Espero con impaciencia la llegada de mi padre; subo y bajo la punta de mi pie debido a mi nerviosismo. La puerta se abre justo en el momento en el que iba a levantarme para irlo a buscar, pero ahora me calmo un poco. —Me llamaste, hijo —dijo mi padre. —Sí, siéntate, quiero hablar contigo —ordenó de manera seria. Él me ve bastante dudoso, intentando descifrar lo que pasa, pero al final camina hasta sentarse en una silla frente a mí. —Espero que no me llamaras para preguntarme por tu hermano; ya te dije todo lo que sé y no creas que estoy ocultándolo —responde, pero no me interesa hablar de él. —No es nada referente a él —aclaró. —¿Entonces qué ocurre? —pregunta, recargándose sobre el respaldo de la silla, sintiéndome más tranquilo al oír mi respuesta. —¿Qué le prometiste al señor Dubois para que dejara en paz a la familia con respecto a lo ocurrido con su hermana? —curioseó con tranquilidad, esperando leer su lenguaje corporal. Noto que rueda los ojos como si ese tema no
P.O.V. Mia Han pasado dos días desde la última plática con Alexander y pienso en las palabras que le he dicho, que me hacen sentir muy mal; me he comportado de una pésima forma y es que las cosas que he dicho no tienen sentido, todo lo dije por molesta. Además de que le he estado dando vueltas al asunto con respecto al atentado en mi contra y es más que obvio que esa rubia falsa planeó todo, pero ahora sí me las pagará. No soy mala persona, pero no dejaré que se salga con la suya. Así como mi abuelo extinguió a mi madre de toda la herencia familiar, es momento de hacer lo mismo con esa rubia y más sabiendo que tal vez alguien está creciendo en mi interior. No permitiré que le haga daño y, si logro convencer a Alexander que me ayude, terminaré con esa mujer. Estando completamente decidida, salgo de los confines de mi habitación, pasando por el pasillo en busca de ese hombre en silla de ruedas, y lo encuentro en la sala mirando hacia la ventana. Ese comportamiento me resulta ext
P.O.V. Alexander Los pasos de Mia se alejan cada vez más, al punto en el cual dejo de escucharlos y giro mi rostro para corroborar que se ha ido. Y es que me hace sentir bien contarle a alguien sobre lo que me ha pasado, aunque por lo visto, si subestime a esa pelirroja, es lista; sabe usar bien sus palabras. Solo espero que no sepa mis verdaderas intenciones. El único defecto que tiene es que, cuando el miedo la ciega, se vuelve tan indefensa como una oveja; a lo mejor, con el tiempo, puede aprender a controlarlo. Y si puedo decir que tengo a una cuñada decidida. Pero dejando eso a un lado, por una vez en mi vida alguien me ha dicho que realmente no quiero una esposa porque sería muy malo de mi parte sentenciar a mi hijo a pasar su vida en las mismas condiciones que yo: las terapias, las múltiples cirugías, los constantes dolores en las extremidades. Así que no puedo hacer eso con uno de mis hijos. Dejo de pensar en eso y salgo de la sala, empujando mi silla por los pasillo
—¿Qué es eso? —preguntó asustada a todos los que están en la habitacion. Pero no hay respuesta alguna hasta que veo cómo Smith habla en claves morse que no logro comprender a través del auricular que trae en su oído. Lo veo con atención, esperando a que me responda. —Señora, nos están atacando —me informa. —¡Qué! ¿Quién es el malnacido que se ha atrevido a eso? —indagó, esperando respuesta. —Me informan que son los hombres de la familia Borbon y… —Se detiene. —¿Y qué? —Y que han visto al señor Bastian Dubois acompañado de toda su gente. —Al terminar de hablar, me quedé en shock y a la vez lleno de rabia al escuchar que ese traidor se ha aliado con el asesino de su hermana. —¿No que tenías las cosas bien preparadas? —me regaña mi padre. —Cállate, no estoy para tus reclamos —digo enojada, fulminándolo con la mirada y él no me responde; volteo a ver a Smith—. Diles a los hombres que ataquen y que maten a Borbon y a Dubois. —Sí, señora. —Él asiente y veo cómo sale dispar
Ver el cuerpo despellejado de mi prima me causa muchos sentimientos encontrados, pero quizá todo se deba al embarazo, aunque me siento feliz de poder terminar con todo esto. —¿Te encuentras bien? —me pregunta Adriano, que está cerca de mí. —Sí —respondí mirándolo a esos bellos ojos azules grisáceos. Él coloca la palma de su mano en mi mejilla y siento de nuevo ese cálido tacto que tanto me conforta y me hace sentir bien protegida. —Creí que te había perdido —susurra para que nadie pueda escuchar cómo su voz se quiebra. —Tranquilo, aquí estoy y nunca nadie podrá separarnos. —Lo consuelo dándole un beso en los labios, el cual es correspondido de la misma manera. Me separo de él porque, debido al olor que hay en el aire, me causa un poco de asco y no quiero que él se entere. O, bueno, todavía no. Esperaré el momento indicado para decírselo—. Quiero que quemen esa casa y junto con todas las partes de mi prima trituren sus huesos hagan lo que sea pero que no quede rastro alguno.
