Eva del Río cocinó una rica sopa acompañada con pan y carne. Para mí, una chica de ciudad, acostumbrada a llevar una dieta rica en frutas y vegetales, ésta cena me parece algo diferente.
Fernando mientras come, dibuja en su rostro una sonrisa burlona.
—¿Qué te hace tanta gracia? ¿Qué es lo gracioso? — pregunto molesta.
—Nada, nada— contesta Fernando aun risueño.
Incómoda y molesta por la risa burlona de Fernando exploto diciendo:
—Ten el valor de decirme que es lo gracioso porque no estás ahí triste, te estás riendo y bastante cómodo que te ves—
—Me parece muy gracioso que te estés comiendo algo que aparentemente no te gusta y que tú seas quien no tiene el valor de decir que prefiere algo más, pero si el valor de enfrentarme a mí— contesta Fernando.
—Para mí no tiene gracia— enojada no encuentro que más decir.
Suena una música extraña "tú cuerpo y el mío pegados, no dejemos un centímetro a la imaginación".
—¡Que letra tan extraña! ¿Qué querrá decir? — pensé.
Fernando alza la mirada y me doy cuenta de que he hablado en vos alta, intento ignorar eso y continuar jugando con mi comida, pero él se acerca a mí, y dice:
—Quiero mostrarte a qué se refiere la canción—
Abro los ojos y al pestañear muchas veces me doy cuenta de que es a mí, es conmigo que habla.
Callada y sin saber que hacer asiento con la cabeza. El extiende su mano y respondo dándole la mía.
Tan pronto me pongo de pie siento temblores en las piernas, mi presión sanguínea aumenta y mis pensamientos ya no son míos.
Agarrados de la mano me aleja de la mesa, estamos un poco retirados y de sorpresa pega su cuerpo totalmente al mío. De frente se junta conmigo, es tan alto que su boca besa mi frente al unirnos tanto.
Es fuerte, sus brazos me arropan por completo. Puedo sentir su respiración, su miembro erecto, su calor corporal.
Mi interior está ardiendo, mis pechos quieren salir corriendo y mi ropa me pide a gritos que la retire, pero me contengo y sólo me concentro en respirar.
Me susurra al oído, "tu cuerpo y el mío pegados, no dejemos un centímetro a la imaginación". Y en automático me derrito, literalmente no tengo fuerzas y caigo en sus brazos.
Cuando estoy a punto de besarlo, se retira y corta la luz a mis emociones.
—A eso se refiere la canción, a no dejar ningún espacio entre los cuerpos, de hecho, sin ropa lo sentirías con más pasión— dice Fernando.
Guardo unos minutos de silencio, trago, bebo agua y trato de calmar el deseo.
Vuelvo a mi silla cómo puedo e intento disimular lo ruborizada que estoy.
—Ya está lista tu habitación, bonita. Seguro querrás darte un baño— la señora Eva me informa.
—¿Cuál habitación le diste? — pregunta Fernando.
—La que está junto a la tuya, nadie más podría protegerla si pasa algo— responde Eva.
Ahora si han puesto la cosa difícil, estaré dormida al lado del guapetón.
—No te preocupes, no me aprovecho de las damas— comenta Fernando.
En ese momento me di cuenta de que comenté en voz alta eso. Tengo ese problema, digo lo que pienso y después no puedo devolverlo.
—¿En serio crees que lo dije sin querer ser escuchada? Quería ver tu reacción porque ni loca diría algo así frente a un chico— intento disimular mi error.
—Mi niña no te preocupes que somos inofensivos, ten confianza y ve a darte un baño reparador— dice Eva.
—Gracias, eso haré— respondo.
Dejo la mesa y nada más y nada menos que Fernando se ofrece a escoltarme para mostrar el camino.
¡Lo que me faltaba! Nos odiábamos en el río y ahora lo veo atractivo. Lo que no me pasa a mí no le pasa a nadie.
El abre la puerta y entra delante de mí, yo le sigo y él dice:
—Siéntete como en casa, durante mucho tiempo usé está habitación. Sentirás mi olor por todos lados— muy creído en súper macho.
—Pues el olor que quedará será el mío— le contesto.
—Bueno señorita, descanse— se despide.
—Gracias, igual— contesto entre los dientes.
Quisiera un poco de placer está noche, pero por lo visto lo más placentero será un baño caliente.
