—¿Qué es lo que dice, señora? —protesta Ned con una voz sorprendida. —¡Lo que escuchaste! —le digo molesta, acompañado de una mueca de dolor por la herida. —Sí, señora, sí la escuché, pero necesito tener más contexto para poder entender lo que me está diciendo —menciona Ned y su impertinencia me colma la paciencia, pero necesito de él para que me ayude. —Hoy tuve un pequeño percance y he tomado la decisión de quitar de una buena vez a mi prima del camino. —Pero si está consiente de que si el señor Borbón se da cuenta de lo que estamos tramando, nos cortará la cabeza a los dos —me pregunta con una voz bastante dudosa. —Claro que lo sé, pero no creas que soy tan idiota como para atacarla en este momento; esperaremos un poco a que todo esto se calme para llevar a cabo mi plan —digo con calma porque sé que si en este momento hiciera algo contra ella, sería lo muy obvio y lo mejor es esperar. —Oigo seguridad en su voz; dígame qué es lo que necesita. —Contrata sicarios decididos a
P.O.V. Adriano Me encuentro feliz de que mi linda Mia haya hecho eso con su prima; me ha demostrado que me ama y que no me lastimará. Así es momento de llevarla a un lugar especial. Aunque a la vez me siento un poco nervioso, ya que estoy completamente seguro de que esa rubia no se quedará de brazos cruzados, así que mejor momento para no estar aquí. Viendo el cuerpo de esta linda pelirroja, sonrió con malicia y me pongo de pie para no despertarla. Camino desnudo por la habitación hasta ponerme un pantalón que está tirado en el piso. Agarro la primera camisa que me encuentro y me aproximo hacia la puerta, abriéndola con mucho cuidado y cerrándola de igual forma. Al estar en el pasillo, camino directo hacia el balcón más cercano, donde la brisa fresca toca mi piel y mueve mi cabello. Un escalofrío recorre mi cuerpo, pero aun así me quedo aquí de pie. Saco el móvil de mi bolsillo buscando un número familiar. Lo posicioné en mi oído, esperando a que contesten. —Hola, buenos dí
P.O.V. Adriano. —¿Quién es Marsella? —Su pregunta me llama la atención. Bajo mi vista, hacia mi mano que sostiene la suya, donde veo ese nombre grabado sobre mi piel. Suelto su mano, apartándola lo más lejos posible y jalando la manga de mi camisa para ocultarlo.Giró de nuevo mi rostro hacia la ventana, intentando no hablar de eso. Ya que ese nombre le causa mucho dolor a mi corazón y me resulta difícil hablar de ella, así que, poniendo esa actitud, espero que a Mia se le olvide o que por lo menos se dé cuenta de que no quiero hablar de eso y no me pregunte más. —Contéstame, Adriano —habla de nuevo y cierro los ojos, porque por más esperanzas que haya tenido en que no me preguntara, es prácticamente imposible hacer que una mujer omita el tema.Giro de nuevo mi rostro, mirándola a ella, viendo la expresión seria y molesta que tiene. Bajo la mirada; de nuevo a mi mano, parto la tela viendo ese nombre nuevamente. —Marsella fue el nombre que le puse a mi hija no nacida —declaró, pasa
P.O.V. Mia Me sentí mal por preguntarle eso a Adriano, ese tema tan delicado, pero también mis celos me cegaron y cómo no, si él es un hombre tan atractivo que sé muy bien que ha tenido más de una docena de mujeres en su cama. Mientras que yo solo he llegado a duras penas a uno y eso fue en el preescolar cuando Timoteo me robó un beso, pero tan solo teníamos nueve años; no creo que eso cuente como un hombre. Pero bueno, debo de calmar esos celos enfermizos. Él baja del auto y me ofrece su mano, la cual tomo para bajar también. Al salir del vehículo, mi vista se encuentra con una enorme y lujosa mansión de color blanco; su fachada parece una casa rústica del siglo XVIII, aunque con muchos retoques más modernos. —¿Te gusta? —me preguntó Adriano al ver que me he quedado muy callada. —Sí, es muy linda —respondí. —¿De quién es? —indagó para saber por qué me trajo aquí. —Es de… No termina de hablar cuando una voz en el fondo nos llama la atención. —¡Hola, hijo! —se escucha
