El aire viciado de la oficina del agente George se impregnó de la urgencia de John. El asistente del duque de Cambridge irrumpió en la oficina jadeante, con la frente perlada de sudor y la mirada fija en el agente del FBI. Entre sus manos llevaba un sobre grueso cuyo contenido prometía nuevas revelaciones. Las noticias que traía eran escalofriantes y suponían un paso más en la peligrosa escalada hacia el corazón de una red criminal que se extendía por toda Europa.John, visiblemente agitado, le entrega el sobre a George.—Agente George, creo que hemos dado con algo importante.—¿Qué pasa, John? ¿Qué tienes ahí?—Hay nuevas pistas sobre la subasta. Parece que se están organizando un evento de la misma magnitud que el de Londres, pero esta vez en Luxemburgo. Van a mover una cantidad significativa de... Chicas.George frunce el ceño mientras se pasa una mano por el cabello.—Luxemburgo... ¿Otra vez? Esta red es más grande de lo que imaginábamos. Europa parece ser su lugar de diversión.—
En la opulenta mansión de Cambridge, el aire estaba cargado de tensión. Arthur Olsen, el príncipe de Amalienborg, estaba de pie junto a una ventana observando el jardín iluminado por la luna. Su rostro reflejaba ira, y su voz retumbó en la sala como un trueno.—¡Esto no puede seguir así, Jacob! —exclamó Arthur, girándose bruscamente hacia su asistente. —Todo debe volver a la normalidad. Este negocio es demasiado lucrativo y no puedo permitir que nada lo ponga en peligro. Mi título, mi posición, todo depende de ello.Jacob Larsen, un hombre de mirada astuta y voz calmada, dio un paso adelante con una expresión seria.—Su alteza, entiendo su preocupación, pero la policía está más cerca de lo que cree. Cualquier movimiento en falso podría desatar una tormenta que no podríamos controlar.Arthur apretó los puños, su frustración era palpable.—¿Y qué sugieres? ¿Que nos quedemos de brazos cruzados mientras otros se benefician de lo que es nuestro? No puedo permitir que esto se desmorone.—Pe
Más tarde en Londres…Oliver cruzó el umbral de la mansión de Cambridge con el corazón latiendo aún con la calidez de los recuerdos compartidos con Blair en Oslo. Sin embargo, al instante, la atmósfera cambió. Las risas y los murmullos que llenaban el aire eran ajenos, y su sonrisa se desvaneció al ver a los extraños en la sala.—Oliver, querido —dijo su tía Charlotte, acercándose con una expresión de preocupación. —Me alegra que hayas llegado. Quiero presentarte a nuestros invitados.Los príncipes de Amalienborg se encontraban en el centro del salón, con una elegancia que desbordaba. Oliver tragó saliva, sintiendo que el nombre de Elizabeth Olsen resonaba en su mente como un eco persistente. Se acercó, tratando de mantener la compostura.—Es un placer conocerlos —dijo Oliver, extendiendo la mano con cortesía. —Soy Oliver Campbell, sobrino de la condesa Charlotte.La princesa sonrió, con sus ojos brillando de curiosidad.—El placer es nuestro, Oliver. He oído hablar mucho de ti. Tu tí
Elizabeth se acercó rápidamente a Oliver y a la condesa Charlotte y, desde la distancia, percibió cierta tensión entre ellos, como si hubiera un secreto. La condesa, con su característica diplomacia, rompió el silencio con una encantadora sonrisa.—Oliver, querido, ¿por qué no le enseñas el palacio a Elizabeth? Estoy segura de que le encantaría conocer cada rincón y, por supuesto, rendirle los honores que merece —sugirió, con un tono que dejaba entrever su intención de dejarlos a solas.Oliver, sintiendo la desconfianza burbujear en su interior, se obligó a mantener la compostura.—Claro, tía. Será un placer —respondió, aunque su mirada traicionaba una mezcla de sorpresa y preocupación. Luego, dirigiéndose a Elizabeth, añadió con una sonrisa forzada:—¿Estás lista para dar un pequeño paseo por el palacio?Elizabeth, por su parte, asintió maravillada al tener tan cerca a ese atractivo muchacho. Miró a Oliver con una sonrisa radiante y dijo:—¡Oliver! No puedo creer que nuestra boda est
