XLII

La mansión Winchester había caído en una crisis desoladora. Repleta de empleados y solo quedaba el abuelo Wilfred quien no deseaba habitar allí al lado de su esposa la insoportable, sobre todo para sus empleados, Lady Priscila Winchester.

La frialdad que ocupaba el lugar los mantenía encerrados en un bucle de ocupaciones en medio del cual reinaba la monotonía. Alfred era tan necesario es esos momentos, él era quien brindaba compañía al abuelo en sus días más tristes y mantenía el orden dentro de la cocina y en cada rincón de la mansión.

Lady Winchester, por su parte, entretenida con sus plantas y su maravilloso jardín pasaba gran parte del día encerrada en el invernadero.

Este día, luego de tantos, encerrada, ocurrió una diferencia de la cual todos en la mansión quedaron atónitos. La

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