Blair se inclinó hacia Abel y susurró:—Sabes, Abel, a veces siento que estoy caminando por un hilo muy delgado.Abel la miró con complicidad, sonriendo con malicia.—Oh, vamos, Blair. Todos en la mansión saben que eres más que una simple amiga del duque.Blair palideció un instante, pero luego una sonrisa pícara se dibujó en sus labios.—Está bien, está bien, lo admito. Pero prométeme que no dirás nada.—Tu secreto está a salvo conmigo —respondió Abel, levantando la mano en un gesto de juramento. —Además, ¿quién se atrevería a hablar de lo que sucede en esta mansión? El duque tiene a todos firmando compromisos de fidelidad.Blair soltó una risita nerviosa. —Sí, y no quiero ser la primera en descubrir lo que pasa cuando alguien rompe esas reglas.—No te preocupes —dijo Abel, guiñándole un ojo. —Tu secreto está sellado. Pero, ¿qué tal si te digo que me encanta ver cómo te iluminas cuando hablas de él?Blair se sonrojó, sintiendo que el corazón le latía con fuerza.—Es que... es complic
Blair y Oliver se encontraban en un rincón escondido de Massachusetts, donde el murmullo del viento parecía susurrar secretos de amor. Cada mirada que compartían encendía una chispa de deseo, y el roce de sus manos bastaba para desatar una tormenta de emociones. Aprovechando el fin de semana, decidieron escapar de la rutina y dejar atrás las preocupaciones del mundo exterior. En el calor de un atardecer dorado, se sumergieron en un abrazo que prometía más que solo pasión; era un pacto silencioso de entrega total. Sus labios se encontraron en un beso ardiente, mientras el aire se llenaba de la fragancia de su deseo y el tiempo se desvanecía, convirtiendo cada instante en una eternidad de placer y conexión.Oliver miró a Blair con una mezcla de emoción y nerviosismo.—Blair, tengo algo importante que contarte —dijo, tomando su mano con suavidad. —He recibido una propuesta de trabajo de Beatrice Miller, una dama de la alta sociedad de Londres. En realidad, la propuesta es para ti.Blair
Charlotte se acomodó en la cama, sintiendo la suavidad de las sábanas de seda, mientras miraba a su esposo, Patrick, con una mezcla de preocupación y osadía.—Patrick, tienes que entender que lo que hice fue necesario —dijo Charlotte en un susurro cargado de tensión. —Fingí desmayarme porque la discusión se estaba yendo de las manos. No podía permitir que Oliver se saliera con la suya.Patrick frunció el ceño y la miró con aprensión.—Pero, Charlotte, ¿no crees que eso es manipulación? Oliver merece la libertad de elegir su propio camino. No podemos forzarlo a un compromiso que no quiere.Charlotte se incorporó un poco, con la mirada fija en él.—No se trata de forzarlo, Patrick. Se trata de la monarquía danesa. No podemos hacerle ese desplante a la princesa. Oliver tiene que entender que una mujer como la princesa Elizabeth, con su linaje, se ha fijado en él. Eso es un honor.Patrick ladeó la cabeza y su expresión era una mezcla de reproche e incredulidad.—¿Honor? ¿Y qué hay de los
Oliver, aún con la sonrisa en la cara por la conversación sobre Blair, sintió que el ambiente se ponía más serio. George, con una expresión más grave, lo miró fijamente.—Oye, Oliver, hablando en serio… ¿has pensado en la mafia de trata de personas que estaba detrás de la subasta? Aunque hemos detenido a algunos, se niegan a delatar a los demás.Oliver frunció el ceño, recordando lo que había escuchado sobre la situación.—¿Qué pasa con los peces gordos? ¿Siguen todavía sueltos?George asintió, su tono se volvió más sombrío.—Exactamente. Aunque han hecho algunas detenciones, el tema es más delicado de lo que parece. Hay gente muy poderosa involucrada y no se detendrán fácilmente.Oliver sintió un escalofrío recorrer su espalda bañado de pánico.—Debo reforzar la seguridad de Blair. No puedo arriesgarme a que le pase algo.George levantó una mano para calmarlo.—Tranquilo, Oliver. Todo está bajo control. Los cuerpos de seguridad están haciendo su trabajo. No tienes que preocuparte tan
