P.O.V. Tania No dejo de morderme las uñas; me encuentro muy nerviosa. No sé si esa zorra me creyó, solo espero que sí, o mi plan se vendrá abajo: la puerta de mi habitación. De repente, entrando el hombre que se ha vuelto mi más fiel aliado, diría que mano derecha. —Espero que sean buenas noticias —digo impaciente. —Lo son, señora, la zorra roja salió de su madriguera —me dice en clave, pero sé perfectamente qué significa. Sonrió de oreja a oreja al oír esas noticias que son música para mis oídos. —Informa al equipo que esté listo en el puente subterráneo; no quiero que la dejen con vida y que de paso me traigan un recuerdito —ordenó con malicia. —Pero hay un problema, señora —añade el hombre apagando mi felicidad. —¿Cuál? —preguntó por qué al ver su expresión debe de ser algo importante. —La madre de la bestia va con ella y si llevamos a cabo las órdenes que me dijo, me temo que también tendremos que… —Mátala —lo interrumpo—. No me importa que esa anciana moribunda s
P.O. V. Adriano Me he quedado helado al oír lo que Max me acaba de decir. —¿Qué estás diciendo? —preguntó muy impactado. —Lo que escucha, señor, me acaba de llamar una persona anónima diciéndome que su mujer y su madre serían asesinadas —me explica Max con cierta preocupación en su voz. Me quedo pensando en si eso será verdad o si será una trampa, porque si alguien desconocido le llamó, es realmente extraño, pero al escuchar las detonaciones, el silencio y el grito desgarrador de Mia, me queda claro que lo que me está diciendo es real. —¿Sabes dónde se llevará a cabo eso? —indagó y él me asiente con la cabeza. Veo una última vez la pantalla de mi móvil, que aún sigue con la llamada, pero no se escucha nada, solo silencio y algunos ruidos muy a lo lejos—. Andando. Sin terminar la llamada, me voy con él hasta llegar a la entrada, donde rápido mis hombres se reincorporan subiendo a los vehículos. No me despido de mi socio; tengo algo más importante que hacer. Entró al auto oscuro,
P.O.V. Bastian Me sigue pareciendo sorprendente cómo, a pesar de los años, Adriano no tenga ni la más mínima idea de lo que su padre me dio a cambio de no tener represalias contra ellos; sin embargo, yo prometí no decirle nada. Ese es asunto de Félix Borbón. —Cuéntanos lo que sucedió cuando tú llegaste. —Adriano se dirige a mí. —No fue mucho, pero les diré: cuando llegué al lugar, el auto de la señora Borbón ya estaba volcado; solo quedaban dos hombres juntos al auto que estaban preparando sus armas para dispararle a la señora Nadia. Oí, cuando ella les rogaba que no la mataran, pero no le hacían caso, así que, junto con mis hombres, actuamos rápido y los matamos. Me acerqué al carro, ayudando a salir a su madre; ella se encontraba en shock y muy aterrada, no podía caminar. Yo la llevé a un lugar apartado de todo ese caos. Intentando calmarla, le pregunté por Mía. Me dijo que se la llevaron. Lo repetía varias veces sin cesar y constantemente —digo recordando cada detalle—. En e
P.O. V. Adriano. —¿Hermano? Yo no tengo ningún hermano —declaró con una voz sorprendida y es que no puedo creer lo que estoy oyendo.Miro con atención a mi madre, que tiene un moretón en el rostro debido al impacto del auto. —Creo que ya es momento de que lo sepas —deja salir un respiro y empieza a hablar—. Cuando me enteré de que estaba embarazada, estaba muy feliz y contenta; al inicio pensé que nada más era un bebé, pero en los ultrasonidos vieron que eran dos bebés. Tu padre y yo estábamos encantados; era una bendición muy grande y especial. Esperábamos con ansias su llegada. Cuando el día llegó, fui sometida a una cesárea para no correr ningún riesgo. Los vi nacer a los dos. Tú, Adriano, fuiste el primero; eras hermoso y segundos después nació tu hermano, pero a diferencia de ti, a él no me lo dejaron ver de inmediato. Se lo llevaron para examinarlo. Yo me quedé asustada por ver cómo los doctores se apresuraban, corriendo de un lado a otro. Yo preguntaba qué pasaba; sin embarg
