95 Abrazados

Mientras el sol comenzaba a despuntar tras las montañas, Verónica y Emanuel se despertaron abrazados, con las sábanas enredadas y el corazón ligero. Habían recuperado el tiempo perdido, y ambos estaban encantados de vivir ese presente que tanto se merecían.

Verónica, con una sonrisa traviesa mientras se acurrucaba contra él, le dijo:

—Bueno, señor incómodas cuotas, debo admitir que estoy disfrutando mucho de este "plan de pagos".

Emanuel la miró con ternura y respondió mientras le acariciaba el rostro:

—Me alegra saberlo, porque pienso seguir cobrándote cada día de nuestras vidas.

Entre risas, Verónica tomó su celular para escribirle un mensaje a Caro. Quería asegurarse de que supiera que no volvería esa noche. "Hola, hija. No voy a dormir en casa. Avísale a tu abuela, ¿sí? Te quiero".

Mientras esperaba respuesta, Emanuel miró el mensaje por encima de su hombro y bromeó:

—¿Qué le dijiste? ¿Que te secuestré?

Verónica sonrió mientras dejaba el celular en la mesa.

—No hace falta, ella ya
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