Un Fin de Semana Soñado El sol comenzaba a descender en el horizonte, bañando la ciudad con un cálido resplandor dorado. En la entrada de la empresa, Verónica y Emanuel se despidieron de sus empleados, irradiando una felicidad contagiosa que no pasó desapercibida. —¡Que tengan un excelente fin de semana! —dijo Verónica con una sonrisa, mientras pasaban por la recepción. —Igualmente, señora Verónica, señor Emanuel —respondió la recepcionista, devolviendo el saludo con entusiasmo. Mientras la puerta se cerraba detrás de ellos, la recepcionista y el cadete se miraron, intercambiando una mirada cómplice. —¿Te has dado cuenta de cómo ha cambiado el señor Emanuel desde que la señora Verónica empezó a trabajar aquí? —murmuró la recepcionista, con un tono de curiosidad. El cadete asintió, inclinándose ligeramente hacia ella. —Sí, es como si fuera otra persona. Antes era más... serio, distante. Pero ahora, cada vez que la ve, es como si todo a su alrededor se iluminara. Ambos se rieron
Verónica y Emanuel se despertaron el sábado con la suave luz del sol filtrándose por las ventanas de la cabaña. Habían pasado la noche juntos, entre risas, susurros y caricias, y ahora, mientras el nuevo día se desplegaba ante ellos, sus corazones estaban ligeros, llenos de una alegría renovada.—Buenos días —susurró Emanuel, acariciando el rostro de Verónica, quien sonrió mientras se acurrucaba más cerca de él.—Buenos días —respondió ella, plantando un beso suave en boca .Después de un desayuno sencillo pero delicioso, decidieron aprovechar el día soleado. El lago, con sus aguas cristalinas y su entorno pintoresco, los llamaba. Con una mezcla de entusiasmo y complicidad, se dirigieron hacia la orilla, despojándose de sus inhibiciones y permitiéndose ser simplemente ellos mismos.El agua estaba fresca y reconfortante. Se sumergieron juntos, riendo y salpicándose como dos adolescentes enamorados. Emanuel, con su voz profunda y melodiosa, comenzó a cantar una canción que resonaba con
Diego se gastaba el dinero del futuro de Caro en juegos y alcohol, sin ningún remordimiento. Cada día se hundía más en su vicio, mientras que Georgina, a quien había dejado a un lado, caía en un estado de desesperación que bordeaba la locura. El rechazo de Diego y la pérdida del control sobre la situación la consumían. En su mente trastornada, la culpa recaía completamente en Verónica. La idea de que Verónica había orquestado todo, que había enviado a Diego para enamorarla y luego robarle, era la narrativa que su mente perturbada había creado.Georgina no podía aceptar que Diego la había utilizado y robado. En su distorsionada percepción de la realidad, todo era culpa de Verónica. La rabia y el deseo de venganza se convirtieron en su única motivación. Georgina estaba decidida a hacer pagar a Verónica por todo el dolor que sentía, por cada lágrima derramada y por cada sueño roto.El domingo, Georgina decidió que era el momento de actuar. Había seguido a Verónica hasta su casa en varias
Capitulo Locos Diego había despilfarrado el primer año de la universidad de su hija, Caro, en menos de un mes. El dinero, que estaba destinado a asegurar el futuro académico de Caro, se desvaneció rápidamente en manos de su padre, quien lo gastó en juegos y alcohol sin remordimientos. Diego se sentía con derecho a usar esos fondos, ya que estaban en su cuenta. Creía que, por el simple hecho de estar a su nombre, podía disponer de ellos como quisiera, sin importar el propósito original. Esa cuenta, en la que Emanuel había depositado el dinero para la universidad de Caro, era algo que Verónica desconocía. Lamentablemente Emanuel se había olvidado de contarle sobre el dinero depositado en esa cuenta, y esa omisión estaba a punto de convertirse en una fuente de conflicto. Diego, en su egoísmo, veía la cuenta como una fuente personal de placer y, de vez en cuando, recordaba a su hija solo para mantener las apariencias. A veces las buscaba, fingiendo interés, para no levantar sospechas
