El duque Oliver Campbell subió a su avión privado con destino a Londres, sumido en un torbellino de emociones. La ira y la impotencia se apoderaban de él, y apretaba los puños hasta que le entumecían. Una vez más, se veía atrapado en las redes de la nobleza, donde todos parecían tener derecho a entrometerse en su vida personal. El peso de la monarquía caía sobre sus hombros como un yunque, una carga que no podía quitarse de encima por más que lo intentara. Mientras el avión despegaba, Oliver se reclinó en su asiento, cerrando los ojos en un vano intento por escapar de la realidad que lo rodeaba. En su mente, las amenazas del príncipe Arthur sonaban como un eco incesante que le recordaba que su destino estaba sellado. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, una chispa de rebeldía comenzaba a arder, alimentada por su amor por Blair y su deseo de liberarse de un futuro que no deseaba.—Duque —exclamó John, su asistente—, ¿qué haremos ahora?Oliver se pasó una mano por el cabello, visi
Jacob se estacionó en el coche, sumido en sus pensamientos. Se encontraba ante un dilema: ¿debería contarle a Elizabeth todo lo que había averiguado sobre Oliver por petición de su padre o callar y ocultar la verdad? Las dudas lo consumían por dentro mientras contemplaba las posibles consecuencias de cada decisión. ¿Sería mejor ser honesto, aunque eso pudiera hacerle daño a Elizabeth? ¿O quizás el silencio la protegería, pero a costa de su propia integridad? Con un suspiro, apagó el motor, sin saber aún qué decisión tomar. Fuera cual fuera su elección, sabía que cambiaría el rumbo de varias vidas para siempre.Elizabeth se acercó a Jacob con una sonrisa dulce y le dijo con voz suave como la miel:—Jacob, querido, ¿hay algo que quieras contarme? Te noto preocupado.Cautivado por la ternura de Elizabeth, Jacob sucumbió a su encanto y le confesó la verdad:—Princesa, yo... Hay algo que debe saber sobre el duque de Cambridge. Cuando estuvo en Noruega no estuvo solo, lo acompañaba una muje
Elizabeth, con la determinación reflejada en su mirada, cerró la puerta del despacho tras de sí, asegurándose de que nadie pudiera interrumpir su conversación con Jacob. La tensión se palpaba en el ambiente mientras se acercaba a él con una voz suave pero firme.—Jacob, necesito que me ayudes a alejar a esa mujerzuela que se interpone entre Oliver y yo. No puedo permitir que su deseo arruine nuestro futuro. Este matrimonio es inevitable y ella tiene que entender que Oliver será mi esposo; soy la mujer que le conviene — dijo, mirándole fijamente a los ojos en busca de una chispa de complicidad.Jacob, sintiendo el peso de su mirada y la urgencia en su voz, tragó saliva.—Princesa, haría cualquier cosa por usted. Si eso significa eliminar a esa mujer, lo haré. No puedo soportar verla sufrir por alguien que no la merece —respondió, su voz temblando ligeramente, pero con una resolución que le sorprendió a él mismo. —Incluso si eso significa... matar por usted.Elizabeth sonrió, un destell
En el resplandor de las luces de la pasarela, Blair contuvo el aliento y se le llenaron los ojos de lágrimas de emoción al ver sus diseños cobrar vida en el cuerpo de las modelos. Era el momento culminante de incontables días y noches de arduo trabajo junto al equipo del taller Miller, donde había puesto en práctica cada lección aprendida en la prestigiosa escuela de moda. Desde su más tierna infancia, Blair había soñado con estar en un desfile como este, y ahora ese sueño se hacía realidad ante sus ojos. A su lado, Oliver y Beatrice, la aristocrática mentora de Blair, la miraban con orgullo y admiración. Beatrice no podía ocultar su sonrisa al ver el talento innato de su protegida sobre la pasarela. En ese instante mágico, cuando se apagaron las luces y el silencio envolvió el recinto, Blair sintió que todo su cuerpo temblaba de la emoción.—Aquí estoy, amor —le susurró Oliver al oído, apretando su mano con ternura.Blair cerró los ojos por unos segundos, dejándose envolver por la ca
