Oliver, aún con la sonrisa en la cara por la conversación sobre Blair, sintió que el ambiente se ponía más serio. George, con una expresión más grave, lo miró fijamente.—Oye, Oliver, hablando en serio… ¿has pensado en la mafia de trata de personas que estaba detrás de la subasta? Aunque hemos detenido a algunos, se niegan a delatar a los demás.Oliver frunció el ceño, recordando lo que había escuchado sobre la situación.—¿Qué pasa con los peces gordos? ¿Siguen todavía sueltos?George asintió, su tono se volvió más sombrío.—Exactamente. Aunque han hecho algunas detenciones, el tema es más delicado de lo que parece. Hay gente muy poderosa involucrada y no se detendrán fácilmente.Oliver sintió un escalofrío recorrer su espalda bañado de pánico.—Debo reforzar la seguridad de Blair. No puedo arriesgarme a que le pase algo.George levantó una mano para calmarlo.—Tranquilo, Oliver. Todo está bajo control. Los cuerpos de seguridad están haciendo su trabajo. No tienes que preocuparte tan
En un rincón solitario, un hombre de apariencia sobria sostenía con delicadeza una fotografía de Blair; su mirada se perdía en ella, llena de admiración y un deseo que rayaba en la obsesión. Murmuraba su nombre en un susurro casi reverente: «Blair, Blair, Blair, eres la más hermosa de todas». Cada palabra parecía cargada de anhelos profundos, deseando con fervor que el destino le hubiera permitido ser el primero en conocer su intimidad en lugar del duque de Cambridge, que, a sus ojos, solo había estropeado lo que él consideraba un tesoro. En su mente, la figura del duque se convertía en un intruso, un estorbo que había interrumpido su fantasía y le hacía preguntarse, con frustración, qué hacía él allí, en un lugar que debería haber sido solo para él.Después se dirigió a una oscura oficina iluminada solo por la tenue luz de una lámpara; el ambiente estaba cargado de tristeza. El sonido del teléfono resonó en el espacio, interrumpiendo el silencio. Al otro lado de la línea, Astrid escu
Al cruzar la puerta de su casa, Oliver se encontró con la visión de Blair, iluminada por la tenue luz de la luna que se colaba por la ventana. En ese instante, el mundo exterior se desvaneció y todo lo que existía era ella, con su risa suave y su mirada que lo atrapaba como un hechizo. Sin pensarlo dos veces, la abrazó y notó cómo su corazón latía al unísono con el suyo. La noche era un manto de silencio y los sirvientes, ajenos a su conexión, dormían en la penumbra. Con un movimiento delicado pero decidido, la llevó escaleras arriba y cada paso resonó con la promesa de lo que estaba por venir. Al llegar a su habitación, la colocó suavemente en la cama y sus labios se encontraron en un dulce beso que encendió una chispa de pasión entre ellos. Era un beso que hablaba de amor, de deseo y de la complicidad que solo ellos compartían. En ese momento, el tiempo se detuvo; las palabras se volvieron innecesarias. Con el mismo cariño y vehemencia de siempre, Oliver se entregó a ella, explorand
Al caer la noche, el jardín se iluminaba con la suave luz de las farolas, creando un ambiente íntimo y sereno. Oliver y Blair se sentaron en un banco de madera, acariciados por la brisa nocturna mientras la conversación tomaba un giro serio.—Blair, necesito que sepas la verdad —comenzó Oliver, con voz firme pero suave. —Me han propuesto casarme con Elizabeth Olsen, la princesa de Amalienborg. Es un compromiso que la familia espera que acepte.Blair palideció y se le hundió el corazón al escuchar el nombre de la princesa. Sin embargo, al notar su reacción, Oliver tomó su mano con ternura.—Pero si alguna vez me casara, sería contigo —continuó, mirándola a los ojos. —Eres la única mujer a la que amo.Ella lo miró fijamente, su expresión era una mezcla de amor y preocupación. Con un gesto delicado, tomó su rostro entre sus manos.—Oliver, tienes que ser realista —dijo, y su voz tembló ligeramente. — Nuestros mundos son tan diferentes. No puedes ignorar tus compromisos con la monarquía.