Vero miraba a su alrededor con desconcierto mientras las autoridades le tomaban declaración. No podía comprender cómo había llegado a estar en esa situación, cómo el incidente con aquella mujer, que en su momento la había increpado, para ella había quedado relegado al olvido. Ahora, se encontraba en medio de una denuncia que ella no había planeado hacer. Emanuel, sin consultarla, había decidido dar ese paso, y aunque sus intenciones fueran buenas, Vero no podía evitar sentirse desorientada. Mientras relataba los hechos, su mente fue a él día que se presentó en la empresa y Emanuel la atendió y le dijo que no se preocupara que todo estaría bien . El aspecto de Georgina había cambiado drásticamente. Ya no era la mujer segura y vivaz que solía ser. En su lugar, se encontraba alguien pálida, con ojeras profundas, y una mirada perdida. Había algo en ella que indicaba que estaba al borde del colapso, como si las fuerzas la hubieran abandonado. Tras terminar las declaraciones, Emanuel s
Vero se sentó frente a Emanuel, intentando mantener la calma mientras la tensión se acumulaba en su interior. Habían pasado horas desde que descubrió los mensajes en el teléfono de Georgina, y sentía que era momento de confrontar a Emanuel sobre lo que había sucedido.—Emanuel, quiero hablar contigo sobre lo que pasó con Georgina —dijo Vero con voz firme pero educada. —Aprecio todo lo que hiciste por mí, de verdad, pero me gustaría entender por qué no me informaste sobre la denuncia que hicieron contra ella.Emanuel la miró con algo de sorpresa, como si no esperara esa reacción. Vero continuó, su tono reflejando una mezcla de enojo y agradecimiento.—No me gusta estar a ciegas en mi propia vida. Siempre me he defendido sola, toda la vida. Hubiera preferido saber lo que estaba pasando. Sé que lo hiciste por mi bien, y te agradezco, pero no puedo evitar estar un poco molesta. Esa manía tuya de guardar secretos… no la entiendo.Emanuel suspiró, comprendiendo la frustración de Vero.—Lo h
Emanuel se paseaba por la sala de espera de la clínica, con el teléfono en mano, decidiendo si debía o no hacer esa llamada. Finalmente, marcó el número de Ismael, su voz firme a pesar del torbellino de pensamientos que lo invadían.—Ismael, necesito que vengas a la clínica. Hay algo que debemos hablar en persona —dijo con un tono que no admitía discusión.Ismael llegó poco tiempo después, con una mezcla de curiosidad y preocupación reflejada en su rostro. Emanuel lo esperaba en un rincón apartado, su postura tensa.—¿Qué pasa, Emanuel? —preguntó Ismael, intentando leer la gravedad en la expresión de su padre .—Es sobre Georgina —comenzó Emanuel, tomando un respiro antes de continuar. —Está embarazada. Tiene dos meses. La noticia cayó como un balde de agua fría sobre Ismael, quien se quedó inmóvil, procesando las palabras.—¿Y qué tiene eso que ver conmigo? —preguntó, aunque una inquietud comenzaba a instalarse en su mente.—Podría ser tuyo, Ismael. Georgina estuvo contigo, y ahora,
Georgina comenzó a despertar lentamente, sintiendo su cuerpo pesado pero consciente de que algo estaba cambiando. Abrió los ojos y vio a Emanuel y Verónica sentados juntos, tomados de la mano, mirándola con una expresión de alivio en sus rostros.—¿Qué pasó? —preguntó, su voz apenas un susurro.Emanuel se levantó rápidamente, llamando al doctor antes de que pudiera responder. Sabían que no les correspondía darle las noticias. Minutos después, el médico entró en la habitación, con una mirada seria pero calmada.—Georgina, te estabilizaste, pero tu estado de salud es delicado —le explicó el doctor. —Tienes un cuadro de desnutrición y deshidratación severa. ¿Tienes algún familiar o alguien a quien quieras llamar?Georgina negó con la cabeza, sus ojos llenándose de lágrimas.—No tengo a nadie. Mi pareja desapareció hace un mes. No me contesta los mensajes. Estoy sola —dijo, y su voz se quebró mientras las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas.Verónica, movida por un impulso, se a