Para ser un gran líder se necesita a tu gente de apoyo, tu famiglia.
AzzuraEstoy en la camioneta blindada —la que era la favorita de papá— y vamos por el sendero de la villa. Nos escoltan los chicos del clan Corvi: una camioneta adelante y otra en la retaguardia.Después de desayunar, los chicos fueron a tomar una siesta para recuperar fuerzas por el vuelo. Mi madre se marchó a su habitación. Todavía no ha tenido el placer de encontrarse con la madrastra. Los tres iban a dormir. Le di instrucciones a Amerigo y Narciso de cuidarla si oyen los aullidos de la viuda.Me acompaña Itala. Por más que le pedí que se fuera a descansar, se negó.Al menos estoy conforme con que el encargado de la villa sea Kenta.Salimos por el portón, y el golpe en la ventanilla me hace brincar. Terzo frena y maldice, abriendo la puerta.—Sabandija, tiraré de tus orejas —gruñe Terzo mientras se baja del auto.Observo el embarre de algún resto de merda o algo parecido deslizarse por la ventanilla.—¿Eso es popó? —chilla Itala con la expresión asqueada.—Podría ser chocolate —brom
BaldassareEl celular de Neri suena y toma la llamada. Espero que mi plan no haya tenido bajas.—Lo arrojaron… perfetto… ¿No hubo problemas?El transmisor nos trajo a una gelateria en Polistena. Envié a Guido hacia el interior para ver si puede comunicarse con Santo. Neri cuelga la llamada y guarda el móvil en su chaqueta de vestir.—Tiraron el cuerpo en el portón de Vittorio Minniti —informa y baja el parasol—. Los tipos dispararon, pero sin afectar.Neri mueve la cabeza de lado, viéndose en el mini espejo del parasol.—Todo ha salido tal como lo planeé en mi inteligente cerebro —me jacto.—Bal, fue muy riesgoso —señala Neri y sube el parasol.—No me tomó mucho escribir el mensaje —refuto.—No siempre tendrás a Santo para que haga revuelo en la entrada.—Los mensajes serán en sitios estratégicos.—¿Cazarás a los Minniti, su sangre, para dejar mensajes de… —dobla sus dedos simulando entrecomillas— amor?Mi primo se refiere a que maté a uno soldado de Vittorio y usé su sangre para el me
AzzuraAl salir de la gelateria, un joven desaliñado y desconfiado aparece frente a nosotros. Parece estar escapando; mira en todas direcciones y mantiene la mano dentro del abrigo oscuro. Mis hombres lo acorralan, pero Santo se interpone, cubriéndolo con su pequeño cuerpo.—Es mi primo —dice, y el niño, con cara de bravucón, les hace mala cara a mis hombres—. No lo toquen.—Santito, ¿qué merda haces por estos lados? —le reclama el joven sin dejar de vigilar su entorno. Noto sus pupilas dilatadas—. ¿Estás en problemas con la quintina?El tipo está drogado, pero me reconoce, y eso me gusta. Comparto una mirada cómplice con Itala y chocamos las palmas. Sin embargo, la cabeza de Uzumaki se interpone entre nosotras. Ambas lo miramos.—¿Todavía no creen que esa transmisión llegó hasta Japón? —pregunta, divertido.—Allá fue el primer sitio donde llegó —lo molesto.—¡Tú, ladrón! —grita una mujer a nuestras espaldas.Giro sobre los talones y encuentro a una señora de mediana estatura, con la r
AzzuraEstoy absorta, observando mi reflejo en la vidriera del local de tatuajes. El cristal es tintado; seguramente me miran desde el interior. Rozo con el dedo la calavera que se desintegra en el medio del vidrio. Sobre ella, se lee: Segnati (Márcate).—Le falta originalidad —comento con mordacidad.—Hubiera esperado algo como: Tatuato sulla mia anima (Tatuado en mi alma). —Itala me sigue el ritmo.—Lo importante es el arte —aboga Terzo.Lo empujo para poder ver su cuello.Nunca he visto completo su tatuaje de alas. Con el dedo, trazo el contorno del ala derecha. Su nuez de Adán se mueve al tragar, y mi dedo se queda suspendido.—Lo siento, es que nunca me has mostrado tus alas.De repente, siento la necesidad de justificar mi atrevimiento. Su sonrisa se ensancha.—Azzura, no te voy a comer. —Terzo se inclina y se mofa de mi reacción—. No eres mi tipo —susurra en mi cara.Entrecierro los ojos y decido seguirle el juego. Llevo los dedos a su corbata y la aflojo. Terzo no se aparta; su
