La atmósfera en la sala se tornó un poco tensa cuando Beatrice irrumpió con su característico sentido del humor. Con una sonrisa traviesa, observó a Oliver y a Blair, quienes se separaron rápidamente y se les encendió la cara de sorpresa.—¿Qué te parece, Oliver? ¿Quieres quedarte a dormir con Blair? Así no estará sola —sugirió Beatrice, guiñándole un ojo a Oliver antes de retirarse. La puerta se cerró tras ella y, en ese instante, Oliver y Blair se miraron, brillando una chispa de complicidad en sus ojos.—¿Te imaginas? —dijo Oliver, rompiendo el silencio con una risa nerviosa. —¿Qué diría Beatrice si supiera que esto no fue solo un beso de despedida?Blair sonrió, con el corazón latiendo con fuerza.—Tal vez deberíamos darle una razón para que se sorprenda aún más —respondió Blair, acercándose un poco más a él.—Te propongo que nos escapemos esta noche —dijo Oliver, mirándola emocionado y nervioso. —No me sentiría cómodo quedándome a dormir aquí, ya sabes cómo es la casa de Beatrice
En una lujosa habitación del Palacio de Cambridge, la condesa Charlotte, con desdén, miraba por la ventana. Su marido, Patrick, se preparaba para salir a atender a los visitantes, pero Charlotte no podía contener su frustración. Sabía que Oliver estaba saliendo con una joven que ella consideraba indigna, y su determinación por separarlos ardía en su interior.—Patrick, sé quién es la chica que está con Oliver —dijo Charlotte, girándose hacia él con una mirada desafiante. —Esa ramera no tiene cabida en nuestra sociedad. Haré lo que sea necesario para separarlos. No entiendo cómo Beatrice puede permitir esto, ¡ella es una mujer distinguida!Patrick suspiró, intentando mantener la calma. —Querida, no te metas en ello. Debes tener prudencia. La boda de Oliver con la princesa Elizabeth está lejos de estar consolidada.Charlotte frunció el ceño, visiblemente enfadada. —¡Sobre mi cadáver! Esa boda ya es un hecho y debemos acelerar el compromiso. No permitiré que una simple modista arruine nu
Días después...Palacio de Amalienborg, Copenhague.—Dios no puede ser, es ella —exclamó el príncipe Arthur, padre de Elizabeth, a su mano derecha, Jacob Larsen, al ver la fotografía de Blair.El asombro en la voz del príncipe Arthur era obvio y su declaración dejó a Jacob Larsen boquiabierto. La imagen de Blair había despertado algo en el príncipe, una mezcla de admiración y deseo que lo dejó sin palabras.—¿Quién es ella? —preguntó Jacob, curioso por conocer la identidad de la mujer que había causado tal impacto en el príncipe.—Es Blair —respondió Arthur, con los ojos aún fijos en la fotografía. —La mujer a la que estuve a punto de comprar en la subasta.Esta revelación dejó a Jacob Larsen atónito. Nunca lo había visto tan afectado por alguien, y la pasión que había en su voz era inconfundible. Jacob le susurró al oído a Arthur:—Puede que sea la amante de Oliver Campbell, ya que se la vio acompañándolo en Noruega.La preocupación se reflejaba en el rostro del príncipe Arthur, un h
Casa de moda Miller.Blair aún no se había repuesto de haber plantado cara a la condesa Charlotte de una forma u otra. No se dejó amilanar por su linaje. Beatrice llegó nerviosa para saber cómo le había ido el encuentro con la condesa. Se disculpó por no haber estado allí, ya que la lluvia la había dejado paralizada para salir de casa. Blair la miró con cariño y le dijo que todo estaba bien, aunque también le advirtió que su romance con Oliver estaba a punto de acabar.—¿Qué? ¿Por qué dices eso? ¿Qué pasó en el encuentro con la condesa?—No fue nada fácil, pero creo que logré hacerle ver que Oliver y yo somos felices juntos. Sin embargo, siento que nuestro tiempo se acaba.—¿Por qué lo dices? ¿Acaso la condesa no te creyó?—Sí, creo que me creyó, pero las normas de la monarquía son implacables. No puedo seguir mintiéndome y pensando que todo va a salir bien. Oliver tiene que cumplir con sus deberes y yo con los míos.—Pero si realmente lo amas, nada puede impedir que estén juntos. Ten
