Dime, Vi...

- Esto solo puede ser una pesadilla. Dije, sin contenerme.

- Necesitamos conversar. dijo mi madre. – Y es serio.

- No tenemos nada de qué hablar. – dijo Francisco serio.

- Hijo... Por favor. Solo una conversación. – insistió Mauricio.

- No me llames hijo. Dejaste de ser mi padre en el momento en que lastimaste a mi madre y la traicionaste para toda la vida.

- Francis, las cosas no son como crees...

- ¿Y cómo están? - le preguntó. – Dime cómo son las cosas.

- Tenemos que hablar... Y lo sabes. Miró a los ojos de su hijo.

- Francis, escuchemos lo que tienen que decir. Tomé su mano.

Sí, quería escuchar cuáles serían las excusas. O lo que tuvieran que decir. Me preguntaba qué dirían o preguntarían.

Francis dio un paso atrás, permitiéndoles pasar por la puerta. Seguimos con las manos juntas. Los dedos se tocaban con cierta fuerza, como si no pudiéramos soltarlos porque eran peligrosos.

Michelle se quedó mirando nuestras manos y sonrió sarcásticamente. No entiendo por qué, pero siempre vi ir
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