El frío se colaba por las hendijas de las paredes de madera del establo y Adriano se frotaba los brazos con intensidad intentando entrar en calor y volverá a sentir de nuevo sus dedos, aunque por ahora no sabía que era más incómodo, la fuerte presión en el pecho o intentar mover las manos.Estaba preocupado, el frío era tan intenso que se le durmieron las piernas, cuando Angelina lo ayudó a ponerse de pie fue doloroso, era como si el hielo se le hubiera metido en los tuétanos y se le dificultaba incluso respirar.Angelina luchó por cruzar con Adriano hasta el otro lado el rosal, los fríos vientos los golpearon con fuerza y de pronto, algo parecido a una lluvia fina comenzó a caer sobre ambos calándolos hasta los huesos.La joven estiró una mano para comprobar lo que más temía. Nieve.La primera nevada había llegado, y ella se encontraba e
Adriano se relamió el labio mientras sentía como su masculinidad se endurecía y comenzaba a reclamarle desahogo. Observó como el pecho de la joven subía y bajaba lentamente con la tranquilidad de quien está aislada de sentirse en peligro. « ¡Qué inocente es! », él pensó, « Es una alma pura e ingenua, no tiene idea del peligro al cual se enfrenta estando cerca de mí, no sospecha ni un ápice lo que soy, ni lo que puedo llegar a ser, como tampoco lo que puede sucederle cerca de alguien como yo…» Adriano suspiró. « Tengo la facultad de dañar todo lo que toco, de poner en peligro a quienes me rodean, de arruinar las vidas de quienes se acercan demasiado a mí, y no puedo evitarlo…» los pensamientos tóxicos en la cabeza de Adriano hacían un ruido ensordecedor, parecido al de un enjambre de avispas que no lo dejaban aclarar su mente. Continuó atormentándose mientras, al mismo tiempo, sus deseos y bajos instintos se acrecentaban de forma animal, queriendo hacer suya al ángel que dormía prá
Angelina se detuvo ante la insistente llamada de atención de Sor Juana, la mujer se apresuró tras ella para tomarla del brazo y zarandearla girándola para verla de frente. — Angelina, ¿Estás bien? — Visiblemente preocupada. — Yo… — ¿Qué es lo que te pasa? — He… nada, solo estoy un poco abrumada — Dijo sin pensar. — ¿Abrumada? Pero, ¿Por qué? — Sor Juana quiso saber para comprobar sus sospechas. — No es nada, yo solo necesito hacer algo, necesito tener la cabeza ocupada y pronto se me pasará, debe ser... ¡¡El encierro, si es eso definitivamente! — Angelina, esto no estás bien, la Madre Superiora dijo que se habían estado perdiendo medicamentos muy fuertes... — Juana se mordió el labio antes de proseguir, temía terminar de hablar y causar un problema mayor — Y entre ellos algunos para el dolor considerados... peligrosos... — No tanto, solo son calmantes — Esta vez respondió en automático y de inmediato se arrepintió. No era buena para esconder cosas, nunca lo había sido. — Enton
— En serio los necesito, o mejor dicho, solo necesito lo que está en mi bolsillo derecho, si pudieras conseguirlo yo… no te molestaría más, me iría, creo que ya has hecho mucho por mí, no quiero causarte más problemas, sé que no es fácil lidia con un enfermo, y menos si debe mantenerlo escondido. Adriano suavizó el tono de su voz buscando manipularla, pero ella sabía exactamente los que él estaba haciendo. — No necesitas hacerte el amable conmigo, sé lo que eres, sé que eres un hombre peligroso, lo dijo la policía cuando vino a buscarte, yo fui quien decidió, aun así salvarte la vida, si necesitas lo que están en tus pantalones lo buscaré, pero debes prometerme que te irás, en verdad, ya no puedo seguir con esto, si me atrapan lo perderé todo y estoy aquí porque estoy convencida de que este es mi lugar en la vida. Él sintió una punzada en el corazón, se llevó la mano al pecho y se masajeó de manera instintiva. ¿Le dolían las palabras de la chica? Pero ¿Por qué? No estaba ligado a e
Angelina necesitó un par de minutos y sentarse para digerir lo que estaba viendo en la palma de su mano. Se dejó caer en la esquina de la cama y observó cuidadosamente los cristales perfectamente cortados que expedían un brillo hermoso e inusual. — Son diamantes… — Dijo inspirando profundamente mientras por su cabeza pasaban mil posibilidades de delitos relacionadas con el tráfico de las piedras — Bueno, Angelina, ¿Y qué carajos pensabas que ibas a encontrar? Sabes lo que él es, sabes que es un mafioso, no podía ser algo mejor, de hecho, creo que es lo mejor, ¡Tal vez pude encontrarme otra cosa…! — Se dijo en un diálogo consigo misma. La novicia hizo un cálculo rápido, y como buena hija de comerciante supo que tenía en sus manos un puñado de millones y todos estaban justo ahí, en su poder. — ¡Cuantas cosas se podrían hacer por los niños del orfanato solo con una de estas piedras! — se dijo — Si tal vez él quisiera donar alguna… La idea cruzó por su mente de manera fugaz, pero lueg
Con la espalda pegada a la pared, la respiración de Angelina se aceleró temerosa, sentía que, si Adriano se acercaba un poco más, no sería capaz de mantener el control, temía a reaccionar como lo hacía en sus sueños, dejándose llevar.Las manos de Adriano tomaron su rostro mientras su cuerpo presionó el suyo contra el muro con fuerza. La respiración jadeante de Angelina delató su deseo creciente de los labios del sexi desconocido y la mirada felina y gris de él la taladraron sin permiso.— Te deseo… — él susurró despacio con voz ronca mientras detallaba las delicadas líneas del azul de sus ojos — Te deseo como nunca he deseado a nadie, muchas mujeres han pasado por mis manos, pero ninguna como tú.— Por favor, no… — Ella rogó sin saber exactamente si quería que se detuviera o al contrario
— ¡Madre! Te ruego que me alejes de la tentación, sabes que mis intenciones fueron puras desde el principio, pero ahora no lo sé, y temo caer — Angelina susurraba mientras Adriano la observaba desde las sombras, envuelto en la manta.— Ella sufre, pero, ¿Por qué? ¿Acaso seré yo la razón de su pesar? Tal vez ya sea el tiempo de irme, puede que haya pasado más tiempo del debido en este lugar — algo atravesó su pecho al ver las lágrimas de la joven, una sensación que no esperó, no era lógico en él sentir compasión por nadie, pero ahí estaba con el pecho convertido en una uva pasa por una chica que apenas conocía — Definitivamente, ya me llegó la hora.Adriano se alejó devolviéndose sobre sus pasos sigilosamente, cruzó el convento de lado a lado y buscó la puerta trasera a tientas, empu
La chica intentó por todos los medios de actuar de forma fría y displicente, pero él sabía que solo era una suerte de pantomima para convencerse a sí misma que debía mantener la sana distancia.Ella le entregó un par de mantas y le mostró el lado de la cama en donde dormiría antes de desaparecer en el baño tras la puerta.Él se preguntó cómo harían para caber los dos en semejante espacio, era reducido, no estaba seguro de si era una cama sencilla, común y corriente, o si era un poco más angosta que las demás, por aquello de que todo en el convento parecía estar diseñado para que la vida allí fuera una eterna penitencia, a él le pareció minúscula la bendita cama, acostumbrado a su King Size de dos por dos metros en la que había protagonizado más de un delicioso revolcón con, en ocasiones, m&