Más tarde...Era una tarde tranquila en el jardín, donde el aroma del té recién preparado se mezclaba con el canto de los pájaros. Annelise y la condesa Charlotte estaban sentadas alrededor de una mesa elegantemente puesta, disfrutando de la compañía y charlando. De repente, la puerta del jardín se abrió con un suave chirrido y la princesa Elizabeth irrumpió en la sala con una energía contagiosa y los ojos brillantes de emoción.—¡Madre, condesa Charlotte! —exclamó Elizabeth, con una sonrisa radiante. — ¡Necesito urgentemente ropa nueva! He decidido que deberíamos ir de compras a la boutique de Lady Beatrice. Es una de las más sofisticadas de Europa y estoy segura de que encontraré algo maravilloso.Annelise, sorprendida pero divertida, respondió:—¿De verdad, querida? ¿No crees que deberíamos esperar un poco más antes de hacer compras tan extravagantes?La condesa Charlotte, con una sonrisa cómplice, añadió:—Oh, Annelise, ¿quién puede resistirse al lujo? Además, siempre es buen mome
Al llegar a casa, Oliver sintió un escalofrío recorrer su espalda al acercarse a Blair, pero ella lo detuvo con una mirada intensa.—Oliver, espera —dijo Blair, con la voz temblorosa por la intensidad de sus pensamientos. —Tuve una conversación con Beatrice que me hizo ver las cosas de otra manera. ¿Cómo puede una mujer común como yo ser aceptada en la monarquía? No tengo nada que ofrecerte. Soy solo una huérfana, y hasta mi madrastra me vendió como si fuera carne en una casa de subastas. ¿Qué diría la nobleza si se enterara de mi historia?Oliver la miró fijamente con el corazón apesadumbrado.—Blair, eso no importa. Lo que sientes, lo que somos, va más allá de lo superficial. Mi amor por ti es real, y no depende de tu pasado ni de tu estatus. Si es necesario, renunciaré a ser duque. Nunca me ha importado ese título —afirmó con voz firme y decidida.Ella frunció el ceño, confundida. —¿Estás hablando en serio? ¿Renunciar a todo por mí? No puedo permitirlo. No quiero que sacrifiques tu
Beatrice miró a Oliver con preocupación; sus ojos reflejaban la angustia del momento.—Oliver, no puedo seguir ocultándote esto —dijo, y su voz tembló ligeramente. —Tu tía, la condesa Charlotte, ya sabe sobre Blair.Oliver palideció y su rostro se tornó ceniciento.—¿Qué? —preguntó, apenas logrando articular las palabras. — ¿Cómo es posible?Beatrice se inclinó hacia él, muy nerviosa.—La condesa tiene sus métodos. Siempre está atenta a lo que sucede en la familia.—Y lo que es peor, está decidida a casarme con Elizabeth Olsen, la princesa de Amalienborg —apuntó Oliver con preocupación, y se pasó una mano por el cabello, mientras su mente giraba en torno a las implicaciones de esas palabras.—No puedo... no puedo permitir que eso suceda —respondió con la voz llena de angustia. —Beatrice, lo que siento por Blair... te juro que es verdadero. Sencillamente la amo.—Lo sé, pero la condesa no se detendrá ante nada. Tiene planes, y no dudará en usar su influencia para separarnos —dijo Beatr
La atmósfera en la sala se tornó un poco tensa cuando Beatrice irrumpió con su característico sentido del humor. Con una sonrisa traviesa, observó a Oliver y a Blair, quienes se separaron rápidamente y se les encendió la cara de sorpresa.—¿Qué te parece, Oliver? ¿Quieres quedarte a dormir con Blair? Así no estará sola —sugirió Beatrice, guiñándole un ojo a Oliver antes de retirarse. La puerta se cerró tras ella y, en ese instante, Oliver y Blair se miraron, brillando una chispa de complicidad en sus ojos.—¿Te imaginas? —dijo Oliver, rompiendo el silencio con una risa nerviosa. —¿Qué diría Beatrice si supiera que esto no fue solo un beso de despedida?Blair sonrió, con el corazón latiendo con fuerza.—Tal vez deberíamos darle una razón para que se sorprenda aún más —respondió Blair, acercándose un poco más a él.—Te propongo que nos escapemos esta noche —dijo Oliver, mirándola emocionado y nervioso. —No me sentiría cómodo quedándome a dormir aquí, ya sabes cómo es la casa de Beatrice