Al llegar a casa, Oliver sintió un escalofrío recorrer su espalda al acercarse a Blair, pero ella lo detuvo con una mirada intensa.—Oliver, espera —dijo Blair, con la voz temblorosa por la intensidad de sus pensamientos. —Tuve una conversación con Beatrice que me hizo ver las cosas de otra manera. ¿Cómo puede una mujer común como yo ser aceptada en la monarquía? No tengo nada que ofrecerte. Soy solo una huérfana, y hasta mi madrastra me vendió como si fuera carne en una casa de subastas. ¿Qué diría la nobleza si se enterara de mi historia?Oliver la miró fijamente con el corazón apesadumbrado.—Blair, eso no importa. Lo que sientes, lo que somos, va más allá de lo superficial. Mi amor por ti es real, y no depende de tu pasado ni de tu estatus. Si es necesario, renunciaré a ser duque. Nunca me ha importado ese título —afirmó con voz firme y decidida.Ella frunció el ceño, confundida. —¿Estás hablando en serio? ¿Renunciar a todo por mí? No puedo permitirlo. No quiero que sacrifiques tu
Beatrice miró a Oliver con preocupación; sus ojos reflejaban la angustia del momento.—Oliver, no puedo seguir ocultándote esto —dijo, y su voz tembló ligeramente. —Tu tía, la condesa Charlotte, ya sabe sobre Blair.Oliver palideció y su rostro se tornó ceniciento.—¿Qué? —preguntó, apenas logrando articular las palabras. — ¿Cómo es posible?Beatrice se inclinó hacia él, muy nerviosa.—La condesa tiene sus métodos. Siempre está atenta a lo que sucede en la familia.—Y lo que es peor, está decidida a casarme con Elizabeth Olsen, la princesa de Amalienborg —apuntó Oliver con preocupación, y se pasó una mano por el cabello, mientras su mente giraba en torno a las implicaciones de esas palabras.—No puedo... no puedo permitir que eso suceda —respondió con la voz llena de angustia. —Beatrice, lo que siento por Blair... te juro que es verdadero. Sencillamente la amo.—Lo sé, pero la condesa no se detendrá ante nada. Tiene planes, y no dudará en usar su influencia para separarnos —dijo Beatr
La atmósfera en la sala se tornó un poco tensa cuando Beatrice irrumpió con su característico sentido del humor. Con una sonrisa traviesa, observó a Oliver y a Blair, quienes se separaron rápidamente y se les encendió la cara de sorpresa.—¿Qué te parece, Oliver? ¿Quieres quedarte a dormir con Blair? Así no estará sola —sugirió Beatrice, guiñándole un ojo a Oliver antes de retirarse. La puerta se cerró tras ella y, en ese instante, Oliver y Blair se miraron, brillando una chispa de complicidad en sus ojos.—¿Te imaginas? —dijo Oliver, rompiendo el silencio con una risa nerviosa. —¿Qué diría Beatrice si supiera que esto no fue solo un beso de despedida?Blair sonrió, con el corazón latiendo con fuerza.—Tal vez deberíamos darle una razón para que se sorprenda aún más —respondió Blair, acercándose un poco más a él.—Te propongo que nos escapemos esta noche —dijo Oliver, mirándola emocionado y nervioso. —No me sentiría cómodo quedándome a dormir aquí, ya sabes cómo es la casa de Beatrice
En una lujosa habitación del Palacio de Cambridge, la condesa Charlotte, con desdén, miraba por la ventana. Su marido, Patrick, se preparaba para salir a atender a los visitantes, pero Charlotte no podía contener su frustración. Sabía que Oliver estaba saliendo con una joven que ella consideraba indigna, y su determinación por separarlos ardía en su interior.—Patrick, sé quién es la chica que está con Oliver —dijo Charlotte, girándose hacia él con una mirada desafiante. —Esa ramera no tiene cabida en nuestra sociedad. Haré lo que sea necesario para separarlos. No entiendo cómo Beatrice puede permitir esto, ¡ella es una mujer distinguida!Patrick suspiró, intentando mantener la calma. —Querida, no te metas en ello. Debes tener prudencia. La boda de Oliver con la princesa Elizabeth está lejos de estar consolidada.Charlotte frunció el ceño, visiblemente enfadada. —¡Sobre mi cadáver! Esa boda ya es un hecho y debemos acelerar el compromiso. No permitiré que una simple modista arruine nu