P.O.V. Mia Comienzo a abrir los ojos; mi vista se torna un tanto borrosa y muy poco clara. Cierro de nuevo mis ojos, esperando que eso me ayude; al volverlos a abrir, mi vista ha mejorado bastante. Encontrándome con un techo que me resulta desconocido, eso me asusta y me levanto repentinamente, causando que un fuerte dolor en mi cabeza haga que regrese a mi posición inicial. Coloco mi mano en la zona donde proviene el dolor y los recuerdos llegan a mi mente como una oleada chocando contra mi cabeza. Ver cómo me encontraba hablando con Adriano cuando el chofer entró en ese tuner subterráneo y Justo cuando le iba a contar sobre mi sospecha de embarazo el auto se volcó y me golpeé la cabeza fue mi último recuerdo. Así que ahora con más cuidado giro mi vista hacia otra dirección, intentando comprender dónde me encuentro; aun así, el resultado sigue siendo el mismo: no reconozco nada. Muevo nuevamente mi vista hacia el otro extremo, donde me detengo al ver a un hombre sentado junt
Mi pregunta no ha sido contestada, pero ver esa sonrisa que hace que me dé escalofríos me da la respuesta que sé que no será para nada buena; sin embargo, esperaré a que él me conteste porque, quiera o no, su respuesta me causa curiosidad.—No sería mala idea lo que me sugieres —dijo—. No obstante, tengo otros planes mucho mejores para ti. —Al terminar de hablar, me vuelve a sonreír de esa misma manera coqueta que le había visto a Adriano cuando estaba coqueteándome.Se me ocurre algo; sé que es muy arriesgado, pero viendo su temperamento tan volátil como el de su hermano, lo usaré para ver sus intenciones. —Tú me secuestraste para enamorarme de ti —declaró tan directamente.—Mmm, ahora que lo dices… —Su contestación me ha tomado por sorpresa; creí que eso me daría una vista, pero no, todo lo contrario. Se acerca a mí en su silla de ruedas hasta quedar a pocos centímetros de mí, lo suficiente para tocar mi pierna, pero no termina la frase; solo veo cómo me ve con detenimiento, embob
P.O.V. AlexanderSalí de esa habitacion y regresé a la sala, maldiciendo en mi interior por el comportamiento de esa mujer, me hace enojar que sea o finja ser una damisela en apuros que necesita que un hombre la salve. Supuse que Adriano, al ser el líder del imperio de ese hombre, sería más listo en escoger su compañera. Como Sara, ella sí era una mujer decidida; sabía perfectamente lo que era formar parte de este mundo, así que no era una niña miedosa esperando escapar. Aunque no la culpo, también ha sido mi culpa por jugar de esa manera y es que admito que es linda, tierna, lo que quizá todo hombre trastornado quisiera; no obstante, conozco bien mi situación y las bastante fatídicas situaciones amorosas que he tenido y comprendo perfectamente bien que un lisiado como yo nunca encontrará a una mujer. Pero regresando a lo que realmente importa, no sé si fue lo correcto traerla. Maldigo entre dientes, esperando que nadie me escuche.—¿Estás molesto, verdad? —oigo la voz de Diago en
Espero con impaciencia la llegada de mi padre; subo y bajo la punta de mi pie debido a mi nerviosismo. La puerta se abre justo en el momento en el que iba a levantarme para irlo a buscar, pero ahora me calmo un poco. —Me llamaste, hijo —dijo mi padre. —Sí, siéntate, quiero hablar contigo —ordenó de manera seria. Él me ve bastante dudoso, intentando descifrar lo que pasa, pero al final camina hasta sentarse en una silla frente a mí. —Espero que no me llamaras para preguntarme por tu hermano; ya te dije todo lo que sé y no creas que estoy ocultándolo —responde, pero no me interesa hablar de él. —No es nada referente a él —aclaró. —¿Entonces qué ocurre? —pregunta, recargándose sobre el respaldo de la silla, sintiéndome más tranquilo al oír mi respuesta. —¿Qué le prometiste al señor Dubois para que dejara en paz a la familia con respecto a lo ocurrido con su hermana? —curioseó con tranquilidad, esperando leer su lenguaje corporal. Noto que rueda los ojos como si ese tema no