En un rincón solitario, un hombre de apariencia sobria sostenía con delicadeza una fotografía de Blair; su mirada se perdía en ella, llena de admiración y un deseo que rayaba en la obsesión. Murmuraba su nombre en un susurro casi reverente: «Blair, Blair, Blair, eres la más hermosa de todas». Cada palabra parecía cargada de anhelos profundos, deseando con fervor que el destino le hubiera permitido ser el primero en conocer su intimidad en lugar del duque de Cambridge, que, a sus ojos, solo había estropeado lo que él consideraba un tesoro. En su mente, la figura del duque se convertía en un intruso, un estorbo que había interrumpido su fantasía y le hacía preguntarse, con frustración, qué hacía él allí, en un lugar que debería haber sido solo para él.Después se dirigió a una oscura oficina iluminada solo por la tenue luz de una lámpara; el ambiente estaba cargado de tristeza. El sonido del teléfono resonó en el espacio, interrumpiendo el silencio. Al otro lado de la línea, Astrid escu
Al cruzar la puerta de su casa, Oliver se encontró con la visión de Blair, iluminada por la tenue luz de la luna que se colaba por la ventana. En ese instante, el mundo exterior se desvaneció y todo lo que existía era ella, con su risa suave y su mirada que lo atrapaba como un hechizo. Sin pensarlo dos veces, la abrazó y notó cómo su corazón latía al unísono con el suyo. La noche era un manto de silencio y los sirvientes, ajenos a su conexión, dormían en la penumbra. Con un movimiento delicado pero decidido, la llevó escaleras arriba y cada paso resonó con la promesa de lo que estaba por venir. Al llegar a su habitación, la colocó suavemente en la cama y sus labios se encontraron en un dulce beso que encendió una chispa de pasión entre ellos. Era un beso que hablaba de amor, de deseo y de la complicidad que solo ellos compartían. En ese momento, el tiempo se detuvo; las palabras se volvieron innecesarias. Con el mismo cariño y vehemencia de siempre, Oliver se entregó a ella, explorand
Al caer la noche, el jardín se iluminaba con la suave luz de las farolas, creando un ambiente íntimo y sereno. Oliver y Blair se sentaron en un banco de madera, acariciados por la brisa nocturna mientras la conversación tomaba un giro serio.—Blair, necesito que sepas la verdad —comenzó Oliver, con voz firme pero suave. —Me han propuesto casarme con Elizabeth Olsen, la princesa de Amalienborg. Es un compromiso que la familia espera que acepte.Blair palideció y se le hundió el corazón al escuchar el nombre de la princesa. Sin embargo, al notar su reacción, Oliver tomó su mano con ternura.—Pero si alguna vez me casara, sería contigo —continuó, mirándola a los ojos. —Eres la única mujer a la que amo.Ella lo miró fijamente, su expresión era una mezcla de amor y preocupación. Con un gesto delicado, tomó su rostro entre sus manos.—Oliver, tienes que ser realista —dijo, y su voz tembló ligeramente. — Nuestros mundos son tan diferentes. No puedes ignorar tus compromisos con la monarquía.
—¡No puedo creer lo que me pasó hoy! —exclamó Blair, con los ojos brillantes de emoción. —Beatrice me invitó a almorzar y me habló de su visión para el taller. ¡Es increíble!Oliver la miró con una sonrisa traviesa.—¿Y tú pensabas que no te ibas a emocionar? Te veo como una niña en una tienda de dulces.Blair frunció el ceño, aunque no pudo evitar sonreír.—¡Hey! No te rías de mí. Es solo que... es Beatrice Miller. ¡Es como si estuviera hablando con una leyenda!—Lo sé, lo sé —dijo Oliver, tratando de contener la risa. —Pero tu cara era un poema. Nunca te había visto tan radiante. Parecías a punto de desmayarte de la emoción.—¡No me desmayé! —protestó Blair, aunque su risa la delató. —Solo estaba... un poco abrumada. Es una oportunidad única.—Y lo mereces, Blair. Pero, en serio, ¿te imaginas si te da un vestido para la próxima gala? —dijo Oliver, guiñándole un ojo. — ¡Tendrías a todos los paparazzi detrás de ti!Blair se sonrojó y rió. —¡Eso sería un sueño! Pero primero tengo que d