72 ¡Muérdeme!

Adriano puso el anillo en su dedo y ella se inclinó para besarlo, él de inmediato se levantó alzándola en brazos como si la chica fuera tan liviana como el viento y subió las escaleras con ella hasta la habitación.

Si la de la mansión era lujosa y amplia, esta lo era el doble, con finos acabados modernos, mucha luz y un ventanal panorámico con vista al mar.

Adriano la depositó con cuidado sobre la cama y se acomodó sobre ella esperando que protestara, pero no lo hizo, estaba tan imbuida en el momento que olvidó por completo la recuperación de su marido. A él no le molestó, tampoco sintió dolor o nada que le indicara que debía parar.

De modo que cuando acortó la distancia entre ambos, Angelina comenzó a desabotonarle la camisa sin perder tiempo, haciendo que Adriano se sintiera más que deseado por ella.

La pelirroja pasó las manos sobre el pecho desnudo y absolutamente escultural de Adriano, dibujando con la punta de sus dedos cada forma, cada valle y cada montaña de cuerpo trabajado.

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