La expresión de Mariana se endureció visiblemente. Sus pupilas se contrajeron de repente al escuchar ese nombre que tanto detestaba salir de los labios de la madre de Gabriel. Después de sufrir varios reveses con Ana, su reacción física era casi involuntaria. Sentía náuseas, asco.De inmediato, su rostro se tornó pálido y descompuesto.Guadalupe, preocupada, preguntó: —¿Qué te pasa Mariana? ¿No te sientes bien?Mariana apretó sus manos, obligándose a respirar profundamente. Sonrió con aparente despreocupación, manteniendo su pose de frialdad.—Estoy bien, Guadalupe.—Tengo una amiga que conoce bastante bien a Ana —respondió.Una respuesta inesperada.Guadalupe miró a su esposo Gonzalo, intercambiando una mirada. —¿Oh?—Bueno... creo que es difícil de contar. Entre ellas hay algunos roces, y lo que me han contado puede estar algo sesgado por emociones personales.Mariana estaba siendo astuta. No podía simplemente hablar mal de Ana directamente. Necesitaba a alguien que la protegiera, un
Mariana sabía que Gabriel tenía un serio problema de higiene. ¿No le parecería Ana sucia o repulsiva? Mirando más allá, ¿realmente los Urquiza, con sus costumbres tan anticuadas, aprobarían este matrimonio?Mariana deseaba maliciosamente ver a Ana humillada por toda la familia Urquiza. ¿Cómo podía alguien tan inferior obtener tan fácilmente lo que ella no podía conseguir? ¡Ana no lo merecía!—¿Gabriel se enfadaría si nos reuniéramos con Ana a solas? —preguntó.—¿Enfadarse? ¡Que se aguante! Si arma un escándalo, le daré una vida adulta completa —respondió Gonzalo.Era un típico marido completamente rendido a su esposa. Siempre que Guadalupe estuviera presente, todos debían hacerse a un lado. Ni siquiera sus hijos eran una excepción.Si no hubiera sido por el embarazo inesperado de Gabriel, probablemente Fabiola habría sido su única hija.Mariana se quedó un rato más, sosteniendo su termo. Hasta que Guadalupe la miró y preguntó por qué seguía allí, Mariana habló: —Gonzalo, Guadalupe, Ana
La actitud de Ana era perfectamente equilibrada. No se mostró ni demasiado humilde ni aduladora por su estatus.Guadalupe y Gonzalo se miraron, encontrando satisfacción en los ojos del otro.Si Gabriel realmente quería a Ana, no habría problema.Como padres, lo que más ansiaban era ver a su hijo formar una familia.Gabriel era su hijo tardío, mimado desde pequeño, con todo lo que pudiera desear.Pero algo no había salido como esperaban.Siempre distante, manteniendo una barrera con todos, nunca les había dado verdaderas preocupaciones.Bueno, en realidad solo una: su vida sentimental.A punto de cumplir treinta, nunca había tenido una relación. Cuando le preguntaban por alguien especial, siempre respondía que su prioridad era la carrera.Pasaba los días en el laboratorio. Después de graduarse, se fue solo al extranjero.Estos años, casi no había usado los recursos de los Urquiza. Todos sus logros los había conseguido por sí mismo.Exitoso y de familia adinerada, Gabriel había sido el ca
Después de siete años de noviazgo y compromiso con Mateo Herrera, Ana Vargas decidió romper la promesa. Pasaron dos horas hasta que recibió una respuesta, en la que él insistía en hablar con ella en persona.La cafetería estaba muy fresca por el aire acondicionado, mientras afuera el sol se ponía y el cielo se oscurecía de forma gradual.Cada vez que cerraba los ojos, veía las impactantes imágenes de Mateo e Isabella Ramírez juntos. Mateo era su prometido, e Isabella, la hija biológica que los padres adoptivos de Ana acababan de encontrar. Mientras tanto, Ana estaba sola en el hospital, conectada a un suero para aliviar los dolores menstruales, cuando los descubrió abrazándose de manera íntima.¿Y quién era Mateo? Nada más y nada menos que el heredero de una de las familias más prestigiosas de Terraflor y presidente de Herrera Enterprises, un hombre cuyo tiempo era tan valioso que ella tenía que programar citas con semanas de anticipación.Sin embargo, ahora encontraba tiempo durante s
