Emanuel se paseaba por la sala de espera de la clínica, con el teléfono en mano, decidiendo si debía o no hacer esa llamada. Finalmente, marcó el número de Ismael, su voz firme a pesar del torbellino de pensamientos que lo invadían.—Ismael, necesito que vengas a la clínica. Hay algo que debemos hablar en persona —dijo con un tono que no admitía discusión.Ismael llegó poco tiempo después, con una mezcla de curiosidad y preocupación reflejada en su rostro. Emanuel lo esperaba en un rincón apartado, su postura tensa.—¿Qué pasa, Emanuel? —preguntó Ismael, intentando leer la gravedad en la expresión de su padre .—Es sobre Georgina —comenzó Emanuel, tomando un respiro antes de continuar. —Está embarazada. Tiene dos meses. La noticia cayó como un balde de agua fría sobre Ismael, quien se quedó inmóvil, procesando las palabras.—¿Y qué tiene eso que ver conmigo? —preguntó, aunque una inquietud comenzaba a instalarse en su mente.—Podría ser tuyo, Ismael. Georgina estuvo contigo, y ahora,
Georgina comenzó a despertar lentamente, sintiendo su cuerpo pesado pero consciente de que algo estaba cambiando. Abrió los ojos y vio a Emanuel y Verónica sentados juntos, tomados de la mano, mirándola con una expresión de alivio en sus rostros.—¿Qué pasó? —preguntó, su voz apenas un susurro.Emanuel se levantó rápidamente, llamando al doctor antes de que pudiera responder. Sabían que no les correspondía darle las noticias. Minutos después, el médico entró en la habitación, con una mirada seria pero calmada.—Georgina, te estabilizaste, pero tu estado de salud es delicado —le explicó el doctor. —Tienes un cuadro de desnutrición y deshidratación severa. ¿Tienes algún familiar o alguien a quien quieras llamar?Georgina negó con la cabeza, sus ojos llenándose de lágrimas.—No tengo a nadie. Mi pareja desapareció hace un mes. No me contesta los mensajes. Estoy sola —dijo, y su voz se quebró mientras las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas.Verónica, movida por un impulso, se a
El hospital estaba tranquilo, las luces suaves iluminaban los pasillos mientras el sol comenzaba a ponerse. Georgina descansaba en su cama, sus ojos cerrados mientras procesaba todo lo que había sucedido. Emanuel y Verónica estaban afuera, sentados en la sala de espera, con Carolina de pie cerca de ellos, observando a su madre con una mezcla de preocupación y determinación.—Mamá, tenemos que hablar —dijo Carolina con suavidad, tomando asiento junto a Verónica.Verónica levantó la mirada, sorprendida por el tono serio de su hija. Emanuel les dio un momento, levantándose para darles privacidad.—¿Qué sucede, hija? —preguntó Verónica, preocupada.Carolina tomó un respiro profundo, sus manos jugando nerviosamente con el dobladillo de su camisa.—Mamá, tenemos que apoyar a Georgina —dijo, su voz temblando ligeramente—. Aunque no queramos, tenemos que hacerlo.Verónica frunció el ceño, sorprendida por las palabras de su hija.—¿Por qué dices eso? —preguntó, su voz cargada de confusión.Car
Diego se miró en el espejo del pequeño baño del hotel, ajustando su camisa blanca mientras se alistaba para salir. El hotel era lujoso, de esos lugares que hacían sentir a cualquiera como si estuviera en la cima del mundo, aunque él sabía en su interior que todo era una fachada. Su vida se había convertido en una serie de mentiras, y él era el primero en creerse esas historias que se contaba. Cada día era un espectáculo, una puesta en escena para las mujeres que se cruzaban en su camino, para las noches interminables de copas y risas falsas. Pero en el fondo, Diego sabía que todo lo que hacía solo lo alejaba más de lo que realmente importaba: su hija, su familia, y la vida que había dejado atrás por pura comodidad.Aquel día, como otros, el sol caía sobre la ciudad con una luz dorada que parecía invitarlo a la diversión. Diego sacó su billetera del bolsillo, la abrió, y vio los 2000 dólares que había decidido llevar consigo para una noche de suerte en el casino. No importaba que lo hu