P.O.V. AdrianoMe encuentro completamente fascinado y satisfecho por cómo se ha defendido mi linda Mia de los ataques de mi padre. Sabía que sería difícil, ya que a mi padre no le gusta para nada que desobedezcan sus reglas y que hagan que se vea como un tonto; sin embargo, no estaré al lado de esa rubia que, tal y como mi rojita dijo, puede matarme en cualquier momento tan solo para vengarse de su padre y del mío.Aunque ahora se haga la loca de que me ama, no me creo ni media palabra. Bueno, dejo de pensar en eso y después hablaré con mi padre porque no dejaré que se burle de mi futura esposa, aunque ahora tengo algo más importante que hacer y es que nunca lo he hecho con ninguna otra, pero siempre es la primera vez para todo. Minutos después de haber salido de la residencia de mis padres, Max ha detenido el auto donde le había dicho horas antes de salir de mi casa. Mis hombres bajan rápido rodeando el lugar.—Me trajiste al cine —voltea Mia a verme sorprendida. —Sí, espero que
P.O.V. Adriano (Semanas después) La relación entre Mia y yo ha mejorado bastante; mi rojita se ha ganado mi confianza totalmente. Las heridas que me causó se han ido curando poco a poco y más debido a sus mimos que me ha dado estas semanas. Nos la hemos pasado muy bien; nuestras noches son fogosas, cálidas y muy candentes. Desayunamos, comemos y cenamos juntos. Salimos a diferentes lugares; la semana pasada fuimos al cine. Tuve que comprar todos los boletos de esa noche para que nadie nos molestara. Mi rojita quería ver una película que se llama Barbie; admito que no es mi gusto, aunque ese día fue muy especial. No miramos mucho la película, ya que hace semanas atrás tuvimos un momento candente en ese cine; al regresar de nuevo a esa sala no nos pudimos contener y terminamos de nuevo exhaustos con los cuerpos sudados en el piso de esa sala. Cuando regresamos tomamos un baño caliente y fue de demasiada ayuda para nuestros cuerpos cansados por estar horas tirados en ese piso. .
Me pasé la noche en vela pensando en todos los peores escenarios que le pudieron pasar a mi hija. Le marqué a su teléfono, pero está apagado y eso solo ocasiona que mis nervios se hagan cada vez más fuertes y mi desesperación crezca cada vez más. —Cariño, descansa y ya deja de morderte las uñas porque a este paso te vas a comer hasta la cutícula —me habla mi esposo. Al oír lo que me ha dicho, miro mis uñas que están totalmente roídas y en mal estado. —No puedo hacerlo, cariño, no dejo de pensar en lo que me pudo pasar a nuestra hija —digo—. Qué tal y un loco se metió y la mató. O si la atropellaron y en este momento está herida —mencionó con miedo y horror al pensar eso. —No pienses en eso, Mia, está bien, si le hubiera pasado algo ya nos hubiéramos enterado y no creo que alguien se haya metido a la casa. Observa que todo está en orden y no falta nada. —Intenta tranquilizarme, pero es en vano, sigo muy alterada. —Llamaré a la escuela, quizá ellos saben algo. —Ignoro lo que
P.O.V. Tania. Me encuentro satisfecha, feliz y sintiéndome muy orgullosa de mi misma al oír cómo a través de la línea mi tía ha caído desmayada, o eso creo porque se escuche un fuerte golpe acompañado del grito de su esposo. —¡Tío! —lo llamó fingiendo preocupación, pero nadie me contesta—. Tío —vuelvo a llamarlo, pero nada hasta que empiezo a oír a través de la línea la respiración agitada de alguien. —Gracias, Tani, por avisarnos de lo que pasa, pero tengo que dejarte; mi esposa se acaba de desmayar; el golpe fue algo fuerte porque le está saliendo sangre de la cabeza y la nariz —me comunica ese hombre con mucha preocupación. —No se preocupe tío entiendo, pero lo siento por lo que acaba de pasar creo que no debí decir nada. —No te suenas culpable Tani —dijo el hombre. —Si me siento culpable, pero llevé a mi tía al hospital ella es más importante —propongo para mostrar preocupación a la vez para dejar de hablar. —Sí, y si ves a Mia, dile que regrese, que queremos hablar