Ahmed no podía creer que la chica se hubiera esfumado, estaba decidido a buscarla hasta encontrarla, no le importaba el tiempo que necesitará para ello, su rostro y su aroma tan particular se habían quedado grabados en su memoria, Zafir aún seguía en Los Ángeles investigando sin obtener resultados, aún no había indicio alguno de aquella chica, Cambell entró en su oficina, irrumpiendo abruptamente sus pensamientos, pego un brinco cuando este entró tan ruidoso como siempre.
—¡Carajo Cambell! Te he dicho que debes de tocar antes de entrar, es una regla básica para demostrar un mínimo de educación.
—Tranquilo amigo, ni que fuera a encontrarte en alguna situación comprometedora con alguien, si así fuera me daría gusto, hasta porras te echaría - dijo el rubio, sonriendo maliciosamente.
—¿Qué se te ofrece? Espero sea algo importante.
—Uno de nuestros socios en Los Ángeles se casa en unas semanas, la próxima semana es su despedida de soltero y nos ha invitado.
—¿Es alguno de los que asistieron a la cena aquel día?
—No, él no pudo asistir, envió a su mano derecha.
—Ve tú, yo paso, no estoy para esos eventos.
—Amigo mío, cómo te explico, Carlo Román Conti, es uno de nuestros socios más importantes, por lo general inyecta un gran capital a nuestros proyectos sin cuestionarlos, podría ofenderse si rechazamos su invitación, está por invertir en la creación de los nuevos equipos, así podremos producirlos a la par de los otros modelos.
—Está bien asistiré —dijo poniendo cara de fastidio, sabes que no acudo a fiestas, pero estaré solo un rato y me marcharé, en esas fiestas suele haber demasiado ruido y excesos.
—Ok hermano, sabia decisión, es seguro que habrá diversión que pienso aprovechar indudablemente - frotó sus manos al decir esto mientras sonreía.
—Para fiestas estoy —gruño Ahmed.
—Llevas cuatro años alejado de la vida social amigo, menos mal que esa chica te hizo romper el celibato, ya me tenías preocupado, incluso llegué a pensar que quizá tenían razón con lo que han dicho y que ya te habías enamorado de mí jajaja.
—Sabes por lo que he pasado, no me gusta que cuestiones mi comportamiento ni mis decisiones, somos amigos, pero no cruces los límites, sabes que mi paciencia se me agota —dijo a la vez que hacía una mueca de disgusto.
—Ok, mejor me retiro, nos vemos cuando se te pase lo gruñón.
Lo dijo mientras alzaba las manos en señal de rendición caminando hacia atrás, lo que hizo reír a Ahmed.
A veces le era difícil soportar las locuras de su amigo, pero sabía que en tiempos difíciles podía contar con él, tal como había ocurrido años atrás, fue el único que se quedó a su lado cuando más lo necesitaba.
Escuchó que tocaban la puerta de su oficina, enseguida entró una sensual rubia, era muy bella y voluptuosa, camino hacia él mientras sonreía.
—¿Necesitas algo Anelie?
—Uhmmm eso no lo tienes que preguntar si ya lo sabes perfectamente —se le quedó viendo mientras mordía su labio inferior.
—Me refiero al trabajo, en cuanto a lo otro, ya te he dicho que si quieres conservar tu empleo tienes que cambiar tu comportamiento y tu actitud hacia mí, no me importara despedirte, aunque hayas sido la mejor amiga de Lyna, sabes que no me interesas, que no me provocas nada en lo absoluto y que no lo harás.
—¿Estás seguro de poder despedirme? Sabes que Lyna te pidió que me ayudaras y le prometiste hacerlo, si me despides ella no podrá descansar en paz.
Lo dijo mientras inclinaba su cuerpo hacia adelante, dejando ver lo poco que cubría aquella blusa con tan pronunciado escote, acercando sus grandes atributos a la cara de Ahmed, el volteo la cara intentando contener su furia.
—Sal de aquí de inmediato Anelie, sal o no respondo.
—Te dejo estos documentos, revísalos, me avisas cuando los hagas para entregarlos —le dijo mientras le guiñaba un ojo.
La rubia salió moviendo exageradamente las caderas, tenía un cuerpo escultural y lo sabía, Ahmed le gustaba desde hacía mucho tiempo, por eso se había hecho amiga de Lyna, así podría estar cerca de él, había intentado por todos los medios llamar su atención, pero parecía que Ahmed no la notaba, incluso fingía sentir amor por sus hijos, cuando se enteró de la fatal noticia, celebró sus muertes, pensaba que sin esos estorbos de por medio, le sería más fácil conquistar al árabe.