Al día siguiente...—Habla John de la oficina del duque Campbell.—¡John! Soy la condesa Charlotte. He estado tratando de localizar a Oliver toda la mañana. ¿Dónde se ha metido? —Espetó iracunda.—Buenos días, condesa. Me temo no poder darle esa información, no conozco el paradero exacto del duque Campbell en este momento...—¿Cómo que no sabes dónde está Oliver? ¡Eres su maldito asistente! ¿No es tu trabajo saber dónde está?—Sí, señora, normalmente lo es. Pero el duque tenía algunos asuntos personales que atender esta mañana y...—¡No me importa lo que esté haciendo! ¡Necesito hablar con él de inmediato! Es de suma importancia.—Entiendo su frustración, condesa. Si quiere, puedo intentar contactar con él para pedirle que se comunique con usted lo antes posible.—¡Eres completamente inútil, John! Oliver nunca debió contratarte. ¡Espero que tengas noticias suyas pronto o tu trabajo peligrará!John suspiró mientras colgaba el teléfono. No era la primera vez que lidiaba con uno de los a
Elizabeth y Jacob aprovecharon la oportunidad para escapar del protocolo real. Al descender del avión, Elizabeth le hizo una señal a su prima para pedirle que se dirigiera con el resto del servicio al Palacio de Cambridge. Decidió disfrutar de un momento a solas con Jacob y se adentraron en un paseo por la ciudad. Buscando un lugar apartado de la atención mediática, encontraron un rincón tranquilo donde podrían conversar sin ser molestados por los paparazzi.Elizabeth le acarició suavemente el rostro y musitó con suavidad:—Sabes, Jacob, eres muy guapo. Tienes esos ojos azules que derretirían a cualquiera.—Gracias, princesa. Es muy amable —respondió Jacob, mientras tragaba saliva.—Es una pena que no tengas un título. Solo eres un simple lacayo... Bueno, eso debe de ser un poco frustrante, ¿no? —comenta ella con menosprecio, como de costumbre.Con voz tranquila y manteniendo la distancia, Jacob la mira con seriedad y le responde:—No lo veo así. Cada uno tiene su lugar y yo estoy con
Al llegar a la mansión de Cambridge, la princesa Elizabeth dejó atrás los recuerdos de Jacob y se dejó llevar por la emoción del momento. Con una sonrisa radiante, se acercó a Charlotte, tía de Oliver. Se sentó en un sillón y exclamó:—¡Oh, condesa! No me creo que por fin estemos aquí, de nuevo en el palacio. Es un lugar maravilloso.—Es un lugar mágico, querida. Y aún más emocionante es pensar en la boda entre tú y Oliver, ¿no te parece un sueño hecho realidad?—¡Sí! Desde que lo conocí, he sentido que hay algo especial entre nosotros. Y ahora, con su apoyo, siento que todo es posible.—Por supuesto, querida. Oliver es un buen partido, no solo por su fortuna, sino también por su carácter. Es un hombre excepcional.—Y es tan apuesto... No puedo evitar imaginar cómo será nuestra vida juntos, ¡sería perfecto!—Y con un poco de planificación, podemos hacer que ese sueño se convierta en realidad. ¿Ya has pensado cómo te gustaría que fuera la ceremonia?—Oh, sí, quiero que sea algo grandio
Elizabeth, con voz cargada de rabia y frustración, murmuró para sí misma:—¿Cómo se atreve esa maldita mujerzuela a robarme el protagonismo con Oliver? (Rompió violentamente los recortes de revistas). ¡Yo debería haber sido la estrella de esa gala! ¡Yo soy la verdadera aristócrata aquí, no esa advenediza de Blair Connor!—Todos la adoraban, todos hablaban de ella y de su estúpida colección, ¡mientras yo me pudría en esta maldita mansión de Cambridge! —gritó, arrojando los trozos de papel por la habitación. — ¡No lo soporto, no lo acepto!Inmediatamente, con una sonrisa maliciosa, se dijo a sí misma:—Pero esto no quedará así, oh no... Blair, tu cuento de hadas llegará a su fin. Te haré pagar por cada aplauso y por cada halago que recibiste y que era mío.Luego, paseándose por la habitación y hablando consigo misma, dijo:—Disfruta mientras puedas de tu momento de gloria, Cenicienta, porque tus días están contados. ¿Crees que puedes brillar más que yo? ¿Crees que puedes quitarme lo que