Días después...Palacio de Amalienborg, Copenhague.—Dios no puede ser, es ella —exclamó el príncipe Arthur, padre de Elizabeth, a su mano derecha, Jacob Larsen, al ver la fotografía de Blair.El asombro en la voz del príncipe Arthur era obvio y su declaración dejó a Jacob Larsen boquiabierto. La imagen de Blair había despertado algo en el príncipe, una mezcla de admiración y deseo que lo dejó sin palabras.—¿Quién es ella? —preguntó Jacob, curioso por conocer la identidad de la mujer que había causado tal impacto en el príncipe.—Es Blair —respondió Arthur, con los ojos aún fijos en la fotografía. —La mujer a la que estuve a punto de comprar en la subasta.Esta revelación dejó a Jacob Larsen atónito. Nunca lo había visto tan afectado por alguien, y la pasión que había en su voz era inconfundible. Jacob le susurró al oído a Arthur:—Puede que sea la amante de Oliver Campbell, ya que se la vio acompañándolo en Noruega.La preocupación se reflejaba en el rostro del príncipe Arthur, un h
Casa de moda Miller.Blair aún no se había repuesto de haber plantado cara a la condesa Charlotte de una forma u otra. No se dejó amilanar por su linaje. Beatrice llegó nerviosa para saber cómo le había ido el encuentro con la condesa. Se disculpó por no haber estado allí, ya que la lluvia la había dejado paralizada para salir de casa. Blair la miró con cariño y le dijo que todo estaba bien, aunque también le advirtió que su romance con Oliver estaba a punto de acabar.—¿Qué? ¿Por qué dices eso? ¿Qué pasó en el encuentro con la condesa?—No fue nada fácil, pero creo que logré hacerle ver que Oliver y yo somos felices juntos. Sin embargo, siento que nuestro tiempo se acaba.—¿Por qué lo dices? ¿Acaso la condesa no te creyó?—Sí, creo que me creyó, pero las normas de la monarquía son implacables. No puedo seguir mintiéndome y pensando que todo va a salir bien. Oliver tiene que cumplir con sus deberes y yo con los míos.—Pero si realmente lo amas, nada puede impedir que estén juntos. Ten
En el fastuoso despacho del príncipe Arthur, las paredes, adornadas con retratos de antepasados y tapices de colores vibrantes, parecían presenciar la dureza que se respiraba en el aire. La princesa Elizabeth, con su cabello castaño brillando a la luz del sol que entraba por la ventana, entró sin previo aviso. Su rostro reflejaba una mezcla de frustración y firmeza.—Padre —comenzó, y su voz se escuchó con impaciencia—, no puedo seguir esperando. Este compromiso con Oliver se está retrasando demasiado. ¡Quiero casarme con él ya!El príncipe Arthur, sentado tras su escritorio, levantó la vista con una mezcla de sorpresa y resignación.—Elizabeth, querida, entiendo tu impaciencia, pero hay protocolos que debemos seguir. No podemos apresurar algo tan importante.—¿Protocolos? —replicó ella, cruzando los brazos con desdén. — ¿Desde cuándo los protocolos son más importantes que mis deseos? Estoy harta de esperar. Oliver es el único que me interesa y no voy a permitir que nada ni nadie se
Copenhague, Dinamarca.Oliver ajustaba su traje con las manos temblorosas, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de él. Estaba a punto de reunirse con el príncipe Arthur Olsen y la presión de la situación le estaba provocando nerviosismo. Sin embargo, había tomado una decisión firme: rompería su compromiso con Elizabeth. No le importaba si su tía estallaba en cólera; estaba decidido a poner fin a esa situación que lo atormentaba. Era el momento de liberarse de las cadenas del deber y permitir que buscaran a otro candidato para la mano de la princesa. Con un profundo suspiro, Oliver se preparó para lo que estaba por venir, con la esperanza de que, al hacerlo, finalmente podría encontrar la paz que tanto anhelaba.—Buenas tardes, Oliver —saludó el príncipe Arthur con tranquilidad y seriedad, propias de su estatus noble.Oliver correspondió al saludo con la misma distinción y, sin perder tiempo, fue directo al grano.—Príncipe Arthur, agradezco su tiempo, pero debo informarle de que no