Isla podría creer que lo estaba engañando, pero estaba equivocada. Horatio se habría dado cuenta de que ella estaba tratando de ocultarle algo, aun si no la habría estado vigilando constantemente. Desde que habían vuelto de la cabaña de sus padres, no le había quitado la vista de encima. Isla tenía algo. No se había vuelto a desmayar, pero Horatio había notado algunos otros síntomas que llamaron su atención. Cansancio, extraña pérdida de apetito y a veces se ponía algo pálida sin motivo aparente. Eso no era normal y estaba dispuesto a averiguar la causa. Le había dado el tiempo suficiente, era hora de hacerse cargo. La oficina de Isla estaba cerrar y él se las ingenió para abrir la puerta con el vaso de café y la botella de agua. —Hola, dulzura —saludó. Isla levantó la mirada y, al verlo, señaló el teléfono con un dedo. —Sí, así es —dijo ella a la persona que estaba del otro lado de la llamada. Horatio se sentó frente al escritorio y esperó, paciente, a que terminara. —Por supue
—Hoy día ya me siento mucho mejor —dijo Isla justo cuando terminó de peinarse. Se dio un último vistazo en el espejo y giró hacia Horatio. Él estaba abotonándose la camisa. Su abdomen aún estaba al descubierto e Isla se olvidó, momentáneamente, de todo. Lo había visto desnudo tantas veces que estaba segura que conocía su cuerpo tan bien como el suyo, pero seguía siendo un deleite para sus ojos cada vez que lo miraba.—Me alegra saberlo.Isla salió de su letargo al escuchar su voz y se encontró con la sonrisa presumida de Horatio.—Aun así, estamos yendo a tu cita con el médico.Soltó un suspiro. Horatio se veía determinado.Estaba asustada, no se sentía lista para enfrentarse a lo que sea que tuviera. Pero también entendía que no podía seguir escondiendo la cabeza en la tierra.—Solo no le comentes nada a mi mamá, no quiero que se preocupe en vano. Hablaremos con ella después, si es que es necesario. —Descuida, no pensaba decirle nada. Bueno, tal vez lo consideré. Era algo así co
Isla no había dicho nada desde que dejaron la clínica y a Horatio le habría gustado saber qué es lo que pasaba por su mente.—¿Estás bien? —preguntó.Estaban atrapados en medio del tráfico y tardarían al menos otros quince minutos en llegar a la constructora. Tiempo suficiente para intentar que ella se sintiera mejor.—Sí. Yo solo… ya sabes… aún estoy procesando la noticia. —Ella soltó una bocanada de aire—. Es como si no pudiera dejar de pensar. En el pasado, nunca me detuve a considerar si algún día quería tener hijos, quizás porque los últimos años mi vida ha sido una carrera. Balancear mi vida entre apoyar a mi madre con los gastos de la casa, luego su enfermedad y además, tratar de hacer un buen trabajo.Horatio tampoco había pensado demasiado en lo de los hijos. Claro que siempre supo que quería tener su propia familia alguna vez, pero no se imaginó que pasaría tan pronto. Antes de Isla, había dejado esos sueños en un segundo plano para centrarse en el trabajo. Sin embargo, en c
Isla se montó en el auto sintiéndose más feliz que nunca. Después de ella, subió Horatio con una sonrisa enorme. Él era como un letrero en color neón buscando llamar la atención de todos para informar que iba a ser padre de gemelos. Sí, gemelos. Él médico que la había revisado un poco más de una semana atrás, había estado en lo correcto. Iba a tener dos hijos y la gineco-obstetra lo acaba de confirmar. Aún era muy temprano para saber el sexo, pero eso era lo de menos. Colocó una mano en su vientre, algo que hacía a menudo desde que se había enterado que estaba embarazada. Su vientre apenas estaba comenzando a dar las primeras señales de su embarazo, pero, en ese momento más que nunca, sabía que sus bebés estaban creciendo allí dentro. Haber escuchado sus latidos y verlos en la pantalla, la conectó aún más a esos pequeños seres. —Pensé que podríamos decirles a nuestros padres sobre el embarazo después de la boda de Giovanni y Samantha. Está a casi un mes, así que no creo que estos pe