Inspecciono el lugar y en efecto huele a él. No sé si echó su perfume o qué. Quizás viaje por el aire hasta acá, todo ha de estar muy cerca, una pared con la otra.
Gracias a Dios hay agua caliente, en el baño logro llenar la tina de rica y abundante agua caliente. Me desvisto, comienzo por la falda, sigo con la blusa, luego el sostén y finalmente las bragas.
Me sumerjo en la tina y toda esa agua entra a relajar mis sentidos. Aprieto un poco las piernas y recuerdo la canción que fue testigo de dos cuerpos unidos sin un centímetro entre ellos.
No soporto la abstinencia y menos con lo sexy que es mi vecino de habitación, comienzo a tocar mis labios y diciendo a los pechos, pero darme placer nunca se me ha dado muy bien, así que desisto.
Unos minutos de descanso y salgo de la tina. Me cubro con una toalla y buscando otra toalla para el pelo descubro algo.
¡Un hueco en la pared que da vista a la habitación de al lado, la habitación de Fernando!
—No veas eso Ericka, no irrumpas en la privacidad de nadie— me digo a mí misma una y otra vez, pero la curiosidad me mata.
Me alejo del hueco y trato de continuar, tomo una bata muy corta, con tela transparente y espalda al descubierto. No sé quién la dejo ahí, pero me queda y la coloco en mi cuerpo.
No importa cuántas vueltas doy, todos los caminos conducen a ver por el hueco, me dejo de dar vueltas y voy a mirar.
Fernando se está desvistiendo, desde el hueco puedo ver toda la habitación y hasta un poco del baño porque llega hasta la puerta y si la deja abierta podré husmear.
—¡Dios mío! — grito y luego tapo mi boca con mis manos.
Mi sorpresa es porque se ha quitado todo, ha dejado su miembro al descubierto.
—Está caminando por la habitación normal, como si no pasara nada, su miembro está erecto, ni siquiera lo cubre con una toalla— pienso escandalizada. Luchando contra el deseo de ver por ese agujero, la curiosidad le gana a mi castidad. No sé en qué está pensando, pero entra al baño, deja la puerta abierta y puedo verlo tocándose, no distingo bien si la entre pierna o el abdomen tan definido que tiene. Muerdo mis labios y trago el agua del placer que me da observarlo, no sabía que esto sería tan placentero. Contra la pared están mis pechos, una pared de madera con un agujero para ver todo. De pronto llega un pensamiento muy lógico a mi mente. —Fernando conoce esta casa como la palma de su mano, debe saber que hay un hueco en esta pared y que podría verlo ¿Será que ya me descubrió y se toca a propósito? — Aturdida por este pensamiento dejo la pared y aquel a
Muero del susto al ver qué mi ojo se cruza con el que está en el agujero, quito rápidamente la mirada y me pongo contra la pared, de espaldas a la pared con la mano en la cabeza. Del otro lado escucho una voz que dice “entonces me quieres observar”. Es la voz de Fernando quien me ha descubierto y parece disfrutarlo, yo muero de susto, pero escucho carcajadas del otro lado y me invade la vergüenza con el amor propio. ¡Nunca me había sentido tan humillada, ser descubierta al acecho! Pienso rápido y contesto: —Para darte cuenta de que te quiero observar, y que mi ojo estaba ahí tuviste que poner el tuyo entonces estamos en igualdad de condiciones, también has querido observarme y suelto una carcajada— —¡Estás loca! Con tantas mujeres en fila para elegir ¿Por qué tendría que espiarte a ti? Ni siquiera puedes admitir qué me espiabas— Fernando enojado me contes
—¡Con que inseparables de pequeños! — Pensé en mis adentros. Mónica se acerca a mí y me abraza como si me conociera de toda la vida. Debo admitir que es de muy buen parecer, cualquier hombre mataría por ella, porque no solo es alta, delgada y de tez clara, además tiene ojos verdes que hipnotizan y una cabellera larga y negra. Lo extraño sobre Mónica es su necesidad de que la amen y de mostrarse como una niña buena, pero me doy cuenta de que no es honesta. —Amada Ericka, sé que nos llevaremos muy bien. Deberías venir a visitarme para mostrarte los mejores caballos del pueblo— con mucha dulzura fingida me invita. —Gracias Mónica por tanta amabilidad, pero no soy amante de los caballos— respondo. No sólo es una hipócrita, también se cree la gran cosa. Es de estas mujeres bonitas que presumen su belleza. Me pregunto por qué no será novia de Fernando.