El repiqueteo de la lluvia se mezclaba con las palabras mientras Mateo sentía cómo su corazón se estrujaba al ver la figura decidida de Ana alejándose de él.—Perfecto Ana, ¡ya veremos si no te arrepientes! —murmuró entre dientes.Ana apenas vaciló antes de continuar su camino sin voltear. La lluvia arreciaba con fuerza mientras ella sujetaba vientre con una mano, tratando de aliviar el dolor, y con la otra intentaba conseguir transporte. Los minutos se convirtieron en media hora sin que ningún conductor aceptara su solicitud, hasta que tras cambiar de aplicación y subir la tarifa a cincuenta dólares, finalmente logró que alguien aceptara el viaje.Llevaba apenas cinco minutos esperando cuando su teléfono vibró con una llamada de Laura.—¿Es cierto que acabas de verte con Mateo? —le recriminó Laura.Ana se encogió ligeramente, masajeándose el estómago adolorido, y respondió con desprecio:—¿Y desde cuándo tengo que darte explicaciones sobre con quién me veo?Desde que Isabella había re
Al día siguiente, la alta sociedad de Terraflor se reunió para la gran celebración. A tres horas del inicio de la fiesta, los invitados de los Herrera comenzaron a llegar en lujosos vehículos, lo que hacía que el único taxi de aplicación destacara de manera notoria, y las miradas se dirigieron rápidamente a Ana cuando descendió de él.—¿Qué está sucediendo? ¿Ana está tan mal que tiene que viajar en taxi? ¿Mateo no le mandó un auto? —murmuraban algunos curiosos.—Pobrecita, los Ramírez la echaron, y después de tantos años aún no logra casarse con un Herrera. Seguro ese compromiso está por romperse —comentaban otros.Ana entonces se vio rodeada de murmullos y miradas furtivas; algunas de lástima y otras de malicia. Sin embargo, los ignoró mientras avanzaba decidida hacia la habitación de Carlos. Al llegar, levantó la mano para tocar, pero una conversación al otro lado la detuvo.—Mateo, pronto tendrás tu propia familia, por lo tanto, debes ser más cuidadoso con tu comportamiento —decía e
—Lo siento muchísimo, no me fijé —se disculpó una voz femenina con evidente malicia.El vestido de Ana, que llegaba hasta los tobillos, ahora tenía un profundo rasgón en el muslo que dejaba ver su piel blanca. Al volverse, se encontró con una cara familiar: Paula, la hermana menor de Mateo. No era la primera vez que le hacía una jugarreta de ese tipo. En el pasado, por respeto a Mateo, Ana siempre había optado por callar, pero ahora... ¿qué importaba?Casi todos los presentes observaban la escena, asombrados, esperando que Ana hiciera el ridículo. Paula la miraba desafiante, pero cuando vio que Ana tomaba una copa de la mesa con tranquilidad, un mal presentimiento la invadió.Efectivamente, entre los gritos de Paula, Ana le derramó la bebida sobre su costoso y delicado vestido.—Disculpa, se me resbaló —dijo Ana con una sonrisa enigmática, arqueando una ceja.La audacia del gesto hizo que varios contuvieran el aliento por un momento.—¡Ana! ¿Estás loca? —gritó Paula.Era el cumpleaños
La declaración de Gabriel los sorprendió a los tres. ¿Desde cuándo era tan amable? Por lo que Mateo recordaba, su tío era un hombre frío y distante, siempre dedicado a la investigación científica en el extranjero, sin mostrar ni la más mínima cercanía con nadie. ¿Y ahora se ofrecía amablemente a llevar a Ana?Mateo frunció el ceño, sintiendo una inexplicable inquietud. —Tío, yo puedo llevarla.—Es el cumpleaños de Carlos y tienes muchas cosas que atender. No te preocupes —respondió Gabriel, alternando la mirada entre Mateo e Isabella, con una sonrisa burlona en los labios.Isabella se tensó, sintiéndose incómoda ante la presencia intimidante de aquel hombre. ¿Qué tan cercano era con Ana? No pudo evitar especular, aunque la envidia hacia Ana predominaba en ella.Ignorando por completo a la pareja, Gabriel abrió la puerta trasera del auto, mientras decía: —Señorita Vargas, por favor.A esas alturas, Ana no tenía razones para rechazarlo, por lo que se montó en el vehículo sin más. Mien