—Buena chica—expreso Mihai cuando Nadia coloco el cigarrillo entre sus labios y lo encendió con un mechero plateado que, de hecho, una de las muchas amantes de Mihai le había regalado. La verdad ya ni siquiera la recordaba, pero la carcasa del mechero era bastante elegante, digno de alguien como él, ademas de que tenía grabado su nombre. Dmitry observo la escena con cierta repugnancia, pero se vio obligado a quedarse hasta arreglar aquel asunto. —Así que has venido a matarla—dijo Mihai después de darle la primera calada al filtro del cigarrillo. Dmitry se quedó en silencio un instante y antes de responder, quiso ver el rostro de Nadia. Desgraciadamente, Nadia tenía la mirada agachada, pero era más que obvio que su rostro había perdido color, por lo que Dmitry dedujo que la confirmación que su propio esposo había pronunciado, le había helado la sangre. Dmitry asintió y sonrió de forma maliciosa. —¿Por qué no ir con la policía?—cuestionó sacando humo por sus fosas nasales y una vez q
Una luz cayó sobre los ojos de Nadia, por lo que no pudo distinguir nada a su alrededor. Cerro los ojos con fuerza, pero sin perder atención de lo que sucedía en su entorno. Escucho voces masculinas, pasos y sonidos como de agua corriendo, ademas de que el lugar apestaba a humedad y claro se sentía bastante frío, aunque no temblaba por la temperatura, sino porque no sabia que iba a suceder con ella, pero a esas alturas ya no le importaba del todo. Mihai la había traicionado, ella ya sabia que su esposo era un maldito desgraciado, pero a pesar de su terrible relación, si algo aún los había mantenido unidos, eso era la lealtad. Mihai no la había traicionado antes porque ella era su cómplice, ella sabia más secretos de los que a su esposo le hubiese gustado que supiera y quizás esa era una de las razones por las que la traicionaba, para deshacerse de ella sin tener que mover un dedo. Nadia estaba destrozada, pero incluso con esos sentimientos de decepción y desilusión, no podía ignorar
Dmitry solto un gemido, algo parecido a una risa seca y sin emociones. Lo que decia Nadia no tenia sentido ni logica. —Sabes— rompio el silencio— he escuchado todo tipo de mentiras en toda mi vida, pero nunca ninguna tonteria como la que acabas de decir. —Conoces bien a Mihai— respondio Nadia con una sonrisa maliciosa— tu eras lo unico que lo separaba de lo que el tanto ama, el dinero y aun asi no te dejo vivir ¿Porque lo haria? —Yo no tenia intenciones de volver—la contradijo Dmitry. —Pero hizo hasta lo imposible para matar a tu padre— respondio Nadia en seco. Hubo un silencio sepulcral, Dmitry no queria creerlo, pero las probabilidades eran altas. Si lo pensaba bien, su niñez no habia sido del todo alegre, si bien convivia con su padre, él era distante y algo frio, demasiado estricto y manipulador. Siempre que lo sermoneaba, solia sacar el tema del agradecimiento como si Dmitry le debiera algo y con esa historia fantasiosa que Nadia acaba de narrarle, muchas cosas tenian sent
Cuando Sarah despertó el sol ya iluminaba la habitación del hospital y claro, el sofá al lado de su cama estaba vacío y aunque no le sorprendió en lo absoluto, si se sintió decepcionada. Intento cerrar los ojos y dormir un poco más, pero un dolor incesante en su cabeza no se lo permitió, por supuesto, aquel dolor no era por el accidente que había sufrido, sino más bien se debía al estrés de estar ahí, sola. Pronto escucho un ruido proveniente de la puerta, ya que era bastante temprano supuso que debía ser el cambio de turno del hospital y que entrarían a revisar su condición, pero cuando la puerta se abrió, solo entro una sola persona, una que sorprendió a Sarah al cerrar y avanzar frente a su cama. —¿Alek?—dijo ella sorprendida, parecía que había pasado bastante tiempo desde la última vez que lo había visto. Llevaba puesto un traje oscuro y una gabardina de color beige debido al frío, se había recortado un poco el cabello y se veía mucho más apuesto que antes, pero en vez de la so
