adriano (Semanas después) La relación entre Mia y yo ha mejorado bastante; mi rojita se ha ganado mi confianza totalmente. Las heridas que me causó se han ido curando poco a poco y más debido a sus mimos que me ha dado estas semanas. Nos la hemos pasado muy bien; nuestras noches son fogosas, cálidas y muy candentes. Desayunamos, comemos y cenamos juntos. Salimos a diferentes lugares; la semana pasada fuimos al cine. Tuve que comprar todos los boletos de esa noche para que nadie nos molestara. Mi rojita quería ver una película que se llama Barbie; admito que no es mi gusto, aunque ese día fue muy especial. No miramos mucho la película, ya que hace semanas atrás tuvimos un momento candente en ese cine; al regresar de nuevo a esa sala no nos pudimos contener y terminamos de nuevo exhaustos con los cuerpos sudados en el piso de esa sala. Cuando regresamos tomamos un baño caliente y fue de demasiada ayuda para nuestros cuerpos cansados por estar horas tirados en ese piso. .
Me pasé la noche en vela pensando en todos los peores escenarios que le pudieron pasar a mi hija. Le marqué a su teléfono, pero está apagado y eso solo ocasiona que mis nervios se hagan cada vez más fuertes y mi desesperación crezca cada vez más. —Cariño, descansa y ya deja de morderte las uñas porque a este paso te vas a comer hasta la cutícula —me habla mi esposo. Al oír lo que me ha dicho, miro mis uñas que están totalmente roídas y en mal estado. —No puedo hacerlo, cariño, no dejo de pensar en lo que me pudo pasar a nuestra hija —digo—. Qué tal y un loco se metió y la mató. O si la atropellaron y en este momento está herida —mencionó con miedo y horror al pensar eso. —No pienses en eso, Mia, está bien, si le hubiera pasado algo ya nos hubiéramos enterado y no creo que alguien se haya metido a la casa. Observa que todo está en orden y no falta nada. —Intenta tranquilizarme, pero es en vano, sigo muy alterada. —Llamaré a la escuela, quizá ellos saben algo. —Ignoro lo que
P.O.V. Tania. Me encuentro satisfecha, feliz y sintiéndome muy orgullosa de mi misma al oír cómo a través de la línea mi tía ha caído desmayada, o eso creo porque se escuche un fuerte golpe acompañado del grito de su esposo. —¡Tío! —lo llamó fingiendo preocupación, pero nadie me contesta—. Tío —vuelvo a llamarlo, pero nada hasta que empiezo a oír a través de la línea la respiración agitada de alguien. —Gracias, Tani, por avisarnos de lo que pasa, pero tengo que dejarte; mi esposa se acaba de desmayar; el golpe fue algo fuerte porque le está saliendo sangre de la cabeza y la nariz —me comunica ese hombre con mucha preocupación. —No se preocupe tío entiendo, pero lo siento por lo que acaba de pasar creo que no debí decir nada. —No te suenas culpable Tani —dijo el hombre. —Si me siento culpable, pero llevé a mi tía al hospital ella es más importante —propongo para mostrar preocupación a la vez para dejar de hablar. —Sí, y si ves a Mia, dile que regrese, que queremos hablar
No quiero hablar con esa maldita rubia falsa, zorra despreciable, pero al oír que es algo de mi madre y debido al terrible sueño que tuve, me convence. —En un momento regreso —le digo a la madre de Adriano. —Está bien, aquí te espero, querida —me responde la mujer con una voz muy amable. Me traslado hasta llegar a la sala donde veo el teléfono encima de la mesa, me acerco hasta tomarlo en mi mano y colocarlo en mi oído. Espero un momento antes de hablar y cuando estoy lista empiezo… —Espero que sea verdad y no sea una de tus artimañas —omito toda formalidad con ella. —Buenos días, prima, que espero que estés bien. ¿Y ya se te olvidaron los buenos modales, o qué? —protestó con una voz que para mí suena tan falsa. —Ya, Tania, deja el cinismo y habla de una vez —la regaño porque odio sus juegos. —Que carácter la que debería de estar molesta soy yo despues de tu pésimo comportamiento. —Tania es tu última oportunidad antes de que finalice la llamada —le advierto. —Uh que
P.O.V. Tania No dejo de morderme las uñas; me encuentro muy nerviosa. No sé si esa zorra me creyó, solo espero que sí, o mi plan se vendrá abajo: la puerta de mi habitación. De repente, entrando el hombre que se ha vuelto mi más fiel aliado, diría que mano derecha. —Espero que sean buenas noticias —digo impaciente. —Lo son, señora, la zorra roja salió de su madriguera —me dice en clave, pero sé perfectamente qué significa. Sonrió de oreja a oreja al oír esas noticias que son música para mis oídos. —Informa al equipo que esté listo en el puente subterráneo; no quiero que la dejen con vida y que de paso me traigan un recuerdito —ordenó con malicia. —Pero hay un problema, señora —añade el hombre apagando mi felicidad. —¿Cuál? —preguntó por qué al ver su expresión debe de ser algo importante. —La madre de la bestia va con ella y si llevamos a cabo las órdenes que me dijo, me temo que también tendremos que… —Mátala —lo interrumpo—. No me importa que esa anciana moribunda s