Ahmed pasó su mano por su cabello, era increíble el descaro de esa mujer, no quitaba el dedo del renglón, estaba dispuesta a conquistarlo, pero más que agradarle solo lograba exasperarlo.
Horas más tarde, al finalizar la última reunión del día, el árabe se sentía agotado, esa noche se quedaría a dormir en la habitación que tenía en la parte de atrás de su oficina, ahí tenía ropa y todo lo necesario, solía quedarse frecuentemente en ese lugar, su casa era un lugar muy grande y frío en el que no le gustaba estar, cada espacio estaba lleno de hermosos recuerdos, los niños corriendo por los pasillos, su mujer cocinando mientras sonreía, el jardín con los rosales que plantaron juntos, incluso hasta las paredes guardaban recuerdos en las imágenes que colgaban de ellas.
Salió de la sala de reuniones, al entrar en su oficina, se aflojó la corbata, ya todo el personal se había retirado, solo quedaban él y los vigilantes en aquel edificio, se sentó frente a su escritorio y se sirvió un vaso de whisky, no es que fuera un alcohólico, pero si le gustaba tomar uno o varios tragos de vez en cuando.
Mientras apuraba el contenido de aquel vaso, volteó a ver la fotografía puesta sobre su escritorio, en ella una familia feliz sonreía, agacho la cabeza y cubrió su cara con sus manos recargandose sobre el escritorio, unas gruesas lágrimas cayeron, después de algunos tragos más se levantó para entrar en la habitación.
Abrió la puerta, al entrar encendió la luz, grande fue su sorpresa al ver a Anelie acostada sobre la cama, la mujer le sonrió mientras recorría sus labios con su lengua, llevaba puesta una diminuta lencería de encaje, se le quedó viendo para después rodear sus pechos con sus manos, abrió sus piernas tratando de encender el deseo en él.
—Ven aquí, calma este fuego que se enciende cada vez que te veo.
Ahmed se acercó, la mujer sonrió aún más pensando que por fin lograría su objetivo, más de repente sintió que apretaba fuertemente su brazo, la obligó a levantarse y la llevó hasta la salida de la oficina, de un empujón la sacó de ahí, no sin antes darle una advertencia.
—Que sea la última vez que haces esto ¿qué te estás creyendo?
—Lo siento Ahmed sabes que te amo y te deseo, no puedo salir desnuda a la calle, por favor déjame entrar por mi ropa.
Ahmed cerró la puerta, para después volver a abrirla, aventó la ropa sobre la chica.
—Es la última advertencia, te controlas o te vas.
Anelie no dijo nada, bajó la mirada, tomó su ropa y se marchó de ahí, no pensaba dejar de insistir, Ahmed tarde o temprano sería para ella.
En el interior de la habitación Ahmed aventó las sábanas al piso, puso unas limpias y después se acostó estaba tan cansado que se durmió rápidamente.
En su sueño un niño le sonreía, a lo lejos vio a una mujer que sostenía en sus brazos a un bebé, ella lo miraba, su mirada era triste, él trató de acercarse a ellos, pero cuanto más lo intentaba más lejos de él estaban.
Despertó sobresaltado, cubierto en sudor, las lágrimas mojaban su rostro, esto ocurría siempre que ingería demasiado alcohol, trataba con el de olvidar sus penas, pero sucedía todo lo contrario, sus recuerdos se hacían más presentes convirtiéndose en pesadillas.
Vivía en una especie de bucle en el que las cosas se repetían continuamente, una y otra vez revivía el recuerdo más doloroso de su existencia, aquel que le carcomía las entrañas, ese en el que veía a su mujer y a sus pequeños hijos dentro de esas frías cajas, deseaba morir para estar con ellos, no podía olvidar el momento en el que tuvo que abandonarlos en el interior de aquella lúgubre cripta.
Tenía una vida y una familia perfecta, si tan solo la vida le diera la oportunidad de volver a tenerlos, todo sería tan diferente.
Después de perder a su familia se había perdido en el alcohol, Cambell estuvo ahí cada día, soportaba sus arranques y sus insultos, poco a poco fue recobrando la sobriedad, pero las pesadillas lo acompañaban cada día.
