—¡No puedo creer lo que me pasó hoy! —exclamó Blair, con los ojos brillantes de emoción. —Beatrice me invitó a almorzar y me habló de su visión para el taller. ¡Es increíble!Oliver la miró con una sonrisa traviesa.—¿Y tú pensabas que no te ibas a emocionar? Te veo como una niña en una tienda de dulces.Blair frunció el ceño, aunque no pudo evitar sonreír.—¡Hey! No te rías de mí. Es solo que... es Beatrice Miller. ¡Es como si estuviera hablando con una leyenda!—Lo sé, lo sé —dijo Oliver, tratando de contener la risa. —Pero tu cara era un poema. Nunca te había visto tan radiante. Parecías a punto de desmayarte de la emoción.—¡No me desmayé! —protestó Blair, aunque su risa la delató. —Solo estaba... un poco abrumada. Es una oportunidad única.—Y lo mereces, Blair. Pero, en serio, ¿te imaginas si te da un vestido para la próxima gala? —dijo Oliver, guiñándole un ojo. — ¡Tendrías a todos los paparazzi detrás de ti!Blair se sonrojó y rió. —¡Eso sería un sueño! Pero primero tengo que d
Blair respiró hondo, sintiendo cómo la emoción y los nervios se entrelazaban en su pecho.—Estás lista, ten confianza en ti, Blair. Cree en tu talento —le susurró Beatrice, cuya voz era suave como un hilo de seda, mientras cruzaban el umbral del lujoso taller de la casa de moda. Las paredes estaban adornadas con telas vibrantes y bocetos de diseños que parecían cobrar vida.Minutos después, en el área de recursos humanos, Blair se encontró frente a un documento que cambiaría su vida. Sus ojos se abrieron como platos al ver la cifra en su nuevo salario; era mucho más de lo que había ganado como camarera en aquel modesto restaurante.—¿Es esto real? —murmuró, casi sin poder creerlo.Beatrice, que había estado observando desde la distancia, se acercó y sonrió.—Sí, es real. Este es solo el comienzo, Blair. Aquí es donde tus sueños se hacen realidad.La emoción en la voz de Beatrice resonó en el corazón de Blair, y por primera vez, sintió que estaba en el lugar correcto, lista para brilla
En medio de un ambiente sobrio y ostentoso, la sala de subastas de Luxemburgo se preparaba para un evento que prometía ser tanto glamuroso como inquietante. Las luces brillantes reflejadas en los candelabros de cristal se mezclaban con los murmullos de los asistentes y el tintineo de las copas de champán. Sin embargo, detrás de esa fachada de lujo y sofisticación se ocultaba una realidad sombría: una red de tráfico humano que operaba en la clandestinidad, donde las jóvenes vírgenes eran tratadas como mercancía y listas para ser vendidas a quien más pagara. Hombres poderosos, con el rostro arrugado y la mirada lasciva, se congregaban ansiosos en la sala para satisfacer sus instintos más oscuros. Cada puja era un anuncio escalofriante de la deshumanización que reinaba en ese lugar, donde la inocencia se sacrificaba en el altar del deseo y la avaricia. Las jóvenes, atrapadas en un mundo del que no podían escapar, eran el reflejo de una sociedad que, a pesar de su aparente brillo, estaba
En el elegante palacio de Amalienborg, la princesa Elizabeth se encontraba en su aposento disfrutando de un momento de tranquilidad. La luz suave del atardecer se colaba a través de las cortinas, creando un ambiente acogedor. Su asistente, Gía, estaba a su lado, organizando algunos documentos, mientras veían un programa de cotilleos que se emitía en la televisión. De repente, la pantalla mostró la imagen de Oliver Campbell, duque de Cambridge, presentado como el soltero más guapo y cotizado de la ciudad. Elizabeth, con una chispa de picardía en la mirada, no pudo evitar comentar:—Gía, ¡mira a ese hombre! —exclamó, señalando la pantalla. —Con esa gallardía y virilidad, será mi esposo en un abrir y cerrar de ojos.Gía sonrió un poco sonrojada, pero antes de que pudiera responder, Elizabeth, sintiéndose abrumada por la idea de compartir ese momento, frunció el ceño y dijo:—De hecho, creo que necesito un momento a solas. ¿Podrías salir un momento, Gía?Gía, sorprendida pero comprensiva,