En el fastuoso despacho del príncipe Arthur, las paredes, adornadas con retratos de antepasados y tapices de colores vibrantes, parecían presenciar la dureza que se respiraba en el aire. La princesa Elizabeth, con su cabello castaño brillando a la luz del sol que entraba por la ventana, entró sin previo aviso. Su rostro reflejaba una mezcla de frustración y firmeza.—Padre —comenzó, y su voz se escuchó con impaciencia—, no puedo seguir esperando. Este compromiso con Oliver se está retrasando demasiado. ¡Quiero casarme con él ya!El príncipe Arthur, sentado tras su escritorio, levantó la vista con una mezcla de sorpresa y resignación.—Elizabeth, querida, entiendo tu impaciencia, pero hay protocolos que debemos seguir. No podemos apresurar algo tan importante.—¿Protocolos? —replicó ella, cruzando los brazos con desdén. — ¿Desde cuándo los protocolos son más importantes que mis deseos? Estoy harta de esperar. Oliver es el único que me interesa y no voy a permitir que nada ni nadie se
Copenhague, Dinamarca.Oliver ajustaba su traje con las manos temblorosas, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de él. Estaba a punto de reunirse con el príncipe Arthur Olsen y la presión de la situación le estaba provocando nerviosismo. Sin embargo, había tomado una decisión firme: rompería su compromiso con Elizabeth. No le importaba si su tía estallaba en cólera; estaba decidido a poner fin a esa situación que lo atormentaba. Era el momento de liberarse de las cadenas del deber y permitir que buscaran a otro candidato para la mano de la princesa. Con un profundo suspiro, Oliver se preparó para lo que estaba por venir, con la esperanza de que, al hacerlo, finalmente podría encontrar la paz que tanto anhelaba.—Buenas tardes, Oliver —saludó el príncipe Arthur con tranquilidad y seriedad, propias de su estatus noble.Oliver correspondió al saludo con la misma distinción y, sin perder tiempo, fue directo al grano.—Príncipe Arthur, agradezco su tiempo, pero debo informarle de que no
Debido a su impaciencia, la odiosa princesa Elizabeth decidió actuar por su cuenta y le pidió a Jacob, la mano derecha de su padre, que la ayudara a conseguir su objetivo. Jacob es un hombre apuesto y joven, de unos treinta años, al igual que Oliver, pero carece de título y fortuna. Sin embargo, está enamorado de la princesa Elizabeth, quien es consciente de su amor y se aprovecha de él para cumplir sus caprichos, manteniéndolo en un estado de esperanza vacía.La piel de Jacob se erizó al sentir el cálido aliento de la bella princesa Elizabeth muy cerca de su oído y cuello.—¿Estarías dispuesto a ayudarme en algo? —preguntó ella, y él tragó saliva, abrumado por su presencia, y respondió de inmediato que sí, sin poder negarse.Ella continuó rápidamente:—Quiero saber mucho más sobre Oliver Campbell, mi futuro esposo.Jacob asintió con tristeza y, en silencio, respondió:—Como usted diga, su alteza. Yo mismo lo investigaré más a fondo con mis contactos, no se preocupe.Elizabeth insisti
El duque Oliver Campbell subió a su avión privado con destino a Londres, sumido en un torbellino de emociones. La ira y la impotencia se apoderaban de él, y apretaba los puños hasta que le entumecían. Una vez más, se veía atrapado en las redes de la nobleza, donde todos parecían tener derecho a entrometerse en su vida personal. El peso de la monarquía caía sobre sus hombros como un yunque, una carga que no podía quitarse de encima por más que lo intentara. Mientras el avión despegaba, Oliver se reclinó en su asiento, cerrando los ojos en un vano intento por escapar de la realidad que lo rodeaba. En su mente, las amenazas del príncipe Arthur sonaban como un eco incesante que le recordaba que su destino estaba sellado. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, una chispa de rebeldía comenzaba a arder, alimentada por su amor por Blair y su deseo de liberarse de un futuro que no deseaba.—Duque —exclamó John, su asistente—, ¿qué haremos ahora?Oliver se pasó una mano por el cabello, visi