Sus padres habían insistido para qué regresará a Dubai, él se negó rotundamente, no volvería al lado de las personas que odiaban a su familia, sus padres inclusive se habían negado a conocer a sus nietos, Lyna había sufrido durante años por todo eso.
No sabía en que momento de la vida había perdido del camino, había renunciado a todo por ella y después la hizo a un lado, pensaba que tenía merecido el castigo.
En Los Ángeles, Mía estaba en su recámara acompañada por Thara, el día de la boda se acercaba, aún no podía creer que se casaría con un hombre al que no ama, que para salvar a su hermana y a la empresa que fundó su padre, tuvo que aceptar ese matrimonio obligado, no pudo evitar llorar, sentía que sus enrojecidos ojos ya se están quedando sin lágrimas.—Amiga aún estás a tiempo de detener está locura, ya eres mayor de edad, puedes acceder a tu herencia y marcharte lejos de esa mujer, no sacrifiques tu felicidad.—No puedo hacerle eso a mi padre, él levantó su empresa desde cero, con mucho sacrificio y si no lo hago yo, Sonia obligará a mi hermana y eso no lo voy a permitir.—No sé ya que decir, ni como ayudarte chica, Sonia te tiene entre la espada y la pared.—Que estés aquí conmigo es la mejor ayuda, sin ti ya hubiera enloquecido, gracias amiga.—Un punto a tu favor es que no te has enamorado, ya no recuerdo cuándo fue la última vez que saliste con algún chico, eso ayudará a que quiz
Llegó el día que Carlo regresaba de Italia, insistió a Sonia que Mía debería ser quién lo recibiera en el aeropuerto, la mujer sabía que sería toda una hazaña lograr que la chica lo hiciera.Pidió a Caroline que la ayudará, a regañadientes su hija aceptó después de que la amenazara, sabía que Mía se molestaría con ella por el engaño, pero no tenía de otra, después de pensar durante un rato que hacer para llevarla, le pidió que la acompañara al aeropuerto a recibir a una amiga que vendría de otra ciudad para asistir a la boda.Mía aceptó gustosa, así podría pasar un poco de tiempo con su hermana, le extraño que Sonia no se pusiera pesada.Cuando llegaron al aeropuerto notó muy nerviosa a Caroline, había estado muy callada, ella no solía ser así.—¿Ocurre algo peque?Caroline ya no pudo seguir mintiendo, se sentía terrible haciéndole eso a su hermana.—Hermana perdoname por favor, mamá me ha obligado, si no lo hacía no me dejaría acudir a tu boda y quiero estar ahí acompañándome porque
Por la mañana Ahmed regresó a Nueva York, se encontraba desesperado intentando encontrar a la chica, al llegar a su oficina, se puso a revisar algunos asuntos importantes, intentó concentrarse en su trabajo, pero fue imposible, aventó los documentos, se sentía frustrado, más tarde recibió una llamada de Zafir, tomó el teléfono y contestó inmediatamente.—Aló Zafir ¿la has localizado?—Aún no, pero he conseguido los videos del restaurante, enseguida se los enviaré, contienen información muy importante.—Ok, los revisaré, gracias - quedó intrigado ¿qué podían contener aquellos videos para que fueran tan importantes?.Zafir le envío un corto video, Ahmed quedó sorprendido al ver su contenido, en él se podía ver claramente como una mujer vertía el contenido de un sobre dentro de su bebida, aprovechando que él se había alejado para ir al baño, cuando regreso a la mesa, aquella mujer pidió brindar por el trato que acababan de cerrar con otra compañía, todos brindaron gustosamente, un rato d
Sonia rogaba porque el día de la boda llegara y así poder deshacerse de una vez por todas de Mía, faltaba poco para ese día y todavía no tenía el vestido, ella se estaba encargando de los detalles del banquete, estaba en comunicación con la madre de Carlo, Mía no quería participar en nada, así que ese día la obligaría a ir por el vestido de una vez por todas, lo que tenía que hacer con tal de deshacerse de esa malcriada.—Mía en treinta minutos te espero en el auto, iremos a comprar el vestido, tendrá que ser uno de tantos, me hubiera gustado que fuera exclusivo, pero no has querido que te tomen las medidas con tiempo.—Compra el que a ti te parezca Sonia, la verdad no me interesa, no podre acompañarte - dijo con desenfado.—No te estoy preguntando, irás quieras o no, si te niegas te llevaré a rastras —ordeno a uno de sus hombres de confianza que llevara a Mía al auto, si se resistía debía cargarla.De mala gana Mía subió al auto, Sonia no permitió que Caroline las acompañara, se cont