La sala de espera del hospital estaba en silencio, solo interrumpido por el zumbido de las luces fluorescentes. Caro e Ismael se sentaron en un rincón, observando a Georgina, quien mantenía la mirada fija en el suelo. El embarazo complicado la había dejado agotada, tanto física como emocionalmente. A pesar de todo, sabía que tenía suerte. Las mismas personas a las que había lastimado estaban allí para apoyarla. Caro rompió el silencio, su voz suave pero firme. —Georgina, sé que esto es difícil para ti. Pero quiero que sepas que estoy aquí porque este bebé es mi hermano o hermana. No podemos cambiar lo que pasó, pero podemos hacer algo mejor por el futuro de este bebé. Y debes acostumbrarte a que Diego no va a estar presente. Es un jugador, un alcohólico y, por lo que has contado, un ladrón. Los ojos de Georgina brillaron con lágrimas que amenazaban con caer. No esperaba esa muestra de empatía de Caro, y mucho menos de Ismael, quien asintió en señal de apoyo. —Deberías hacerle una
Georgina, aunque más tranquila, aún sentía el peso de la culpa. Miró a los presentes, notando la sinceridad en sus rostros, pero no pudo evitar sentirse indigna de su compasión.—No quiero ser una carga para ustedes —dijo en voz baja, evitando el contacto visual—. Ya han hecho mucho por mí, y sé que no merezco su compasión después de todo lo que he hecho.Verónica le apretó la mano con más fuerza, su mirada firme y llena de determinación.—Georgina, entiendo lo que sientes. Yo también fui engañada, trabajé duro y dejé mi carrera por un hombre que no lo valoró —dijo Verónica, su voz llena de empatía—. Diego me hizo pensar que todo ese sacrificio era amor, y cuando me di cuenta de la verdad, me sentí vacía. pero lo supere .Sé que lo que pasó entre tú y él, de alguna manera, fue un karma para tí .Pero lo importante es que ahora has recapacitado y pedido disculpas. Eso es lo que cuenta.Georgina bajó la cabeza, conmovida por las palabras de Verónica, pero el peso del remordimiento seguía
Álvaro salió del cuarto del hospital después de hablar con Georgina y encontró a Emanuel en el pasillo, apoyado contra la pared, con una expresión de conflicto en el rostro. —Se ve que está arrepentida la muchacha —dijo Álvaro, cruzando los brazos frente a él. Emanuel suspiró, su mirada fija en el suelo. —Pienso que sí, pero la verdad es que me hizo tanto daño a mí y a mi hijo. Quebró mi relación con él. Le oculté que estuve con ella, y ahora no le tengo confianza. Todo lo que pasó... no es fácil de olvidar. Álvaro asintió lentamente, comprendiendo el peso de las palabras de Emanuel. —A veces necesitamos una segunda oportunidad, Emanuel —dijo, su tono calmado pero firme—. Mira, yo también cometí un error muy grande. Hubo un tiempo en el que pensé que había perdido a Aurora para siempre, pero gracias a Dios, ella me perdonó. Y te lo digo, ese perdón no solo fue para mí, también fue para ella. Nos permitió sanar y seguir adelante. Emanuel levantó la vista, encontrando los ojo
Emanuel revisó su teléfono al sentir la vibración de un mensaje entrante. Era de Verónica, quien le pedía hablar urgentemente. Estaba en el hospital buscando a Ismael, quien acompañaba a Caro. Tenía pendiente discutir algunos temas de la empresa con él, además de ofrecerle la posibilidad de hacerse cargo de un sector durante sus vacaciones, algo que hacía cada año para asegurarse de que todo funcionara sin problemas en su ausencia. Al encontrarse con Ismael, le planteó la propuesta. —Claro, papá. En cuanto el médico me dé el alta, estaré en la empresa —respondió Ismael, mostrando su disposición a asumir el reto. Mientras seguían conversando, el teléfono de Emanuel vibró nuevamente. Era un mensaje de Verónica que decía: "Estoy cerca, espérame en el hospital. Necesito verte". Emanuel asintió, aunque Verónica no estaba frente a él. Le respondió rápidamente, "Te espero aquí", y se despidió de Ismael con un abrazo. Cuando se giró para dirigirse hacia la sala de espera, sus ojos captaro