P.O.V. Félix. Después de mucho tiempo por fin tengo nuevamente a ese hombre frente a mí; su mirada pasa por su madre y seguido de mí; qué rápido me fulmina con la mirada y no solo él, también siento la pesada mirada de su acompañante de ese traidor de mierda. En fin, dejo de tomarle tanta atención a eso y es que no puedo creer que yo pude engendrar a ese tipo. Estoy seguro de que si él salió así es por culpa de su madre, ya que mis genes están perfectamente bien; mi familia desde años ha permanecido en una de las sangres más puras de España. Debo de haber elegido mejor, pero en fin escucharé lo que hablarán. *** Mi mujer le contó lo mismo que yo le dije y, al enterarse de que fui yo el culpable de intentar deshacerme de él, su mirada se vuelve a posar en mí, pero ahora es más oscura, que casi se podría decir que veo en sus ojos una llama encendida que quieren que quemarme. Pero ni me inmuto ante eso porque no le tengo ni una pizca de miedo y continuó escuchando lo que hablan.
P.O.V. Alexander —¿Por qué no lo mataste de una buena vez para por fin ser felices? —escuchó los reclamos de Diago. Levanto la vista, viendo su mirada de disgusto enfocada en mí a través del espejo. —Lo quería hacer, pero ese hombre no se merece ni eso de mí y quiero dejar todo atrás, no quiero seguir mortificándome; yo deseo tener paz —digo con calma, mirándolo con tranquilidad. —Me alegra saber que eso es lo que busque; por lo menos ahora usted podrá enfocarse en algo mucho mejor, quizá… —Diago, no quiero hablar de eso; mejor enfoquémonos en expandirnos y hacerle nombre a mi apodo ahora que ya no tengo que esconderme de nadie —declaró con una sonrisa maliciosa, la cual es correspondida por mi guardaespaldas, y es que él sabe de mis planes. —Como diga Alexander —él asiente satisfecho por mis palabras. —Vámonos. El auto se pone en marcha y giro mi rostro viendo el paisaje pasar por la ventana. Dejo salir un suspiro, sintiendo un alivio como si un peso se liberara de
P.O.V. Bastian Después de encontrar a Nicola inconsciente con múltiples heridas en parte de su cuerpo, lo llevé al hospital más cercano, donde los doctores me dijeron que solo tenía algunas heridas en el cuerpo y que había sufrido varios choques eléctricos, pero sí estaría bien con un poco de descanso y con el transcurso de los días. Lo veo con atención, dándome cuenta de que una de sus manos se empieza a mover y sus ojos se abren. Lo observo que está todo golpeado y aturdido y empiezo a sintiéndome culpable por lo que le he hecho, ya que nuevamente siento que es culpa mía. —Hola, Nicola, ¿cómo estás? —le preguntó. —¿Dónde estoy? —indaga tocándose la frente. —Estás a salvo en un hospital. —¿Qué pasó?, ¿dónde está esa rubia y cómo es que llegué aquí? No recuerdo nada. —Yo te traje, te rescaté del lugar donde esa mujer te tenía y no te preocupes por Tania, ella y toda su familia están muertos —le cuento y él se asombra. —¿Pero cómo pasó eso? —Mia tomó venganza por in