Pasamos algunos caminos y llegamos a un lugar hermoso, con un río en forma de cascada, el agua es tan cristalina que realmente parece sacado de otro mundo. Algo tan hermoso y al alcance de los pueblerinos. —Este río es una pieza emblemática, según mis ancestros nuestro apellido viene de ahí, gracias a que en nuestras tierras hay muchos riachuelos y por eso comenzó a decirse de nosotros en boca de todos que somo Los del Río, refiriéndose a que hay muchos ríos en nuestras tierras. Para mí es muy importante conservar nuestra esencia y no explotar ni dañar nuestros recursos naturales tan preciosos ¿No crees que esto vale la pena que sea conservado? — explica Fernando y espera una respuesta a mi pregunta. —Es hermoso este lugar, debemos conservarlo— contesto. —No quiero explotar las tierras y dañar el suelo. Quiero que todo se conserve como está— expresa. —Entiendo— contesto. <
No entiendo a esta mujer, muy educada, muy fina, muy fuerte, pero parece que está loca por enamorarse. Yo quiero sexo, lujuria, placer, coito y todo lo que el gozo de mi carne pueda encontrar, por eso es por lo que no puedo estar con ella porque es capaz de volverse loca y enamorarse como Mónica que no me deja respirar y no entiende que no hay nada de amor entre nosotros. Me dirijo por mi instinto animal, por mis ganas de placer, no sé qué la inspira a ella, pero no parece que sea pasar el rato. Luego reclamándome por qué me detuve cuando le besaba, si no le importara no lo preguntaría. Es de esas mujeres que se interesan. Ahora debo llevarla a la ciudad, al fin no tendré que soportar verla y no tenerla en mi cama. Es una tentación una mujer tan sola en la casa y yo con tanto brío. Un camino silencioso, por lo visto eso será si no digo algo. —Eres virgen
Pegados cuerpo a cuerpo, un bulto en mi entrepierna me delata. Siento como Ericka se asusta, pero no sé despega. Se mueve un poco y esto me excita más. No puedo evitarlo, me he contenido demasiado y ahora todo apunta a que me complazca con ella. No haré nada que ella no pida a gritos, nada que no desee con cada fibra de su cuerpo. Mientras la abrazo por detrás, mis manos son una valla en su cintura. Dejo caer mis labios en su hombro y respiro en su piel. No recibo ninguna queja y esto es un boleto para continuar.
Cansados, sudados, quemados por el sol, finalmente llegamos al pequeño pueblo. Una señora muy amable, pero de aspecto misterioso nos recibe en su casa. —Ustedes hacen una pareja hermosa. Tendrán obstáculos, pero no podrán separarse nunca. Beban agua y coman un poco de pan, es todo lo que puedo ofrecerles además de una silla— dice la señora mirándonos fijamente. No sé si tiene algún tipo de creencia religiosa o qué, pero parece muy segura de su profecía. Tomamos agua y el poco de pan que nos sirve. —No somos pareja, sólo iba de camino a llevarla a su casa y tuvimos un accidente— le contesto. —Un accidente que los rescató de perderse la noche tan especial que tuvieron— contesta. Pasmados porque esta mujer habla con autoridad como si supiera lo que pasó entre nosotros, no contestamos o refutamos sus palabras. —Queremos llamar para que nos vengan a buscar— dice Ericka a la señora. —No tienen que llamar, ya es
Sé que Fernando es un buen hombre, aunque quiere aparentar ser sólo carnal y que no quiere enamorarse. Nuestra primera vez fue especial, sentí que explotaba de placer además me entregué por completo y sin censura. En la mesa mientras comemos cómo lo que somos, dos personas con más de veinticuatro horas sin degustar buena comida, los dedos de Fernando me invitan a encontrarnos más tarde. Algo dentro de mí se enciende, quiero experimentar nueva vez aquel momento tan especial. Terminamos de cenar, nos miramos a los ojos y nos invitamos a retirarnos de la mesa. Fernando está a punto de pararse de la mesa cuando en ese instante se escucha que alguien llama a la puerta. Cómo ya está prácticamente parado, se ofrece a abrir. Mientras hace eso estoy tomando un poco de agua. —Buenas noches, vengo por Ericka, soy Marcus—