—¿Qué diablos está pasando aquí? —expreso Dmitry tratando de mantener la calma al ver aquella extraña escena. Llevaba un ramo enorme de rosas rojas y una bolsa negra que había pasado a comprar antes de llegar al hospital, en ella se encontraba una caja con un collar exuberante que esperaba fuera del agrado de su esposa, pero después de ver a Sarah tomada de la mano con aquel hombre que había sido alguna vez su mejor amigo, contrajo su mano en un puño olvidando que llevaba la bolsa consigo. —Dmitry—musito Sarah sorprendida de verlo ahí, no lo esperaba, de hecho, ella había supuesto que él no volvería a aparecerse por ahí. Si algo había aprendido de toda esa experiencia era en que su esposo no era un hombre en el que debía poner sus esperanzas. Alek soltó la mano de Sarah suponiendo que Dmitry no estaría para nada feliz de verlos de esa forma, pero a pesar de que conocía perfectamente a su amigo, trato de no perder la calma, de hecho, creía fielmente que Dmitry le debía muchas explica
Dmitry consiguió que le dieran el alta a Sarah esa misma tarde, después de todo quería cuidarla él mismo y darle un ambiente menos triste y lúgubre como lo era seguir en el hospital, así que en un par de horas ambos volvieron a casa, aunque en el camino Sarah no dijo ni una sola palabra, estaba absorta en sus pensamientos, en su dolor y en su tristeza. Ella no tenía ánimos de regresar a ese sitio el cual nunca había considerado un hogar, sin embargo, cuando Olga abrió la puerta y le dirigió una mirada alegre se vio obligada a forzar una sonrisa, aunque en su intento por despreocupar a la empleada de su esposo percibió un aroma peculiar. lSe trataba de un dulce aroma a flores, en específico a rosas y solo cuando Olga le permitió pasar confirmo que efectivamente había flores adentro para darle la bienvenida, pero no solo un pequeño ramo, el cual ni siquiera esperaba recibir, ni mucho menos uno grande como habría visto en algunas películas de hollywood, sino que la sala estaba repleta d
La habitación también había cambiado su decoración, todo para que Sarah pudiera recuperarse sin ver esos colores tristes que caracterizaban aquella vieja mansión. Se había cambiado el cortinaje por algo más claro y acorde a la personalidad de Sarah, además de la alfombra vieja y polvosa que ya llevaba años en el mismo sitio, además de que decidió sustituir los muebles de antaño con los que su padre había decidido amueblar la casa. Si bien los cambios no eran muchos, si habían marcado la diferencia, la habitación ya no se veía triste ni mucho menos desolada. Cuando Sarah observo el lugar se quedó perpleja, no parecía el mismo sitio donde había vivido años atrás, sino que parecía ser una casa totalmente diferente. Dmitry ayudo a su esposa a recostarse con suma precaución sobre la cama, la cual había ordenado que cambiaran para que Sarah estuviera más cómoda, incluso frente a la cama se encontraba una nueva pantalla para que pudiera distraerse mientras guardaba reposo, tal y como el do
—¿Quieres estirar las piernas?— cuestiono él tratando de fingir tranquilidad y la sintió cuando Sarah le devolvió una sonrisa. —En realidad me gustaría ir al baño— indico ella al ver que su esposo, pretendía acompañarla a donde sea que se dirigiese, por supuesto eso no le habría molestado de no ser porque se sentía intranquila. Dmitry se alejó de ella algo avergonzado, entonces ella pudo levantarse y dirigirse al baño, aunque al cerrar la puerta de este, únicamente se dirigió al baño para mirarse al espejo. No sabia que era lo que estaba ocurriendo, pero sabia que fuese lo que fuese Dmitry estaba ocultándoselo y eso le molestaba, que aun después de todo lo que habían pasado y después de esa singular reconciliación, Dmitry aún guardara secretos. Se miró al espejo, parecía que en su reflejo no quedaba ningún vestigio de la chica que había ido al todo por el todo a conquistar a su esposo hasta Mónaco, eso también le desagrado. Hacía bastante tiempo que se había adaptado a su papel de N