Las lágrimas dejaron de caer, pero aún sentía la tibieza y humedad de estas en sus mejillas. No sabía cuánto tiempo había pasado, tampoco era como si le importase. Lo único que tenía en mente ahora mismo era poder aclarar la confusión que habitaba dentro de su corazón.
Desde que experimentó el placer de estar con una mujer, desde su primera vez, había decidido que nunca se involucraría sentimentalmente con ninguna. Decidió ser el tipo de hombre libertino. La clase de hombre que prefiere pasarla bien, gozar de la compañía de turno y pasar a otra la noche siguiente. Había conquistado muchos corazones por aquí y allá, pero nunca nadie conquistó el suyo. Estuvo bien de esa manera hasta seis años atrás.
Demasiadas cosas pasaron desde entonces. Muchas situaciones vivió e incluso, contra su voluntad, terminó ce
No sentía euforia, tampoco las famosas mariposas revolotear dentro de su estómago. No sentía nada de lo que suponía sentiría al decir aquellas palabras en voz alta. El único sentimiento que albergaba dentro de su pecho era… dolor.El dolor que lo encarceló, aplacó cualquier atisbo de otros sentimientos. Sin embargo, se había arriesgado y aceptó la realidad tal cual era por primera vez en su vida. Pese a ello, aquellas palabras dichas en voz alta, arraigaría a que su vida cambiase nuevamente y no tenía idea de cómo.Durante muchos años se consideró un hombre libertino, un hombre que solo gozaba de los placeres que le proporcionaban las mujeres; placeres que ningún hombre debiese de reprimir, pero lo cierto era que había dejado de ser ese hombre.Santiago Brin se convirtió en aquel hombre que él mismo renegó de serlo in
Había muchas cosas que Santiago podía olvidar, situaciones, experiencias, vivencias, entre otras similares, pero no podía olvidar que la mujer que tenía delante de él, era la culpable de que sintiese por primera vez en su vida sentimientos. Tampoco podía olvidar que fue ella quien le confesó —en un lamentable estado etílico— que estaba enamorada de él y que, en todos estos años, no lo había podido arrancar de su corazón.Era una situación irónica, sin embargo, que después de aquella noche en la cual Olivia le confesó que seguía enamorada de él, Santiago confesó lo mismo, que él también se había enamorado de ella, pero las palabras de Santiago no fueron dirigidas a Olivia. Aquella confesión no fue escuchada por Olivia y era un tanto hilarante que ahora él quisiese hacer borrón y cuenta nueva,
—Hemos hecho el balance del año y las ganancias han aumentado casi el triple que el año anterior. Gracias a los ajustes que se han hecho, los sueldos de los empleados son acorde con el desempeño y puesto de cada uno.—Verificamos que cada jefe de producción gestione correctamente las actividades de elaboración y que mantenga siempre un objetivo fijo. Hicimos una minuciosa investigación a cada administrador de cada sucursal y optamos por ampliar la cuenta principal, dejando un margen de unos cinco millones de dólares que solo serán utilizados en caso de requerir…Santiago dejó de prestar atención y su mente se alejó de todo lo referente al trabajo. La realidad era que él ya había leído los informes, había hecho su propia investigación y, según su percepción, Metal Desing estaba en pleno apogeo. Razón por la cual no le in
Santiago se encontraba en un estado eufórico mientras observaba los distintos cuadros de paisajes futuristas, haciendo caso omiso a la guía que describía dichos paisajes. Hacía mucho tiempo que no visitaba una galería de arte y, si bien esto no era una galería como tal, podía sentir esa vetusta sensación emerger dentro de sí. Había olvidado lo que era sentirse en su propio mundo, había olvidado lo que le causaba la pintura y esto era…—Tienes la misma expresión de cuando te veía pintar en mi antiguo jardín.La suave voz caló en sus oídos, provocando que pestañase un par de veces y volviese a ser consciente de todo a su alrededor. Hizo un mohín en los labios cuando una sensación de nostalgia se instaló en su pecho.—Lo siento, me dejé llevar por…—Lo sé. Dime, ¿dejas
Era ridículo que ahora tuviese la mente ocupada con pensamientos en lo absoluto referentes al trabajo. Era ridículo que ahora tuviese casi siempre una sonrisa tonta en los labios. Era inaceptable que sintiese un burbujeo dentro del estómago cada vez que imaginaba el rostro abochornado de cierta mujer.Santiago no estaba habituado a los sentimientos que ahora tenía, que ahora sentía. No estaba contento con sentirse como un adolescente hormonal y no estaba a gusto con las cosas que hacía por las noches. Solo su mano no alcanzaba para aliviarlo del estrés que cargaba, necesitaba la compañía de una mujer casi con desesperación. Quería y ansiaba tener sexo, pero cuando su mente le recordaba que ahora se encontraba intentando establecer una relación con cierta mujer de ojos color avellana, recurría a un propio trabajo manual. Dios, no sabía hasta cuándo podría continuar d
Exteriormente, Santiago demostraba estar sosegado, hablando con fluidez, sonriendo genuinamente, pero la realidad distaba de ser así. La verdad era que por dentro Santiago tenía y sentía un torbellino de emociones enredadas, de sentimientos que emergían cada vez más, queriendo tomar el control de sí. De hecho, le estaba costando bastante continuar suprimiendo los impulsos y deseos de hacer de una maldita vez todo aquello que imaginó mientras conducía hasta el restaurante. Dios, en serio, él rogaba por no dejarse dominar por sus descabellados arrebatos.Hacía más de una hora que se hallaba en el restaurante, sentado tan parsimonioso como sus emociones y sentimientos se lo permitían. La cena había sido exquisita y ahora estaba disfrutando de una taza con café mientras escuchaba hablar a la más hermosa mujer sobre la faz de la tierra, Olivia Wetter.—Me trata com
El burbujeo que sentía en el estómago no era otra cosa que el café que bebió después de la cena porque definitivamente no eran las dichosas mariposas, en lo absoluto. El leve temblor en las manos no se debía a los nervios, era solo el frío entrando por la abertura de la ventanilla de la puerta del coche. El son frenético de su corazón no se debía a los sentimientos abrumadores que le provocaba la mujer que iba sentada en el asiento de pasajero, era solo la cafeína… En realidad, Santiago no quería reconocer que todo el conjunto de lo que estaba sintiendo y experimentado se debía a…—Santiago, creo que deberías estacionar ahora —Miró de soslayo a Olivia—. En serio, estás dando vueltas por las mismas calles una y otra vez.Frunció el ceño al percatarse de ese enorme detalle. De acuerdo, sí, él estaba da
No podía creer lo que veía en el impoluto espejo. No podía creer que ese reflejo que portaba una sonrisa tonta fuese el suyo. Era imposible que cada vez que veía su propio reflejo, esbozase una sonrisa tonta y ridícula. Dios, en serio, nunca creyó que estar y sentirse enamorado arraigaría a que se sintiese estúpido y tonto. Tampoco contó con que su mente se perdiese en pensamientos color rosa y dejase de prestar atención en los negocios. No, Santiago no podía continuar de esa manera y ansiaba poder hacer algo con carácter urgente si quería mantener su imagen de empresario eficaz y capaz. Sobre todo ahora que su padre había dejado entrever que dejaría el mando de la empresa y que sería él quien se ocupase de dirigir Metal Desing y a los miles de empleados distribuidos en las centenares de sucursales en todo el país.Era un trabajo para el cual se hab&ia