—¡No puedo creer lo que me pasó hoy! —exclamó Blair, con los ojos brillantes de emoción. —Beatrice me invitó a almorzar y me habló de su visión para el taller. ¡Es increíble!Oliver la miró con una sonrisa traviesa.—¿Y tú pensabas que no te ibas a emocionar? Te veo como una niña en una tienda de dulces.Blair frunció el ceño, aunque no pudo evitar sonreír.—¡Hey! No te rías de mí. Es solo que... es Beatrice Miller. ¡Es como si estuviera hablando con una leyenda!—Lo sé, lo sé —dijo Oliver, tratando de contener la risa. —Pero tu cara era un poema. Nunca te había visto tan radiante. Parecías a punto de desmayarte de la emoción.—¡No me desmayé! —protestó Blair, aunque su risa la delató. —Solo estaba... un poco abrumada. Es una oportunidad única.—Y lo mereces, Blair. Pero, en serio, ¿te imaginas si te da un vestido para la próxima gala? —dijo Oliver, guiñándole un ojo. — ¡Tendrías a todos los paparazzi detrás de ti!Blair se sonrojó y rió. —¡Eso sería un sueño! Pero primero tengo que d
Blair respiró hondo, sintiendo cómo la emoción y los nervios se entrelazaban en su pecho.—Estás lista, ten confianza en ti, Blair. Cree en tu talento —le susurró Beatrice, cuya voz era suave como un hilo de seda, mientras cruzaban el umbral del lujoso taller de la casa de moda. Las paredes estaban adornadas con telas vibrantes y bocetos de diseños que parecían cobrar vida.Minutos después, en el área de recursos humanos, Blair se encontró frente a un documento que cambiaría su vida. Sus ojos se abrieron como platos al ver la cifra en su nuevo salario; era mucho más de lo que había ganado como camarera en aquel modesto restaurante.—¿Es esto real? —murmuró, casi sin poder creerlo.Beatrice, que había estado observando desde la distancia, se acercó y sonrió.—Sí, es real. Este es solo el comienzo, Blair. Aquí es donde tus sueños se hacen realidad.La emoción en la voz de Beatrice resonó en el corazón de Blair, y por primera vez, sintió que estaba en el lugar correcto, lista para brilla
En medio de un ambiente sobrio y ostentoso, la sala de subastas de Luxemburgo se preparaba para un evento que prometía ser tanto glamuroso como inquietante. Las luces brillantes reflejadas en los candelabros de cristal se mezclaban con los murmullos de los asistentes y el tintineo de las copas de champán. Sin embargo, detrás de esa fachada de lujo y sofisticación se ocultaba una realidad sombría: una red de tráfico humano que operaba en la clandestinidad, donde las jóvenes vírgenes eran tratadas como mercancía y listas para ser vendidas a quien más pagara. Hombres poderosos, con el rostro arrugado y la mirada lasciva, se congregaban ansiosos en la sala para satisfacer sus instintos más oscuros. Cada puja era un anuncio escalofriante de la deshumanización que reinaba en ese lugar, donde la inocencia se sacrificaba en el altar del deseo y la avaricia. Las jóvenes, atrapadas en un mundo del que no podían escapar, eran el reflejo de una sociedad que, a pesar de su aparente brillo, estaba
En el elegante palacio de Amalienborg, la princesa Elizabeth se encontraba en su aposento disfrutando de un momento de tranquilidad. La luz suave del atardecer se colaba a través de las cortinas, creando un ambiente acogedor. Su asistente, Gía, estaba a su lado, organizando algunos documentos, mientras veían un programa de cotilleos que se emitía en la televisión. De repente, la pantalla mostró la imagen de Oliver Campbell, duque de Cambridge, presentado como el soltero más guapo y cotizado de la ciudad. Elizabeth, con una chispa de picardía en la mirada, no pudo evitar comentar:—Gía, ¡mira a ese hombre! —exclamó, señalando la pantalla. —Con esa gallardía y virilidad, será mi esposo en un abrir y cerrar de ojos.Gía sonrió un poco sonrojada, pero antes de que pudiera responder, Elizabeth, sintiéndose abrumada por la idea de compartir ese momento, frunció el ceño y dijo:—De hecho, creo que necesito un momento a solas. ¿Podrías salir un momento, Gía?Gía, sorprendida pero comprensiva,