Carlo se encontraba feliz, tan solo faltaban dos días para la boda, por fin podría tener a su lado a la única chica que le ha robado la razón.Piensa que pronto logrará que lo ame, que será fácil dominarla, la hará a su manera, será el primer hombre en su vida y el único en su corazón.Cumplirá la promesa echa a Sonia, la llevará a vivir a Italia, él es el jefe de la célula más poderosa de la mafia en ese país, entre sus planes está mantenerla la mayor parte del tiempo encerrada en su mansión, así evitará que le hagan daño, será la madre de sus hijos y no la expondrá al peligro, solo saldrá con él cuando sea necesario, por supuesto que a eventos sociales importantes tendrá que asistir, es una hermosa joya digna de lucir.Pidió a Sonia que organizara la boda, tenía que ser un evento para recordar, tenían que evitar que se filtrara a los medios, en Estados Unidos no deseaba llamar demasiado la atención, en ese lugar es un respetable hombre de negocios, es su carta oculta ante cualquier
Carlo llevo a Mía hasta su auto, la obligó a subir, antes de cerrar la puerta le lanzó una advertencia.—Aquí te quedas, cuidado y te bajas porque no respondo.Subió al auto, se acercó a Mía y le colocó el cinturón de seguridad, estaba furioso, sabía que tenía que tranquilizarse o las cosas no iban a terminar muy bien.Thara y Caroline salieron de prisa del club, tenían que llegar a su casa antes que Carlo, si su madre se enteraba de que salió sin su permiso no la pasaría nada bien, una ventaja era que Carlo no la había visto.Mía estaba distraída en sus pensamientos, después de un rato reaccionó, volteó a ver por la ventana y notó que estaba en una zona desconocida.—¿En dónde estamos?—Bel Air.—¿Por qué me has traído aquí?—Aquí vivo, te quedarás conmigo hasta la boda, así me aseguraré de que no cometas alguna locura, pasado mañana te llevaré a tu casa, por Sonia no te preocupes, le avisaré que estás conmigo.El nerviosismo de Mía aumentó, prefirió callar, era inútil tratar de disc
El día de la boda,Carlo llevó a Mía muy temprano a casa de Sonia para que se arreglara, la boda sería por la tarde, la recepción sería en un lugar muy exclusivo, entre los invitados estaban los mejores empresarios de la ciudad, al llegar Mía subió enseguida a su habitación, Carlo se quedó en la sala hablando con Sonia, un rato después escuchó que tocaban a su puerta, al abrir entró Sonia con varias chicas.—¿Y estás personas?—Ellas se encargaran de arreglarte, te peinaran y maquillaran, también te ayudaran a vestirte, Carlo me ha pedido que me encargue de que luzcas perfecta.Mía no contestó, se limitó a asentir con un ligero movimiento de cabeza, estaba cansada de resistirse, tenía que aceptar su destino, no opino sobre su arreglo, las dejó hacer lo que creyeran pertinente.Un par de horas después se vió al espejo, en verdad habían hecho un muy buen trabajo, se veía espectacular, el maquillaje y el peinado eran discretos pero elegantes y el vestido aunque la falda era semicircular,
—¿Quién es usted? ¿por qué me ha traído aquí?—Mi nombre es Ahmed Khan Assad.—No sé porque me ha traído aquí ni con qué intenciones, pero por favor tiene que dejarme regresar.—Tiene que tranquilizarse para que le pueda explicar.—Usted no entiende, si no regreso casaran a mi hermana con ese hombre.Mía se encontraba desesperada ante ese pensamiento.—No debe preocuparse, no casarán a su hermana con Carlo.Contestó Ahmed tranquilamente.—¿Cómo puede usted saberlo?—Tomé asiento de favor, lo que le contaré es algo que la podría impresionar, quizá no debería contar algo que me fue confiado, pero para su tranquilidad lo haré.Mía se sentó frente a él, no tenía otra opción más que escuchar a aquel hombre.—Su prometido es mi socio, hace algunos días fui invitado a su despedida de soltero, él estaba un poco pasado de copas, se acercó a mí mientras me encontraba solo en la barra, me contó algunas cosas por las que me atreví a traerla aquí para evitar su boda.—¿Qué podría decirle Carlo? no