Casa de moda Miller.Blair aún no se había repuesto de haber plantado cara a la condesa Charlotte de una forma u otra. No se dejó amilanar por su linaje. Beatrice llegó nerviosa para saber cómo le había ido el encuentro con la condesa. Se disculpó por no haber estado allí, ya que la lluvia la había dejado paralizada para salir de casa. Blair la miró con cariño y le dijo que todo estaba bien, aunque también le advirtió que su romance con Oliver estaba a punto de acabar.—¿Qué? ¿Por qué dices eso? ¿Qué pasó en el encuentro con la condesa?—No fue nada fácil, pero creo que logré hacerle ver que Oliver y yo somos felices juntos. Sin embargo, siento que nuestro tiempo se acaba.—¿Por qué lo dices? ¿Acaso la condesa no te creyó?—Sí, creo que me creyó, pero las normas de la monarquía son implacables. No puedo seguir mintiéndome y pensando que todo va a salir bien. Oliver tiene que cumplir con sus deberes y yo con los míos.—Pero si realmente lo amas, nada puede impedir que estén juntos. Ten
En el fastuoso despacho del príncipe Arthur, las paredes, adornadas con retratos de antepasados y tapices de colores vibrantes, parecían presenciar la dureza que se respiraba en el aire. La princesa Elizabeth, con su cabello castaño brillando a la luz del sol que entraba por la ventana, entró sin previo aviso. Su rostro reflejaba una mezcla de frustración y firmeza.—Padre —comenzó, y su voz se escuchó con impaciencia—, no puedo seguir esperando. Este compromiso con Oliver se está retrasando demasiado. ¡Quiero casarme con él ya!El príncipe Arthur, sentado tras su escritorio, levantó la vista con una mezcla de sorpresa y resignación.—Elizabeth, querida, entiendo tu impaciencia, pero hay protocolos que debemos seguir. No podemos apresurar algo tan importante.—¿Protocolos? —replicó ella, cruzando los brazos con desdén. — ¿Desde cuándo los protocolos son más importantes que mis deseos? Estoy harta de esperar. Oliver es el único que me interesa y no voy a permitir que nada ni nadie se
Copenhague, Dinamarca.Oliver ajustaba su traje con las manos temblorosas, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de él. Estaba a punto de reunirse con el príncipe Arthur Olsen y la presión de la situación le estaba provocando nerviosismo. Sin embargo, había tomado una decisión firme: rompería su compromiso con Elizabeth. No le importaba si su tía estallaba en cólera; estaba decidido a poner fin a esa situación que lo atormentaba. Era el momento de liberarse de las cadenas del deber y permitir que buscaran a otro candidato para la mano de la princesa. Con un profundo suspiro, Oliver se preparó para lo que estaba por venir, con la esperanza de que, al hacerlo, finalmente podría encontrar la paz que tanto anhelaba.—Buenas tardes, Oliver —saludó el príncipe Arthur con tranquilidad y seriedad, propias de su estatus noble.Oliver correspondió al saludo con la misma distinción y, sin perder tiempo, fue directo al grano.—Príncipe Arthur, agradezco su tiempo, pero debo informarle de que no
Debido a su impaciencia, la odiosa princesa Elizabeth decidió actuar por su cuenta y le pidió a Jacob, la mano derecha de su padre, que la ayudara a conseguir su objetivo. Jacob es un hombre apuesto y joven, de unos treinta años, al igual que Oliver, pero carece de título y fortuna. Sin embargo, está enamorado de la princesa Elizabeth, quien es consciente de su amor y se aprovecha de él para cumplir sus caprichos, manteniéndolo en un estado de esperanza vacía.La piel de Jacob se erizó al sentir el cálido aliento de la bella princesa Elizabeth muy cerca de su oído y cuello.—¿Estarías dispuesto a ayudarme en algo? —preguntó ella, y él tragó saliva, abrumado por su presencia, y respondió de inmediato que sí, sin poder negarse.Ella continuó rápidamente:—Quiero saber mucho más sobre Oliver Campbell, mi futuro esposo.Jacob asintió con tristeza y, en silencio, respondió:—Como usted diga, su alteza. Yo mismo lo investigaré más a fondo con mis contactos, no se preocupe.Elizabeth insisti