Horatio tomó un respiro profundo y empezó a hablar. —Eres una mujer excepcional. Divertida, inteligente y sabes cómo mantenerme con los pies sobre la tierra. Cuando te conocí no sabía lo importante que llegarías a ser para mí, pero ahora me alegro de que entraras a mi vida. —Hizo una pausa antes de continuar—. Isla Rieti, ¿me harías el honor de casarte conmigo?—Yo…Isla se quedó en silencio y permaneció así por tanto tiempo que Horatio empezó a maldecirse por no haber seguido el plan inicial. Debía haber empezado por la cena y luego ir con la propuesta de matrimonio, pero quién iba a decir que los nervios se apoderarían de él en cuanto Isla entrara a la cabaña. Antes de darse cuenta, había estado hincado sobre una rodilla en el suelo.Abrió los ojos con pánico. Incluso con la tenue iluminación, notó las lágrimas que rodaban por las mejillas de Isla.De inmediato, se levantó y la tomó del rostro con una mano. Acercó sus frentes y la miró directo a los ojos.Al parecer iba a repetir l
Casi toda la familia de Horatio estaba en casa de Leonardo y Natalia. Giovanni y Samantha, estaban de luna de miel desde hace unos días atrás. Y algunos de los primos de horatio estaban fuera de la ciudad. Su madre estaba conversando con la madre y las tías de Horatio. Solo dios sabía lo que les estaba diciendo, pero, si tenía que adivinar, por las sonrisas de las mujeres, probablemente era alguna de las tantas locuras que siempre se le ocurrían. Rodeando a cada mujer, con un brazo sobre el hombro, estaban sus esposos, sumergidos en su propia conversación. Podría parecer que estaban distraídos, pero por como miraban a sus esposas cada cierto tiempo, era claro que estaban bastante pendientes de ella. Los chillidos de los niños llamaron la atención. Los hijos de Cloe podían causar un gran alboroto por sí solos, pero junto a sus primos podían alcanzar un nuevo nivel. Isla regresó la atención a la conversación que estaba sucediendo junto a ella. Ya no estaba muy segura de qué tema est
Isla se despertó a causa de un dolor en el vientre. No estaba segura de que hora era. Soltó un suspiro y se movió en la cama esperando que al cambiar de posición se sintiera mucho mejor, pero no funcionó. Respiró profundo, primero una vez y luego otra.—¿Qué sucede? —preguntó Horatio y, apenas unos segundos después, la luz de una de las lámparas iluminó la habitación.—¿Qué sucede?—Una contracción. —el dolor había comenzado a mitigar.Había sentido algunas contracciones en el pasado, pero nada parecida a esa. Siempre eran más una molestia que un dolor de verdad, algo así como si alguien tensara los músculos de su vientre por un tiempo. Su doctora les había explicado que era algo normal y que podrían ir volviéndose más frecuente hacia los últimos meses del embarazo.Horatio le alcanzó un vaso de agua. Ella vació el contenido en un par de sorbos. Luego le devolvió el vaso vacío y se levantó para ir al baño. En seguida, Horatio estuvo a su lado y la sujetó por la cintura.—Con cuidado.
Horatio se quedó despierto, incluso cuando Isla se relajó lo suficiente para dormir. Demasiada adrenalina corría por sus venas a causa del miedo que había pasado cuando vio a Isla quejarse de dolor. Aunque había mantenido lejos los pensamientos negativos mientras tomaba decisiones, las posibilidades de lo que pudo haber pasado rondaban su mente en ese momento.Eran cerca de las cinco de la mañana cuando no pudo más mantener los ojos abiertos, pero no durmió mucho. Se despertó apenas una hora y media después, sintiéndose como si tuviera resaca. Su cuello le dolía por la posición incómoda en la que había dormido y sus músculos, en general, parecían entumecidos.Miró a Isla, que seguía durmiendo, y con cuidado soltó su mano. Ella necesitaba descansar tanto como fuera posible. Se levantó, estiró sus brazos al aire y movió la cabeza de lado a lado.Necesitaba un vaso de café cargado y una ducha, pero iba a tener que conformarse con solo uno de ellos. Después de ir al baño y lavarse el rost