Oliver se acercó a Blair con una chispa traviesa en los ojos.—Nos vamos a Oslo, querida —anunció con una sonrisa pícara.Blair se quedó boquiabierta, sacudiendo la cabeza con incredulidad.—¿Qué? ¡No puedo! He empezado a trabajar con lady Beatrice y tengo clases en la escuela de moda. No puedo simplemente irme.Él la rodeó por la cintura, acercándola a él.—Eso no es un problema —dijo con confianza. —Beatrice es mi cómplice en este amor secreto. Ella se encargará de todo. Y en cuanto a la escuela, no te preocupes. Soy el duque de Cambridge, tengo poder suficiente para que todo se haga a pedir de boca.Blair no pudo evitar sonreír, con un destello de diversión en los ojos.—¡Qué presumido, su alteza! —le respondió, riendo suavemente.Oliver, sintiendo la conexión entre ellos, inclinó la cabeza y la besó con pasión, un beso que prometía aventuras y secretos compartidos. El mundo a su alrededor se esfumó, dejándolos atrapados en su propio universo, donde las preocupaciones y las normas
Oslo, Noruega.Mientras caminaban por las pintorescas calles de Oslo, la luz del atardecer se filtraba a través de los edificios históricos, creando un halo dorado que envolvía a Blair. Oliver, con el corazón latiendo al compás de sus pasos, no podía apartar la mirada de ella. El vestido que Beatrice le había regalado parecía danzar con la brisa, acentuando cada curva de su figura y reflejando la esencia de una princesa de cuento de hadas. Cada rayo de sol que tocaba su piel parecía encender una chispa en su interior, y Oliver se sentía afortunado de ser el testigo de su belleza. Mientras exploraban los rincones emblemáticos de la ciudad, desde el majestuoso Teatro Nacional hasta el vibrante puerto, las risas y susurros compartidos tejían un lazo invisible entre ellos, uniendo sus almas en un momento que parecía suspendido en el tiempo. En ese instante, rodeados de la magia de Oslo, Oliver comprendió que había encontrado no solo a su compañera de viaje, sino también a la dueña de su c
Al llegar al hermoso mirador, Blair sintió la calidez de las manos de Oliver rodear su cintura en público, y se le dibujó una sonrisa pícara en el rostro. En ese lugar mágico, donde el viento susurraba secretos de amor y libertad, su corazón latía con fuerza, lejos de las expectativas de la nobleza que siempre los rodeaba. Ella, una joven común, y él, un duque de sangre azul, parecían personajes de un cuento de hadas que desafiaban las convenciones de su mundo. Su historia había comenzado en una subasta, un momento que, aunque parecía inverosímil, los unió de una manera inesperada; él la rescató de un destino infame y cruel, y en ese instante, ambos supieron que su amor era un refugio, un acto de rebeldía que florecía en la luz del día. En el mirador, rodeados de la belleza del paisaje, se prometieron que, sin importar los obstáculos, su amor siempre encontraría la manera de brillar.—Te prometo un mundo sin obstáculos, donde podamos amarnos en libertad, tener una familia e hijos. Qui
El aire viciado de la oficina del agente George se impregnó de la urgencia de John. El asistente del duque de Cambridge irrumpió en la oficina jadeante, con la frente perlada de sudor y la mirada fija en el agente del FBI. Entre sus manos llevaba un sobre grueso cuyo contenido prometía nuevas revelaciones. Las noticias que traía eran escalofriantes y suponían un paso más en la peligrosa escalada hacia el corazón de una red criminal que se extendía por toda Europa.John, visiblemente agitado, le entrega el sobre a George.—Agente George, creo que hemos dado con algo importante.—¿Qué pasa, John? ¿Qué tienes ahí?—Hay nuevas pistas sobre la subasta. Parece que se están organizando un evento de la misma magnitud que el de Londres, pero esta vez en Luxemburgo. Van a mover una cantidad significativa de... Chicas.George frunce el ceño mientras se pasa una mano por el cabello.—Luxemburgo... ¿Otra vez? Esta red es más grande de lo que imaginábamos. Europa parece ser su lugar de diversión.—