El duque Oliver Campbell subió a su avión privado con destino a Londres, sumido en un torbellino de emociones. La ira y la impotencia se apoderaban de él, y apretaba los puños hasta que le entumecían. Una vez más, se veía atrapado en las redes de la nobleza, donde todos parecían tener derecho a entrometerse en su vida personal. El peso de la monarquía caía sobre sus hombros como un yunque, una carga que no podía quitarse de encima por más que lo intentara. Mientras el avión despegaba, Oliver se reclinó en su asiento, cerrando los ojos en un vano intento por escapar de la realidad que lo rodeaba. En su mente, las amenazas del príncipe Arthur sonaban como un eco incesante que le recordaba que su destino estaba sellado. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, una chispa de rebeldía comenzaba a arder, alimentada por su amor por Blair y su deseo de liberarse de un futuro que no deseaba.—Duque —exclamó John, su asistente—, ¿qué haremos ahora?Oliver se pasó una mano por el cabello, visi
Jacob se estacionó en el coche, sumido en sus pensamientos. Se encontraba ante un dilema: ¿debería contarle a Elizabeth todo lo que había averiguado sobre Oliver por petición de su padre o callar y ocultar la verdad? Las dudas lo consumían por dentro mientras contemplaba las posibles consecuencias de cada decisión. ¿Sería mejor ser honesto, aunque eso pudiera hacerle daño a Elizabeth? ¿O quizás el silencio la protegería, pero a costa de su propia integridad? Con un suspiro, apagó el motor, sin saber aún qué decisión tomar. Fuera cual fuera su elección, sabía que cambiaría el rumbo de varias vidas para siempre.Elizabeth se acercó a Jacob con una sonrisa dulce y le dijo con voz suave como la miel:—Jacob, querido, ¿hay algo que quieras contarme? Te noto preocupado.Cautivado por la ternura de Elizabeth, Jacob sucumbió a su encanto y le confesó la verdad:—Princesa, yo... Hay algo que debe saber sobre el duque de Cambridge. Cuando estuvo en Noruega no estuvo solo, lo acompañaba una muje
Elizabeth, con la determinación reflejada en su mirada, cerró la puerta del despacho tras de sí, asegurándose de que nadie pudiera interrumpir su conversación con Jacob. La tensión se palpaba en el ambiente mientras se acercaba a él con una voz suave pero firme.—Jacob, necesito que me ayudes a alejar a esa mujerzuela que se interpone entre Oliver y yo. No puedo permitir que su deseo arruine nuestro futuro. Este matrimonio es inevitable y ella tiene que entender que Oliver será mi esposo; soy la mujer que le conviene — dijo, mirándole fijamente a los ojos en busca de una chispa de complicidad.Jacob, sintiendo el peso de su mirada y la urgencia en su voz, tragó saliva.—Princesa, haría cualquier cosa por usted. Si eso significa eliminar a esa mujer, lo haré. No puedo soportar verla sufrir por alguien que no la merece —respondió, su voz temblando ligeramente, pero con una resolución que le sorprendió a él mismo. —Incluso si eso significa... matar por usted.Elizabeth sonrió, un destell
En el resplandor de las luces de la pasarela, Blair contuvo el aliento y se le llenaron los ojos de lágrimas de emoción al ver sus diseños cobrar vida en el cuerpo de las modelos. Era el momento culminante de incontables días y noches de arduo trabajo junto al equipo del taller Miller, donde había puesto en práctica cada lección aprendida en la prestigiosa escuela de moda. Desde su más tierna infancia, Blair había soñado con estar en un desfile como este, y ahora ese sueño se hacía realidad ante sus ojos. A su lado, Oliver y Beatrice, la aristocrática mentora de Blair, la miraban con orgullo y admiración. Beatrice no podía ocultar su sonrisa al ver el talento innato de su protegida sobre la pasarela. En ese instante mágico, cuando se apagaron las luces y el silencio envolvió el recinto, Blair sintió que todo su cuerpo temblaba de la emoción.—Aquí estoy, amor —le susurró Oliver al oído, apretando su mano con ternura.Blair cerró los ojos por unos segundos, dejándose envolver por la ca