BaldassareElla ha gemido.Por mí.Mi lado posesivo se golpea el pecho.Soy un animal territorial.Nada de ella pasa desapercibido ante mis ojos. Puedo ver su cuerpo cediendo al mío, y eso me desquicia. Rompo la distancia y presiono el cañón del arma contra mi pecho. No temo que me dispare. Si lo hace, lo aceptaré.Estar cerca sin tocarla es inconcebible. Mis manos pican por sentirla y obedezco, posándolas en su cintura.—No tienes derecho a tocarme —gruñe, luchando contra nuestra conexión—. Me has hecho daño, ¿no te conformas?Su pregunta me toma con la guardia baja. Odio que sus ojos se humedezcan. No puedo deshacer la muerte de su padre, pero sí enseñarle lo bien que nuestros cuerpos se acoplan.—Mis planes nunca han sido herirte.Coloco mi mano sobre la suya y guio el arma entre mis cejas.—Acaba conmigo. Cobra tu vendetta —la aliento, y ella se muerde el labio inferior—. Es tu oportunidad.—¿Tú detonaste el lanzacohetes?Puedo ver el deseo de que lo niegue. Azzura quiere convencer
AzzuraSu pregunta me obliga a sentarme en la camilla. Balanceo las piernas buscando qué hacer con mis nervios.Este hombre es una eminencia. Su sonrisa es moja-bragas y, al mismo tiempo, desestabiliza a la quintina. Sus labios son un arma letal.Baldassare no despega los ojos de la tableta mientras yo intento encontrar la mejor respuesta a su pregunta.«¿Qué hago?».De todo.—Me haces dudar —respondo llanamente.El Biondo Diavolo alza la mirada y me remuevo en la camilla. No hay nada más precioso que perderse en sus pupilas.—Es al contrario —refuta, seguro.Enarco una ceja ante su convicción.—Te hago ver la realidad entre nosotros.—Eso no borra que seamos de familias enemigas —me aferro a nuestro amor imposible.—Acuéstate, tengo el dibujo.—Muéstralo —pido, nerviosa.—Será una sorpresa.Se pone los guantes de látex y mi cara debe indicarle mi negativa.—Confía en mí.—¿Y si me tatúas…? —Escribo en el aire con el dedo—: Eres mía, Gacela.Baldassare se da toques en la barbilla.—No
BaldassareMiro su reflejo en el espejo a nuestra izquierda y, joder, soy un cretino con suerte. La tengo desnuda, con el top enrollado en su vientre. Merda, el tatuaje queda perfecto entre sus niñas.—Es oscuro, elegante y poderoso. Justo como tú —recito con el corazón henchido.Azzura, asombrada, me encara. Sus ojos, aguados, terminan desbordándose y guío mis manos a su rostro. Froto con mis pulgares debajo de sus ojos y su llanto aumenta. La empujo contra mi cuello, donde se ajusta a la perfección, y masajeo su cuero cabelludo.—Espero que ese llanto sea porque separarte de mí es doloroso —susurro, y su risa me hace cosquillas en la piel.—Tienes talento para enloquecerme… pero también para recordarme que siempre seremos fugaces.Mi polla sigue dentro de ella, sin gorro, solo sus paredes abrazándome, y la sensación es otro maldito nivel. Me pregunto cuánto tardará en llegar el reclamo.—Debe ser agotador.Ella se separa de mi cuerpo y me enfrenta con el ceño fruncido.—¿Agotador?—N
Baldassare—¡Te lo marcaste! —exclama.No es algo común en mí. Mis tatuajes son una manera de expresar mi arte. Emociones. Pero esa marca merecía ser eterna.Azzurra se refiere a que me tatué su mordida arriba de la tetilla. Guido estuvo dispuesto. Aquella madrugada de vigilia con mi hermano en la suite, era mi turno de bañarme. Neri me relevó y, al salir, me encontré a Guido en el pasillo. Llevaba equipo de tatuar. Le pregunté si podía tatuarme. Asintió, serio. Lo demás es historia.—Y muy pronto me tatuaré el del hombro.Miro la mordida en el lado izquierdo, y su mano acaricia la zona.—Biondo Diavolo, comenzaré a cobrar por mis mordidas —bromea, y me sorprendo riendo por segunda vez sin control.—Triplico el pago por ello.La acerco, llevo mi boca a su hueco y succiono su piel, dejando un chupetón.—Te marqué un beso.Me dejo caer y observo cómo su sonrisa pinta su rostro, mostrando los dientes.—¿Gacela, averiguaste si debes tenerme miedo?Saco a colación nuestro primer encuentro.