EvanJamás había sentido tanta satisfacción como la que siento ahora. Mis puños duelen, creo que pude haberme roto un dedo, pero ha valido la pena cada bendito segundo.Salgo del elevador y espero encontrar la sala tal como la dejé esta mañana, en cambio, me sorprendo al ver todo el espacio reluciente y sin rastros de cajas o papeles regados por el piso. Apenas pongo un pie dentro del departamento y mis fosas nasales se llenan del exquisito olor de la cena recién hecha.Eva juega dentro de su corral con algunos de sus nuevos juguetes, la televisión transmite un programa de dibujos animados y la imagen de Sofía desde la cocina me golpea duro, pues justo así imaginé que sería nuestra vida.—Oh, ya llegaste. —Su voz me saca de mis divagaciones y sacudo mi cabeza tratando de regresar al presente—. Me tomé la libertad de preparar la cena, espero que no te moleste.—N-no, para nada, estás en tu casa —digo, pero me arrepiento al segundo siguiente al notar la incomodidad en su mirada.—Gracia
Sofía—¿De verdad te sientes lista para regresar a trabajar? Puedes tomarte unos días más si los necesitas —sugiere Evan con… ¿preocupación?Desde anoche —después de la espantosa cena con su familia— el comportamiento de Evan me tiene asombrada. Es como si fuera otra persona. Me cuida, está pendiente de que coma, de que tome mis suplementos, cuida de Angie como si cargarla en brazos fuera a romperme…Me asusta, lo reconozco, pero, a decir verdad, me gusta que me cuide; solo espero que su generosidad y empatía dure mucho y no se trate solo de una racha de culpa por la manera en que me trató su padre. «Me llamó zorra, ¡Dios mío!». Me sentí tan mal, que deseaba con todas mis fuerzas poder defenderme y gritarle a la cara lo equivocado que estaba, pero ¿cómo lo hago si no sé si lo que dijo es verdad?, ¿y qué si fui yo quien provocó lo sucedido? No recuerdo nada más que haber bebido de más y despertar en la cama con otro hombre sobre mí.Me siento sucia de solo recordarlo, pero, de una o de
Evan—Perdón —digo cortando el beso. No sé lo que me pasó, de pronto todo el amor que siempre he sentido por ella me golpeó con fuerza y, por más que luché por controlar el impulso de besarla, simplemente me ganaron las enormes ganas de volver a sentir sus labios entre los míos.—Sí, yo, no debí tampoco… —Se aleja un paso de mi alcance y al instante extraño su calor—. D-debo cambiarme para ir a hacer la cena.—Yo haré lo mismo, ahora te alcanzo —mascullo evitando a toda costa sus ojos.Salgo del cuarto y voy al mío. Me ducho con agua fría en un intento inútil apagar el deseo que surgió con ese simple beso que compartimos, pero el efecto es todo lo contrario, pues cada gota que se desliza por mi cuerpo se asemeja a una caricia de sus dedos, por lo que prefiero terminar lo antes posible, antes de que la necesidad de tenerla me supere y salga en su búsqueda sin importar las consecuencias.Seco mi cuerpo rápidamente, pues parece que hoy hasta el roce de las telas me afecta, y me coloco ro
SofíaLas puertas del ascensor se abren y Evan me empuja al pasillo con prisa, me arrincona en la pared junto a la puerta de mi departamento y comienza a besarme bruscamente. Sus manos parecen tentáculos adhiriéndose a cada rincón de mi cuerpo, mientras que yo no logro coordinar ninguno de mis movimientos.Nunca me había sentido tan torpe en mi vida, aunque, nunca había bebido tanto alcohol como lo hice esta noche.—Dame las llaves —pide con la voz distorsionada por el deseo—. Apúrate.—Usa las tuyas —mascullo adormilada y sin poder abrir mis ojos—. No sé dónde están las mías.Sostengo mi cabeza que no deja de dar vueltas, al tiempo que Evan me arrebata el bolso y comienza a hurgar con desespero. Escucho el tintineo de las llaves cuando las encuentra, las introduce en la puerta y me empuja dentro haciéndome trastabillar.—¡Oye! —me quejo—. Ten cuidado.—¡Apúrate! —exige. Me tambaleo hasta llegar a mi habitación y fallo varias veces antes de tomar el pomo de la puerta.—Necesito refre
Sofía—Perdón, mami, de verdad se me pasó decirte… —digo a mi madre mientras preparo la cena.—¡¿Cómo te vas a olvidar de decirme que estás enferma y que te desmayaste en la oficina, Sofía?! —increpa al borde de un infarto a través del altavoz del móvil.—No estoy enferma —murmuro cansada de tanto drama—. Ya estás igual que Evan, son unos exagerados.—¿Evan? —pregunta fríamente—. ¿Qué tiene qué ver él en esto?«Rayos»—Ehmm... yo… estoy con él, mamá. —Cierro mis ojos con fuerza esperando su reclamo, casi puedo escucharla volviéndose loca y llamándome por mi nombre completo, pero… guarda silencio—. ¿mami, sigues ahí? —pregunto cautelosa. Tal vez se perdió la conexión por obra de Dios.—¿Estás con él? —habla de nuevo, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Con él —repite más para ella misma que para mí—. ¿Han regresado?—No lo sé, mamá —respondo en un suspiro—. Todo esto es muy nuevo aún, no estoy segura de lo que está pasando entre nosotros. Nos estamos quedando en su departamento mie
EvanObservo el anillo en mi mano, admirando el resplandor del diamante con la emoción apretando mi estómago. El brillo que centellea con cada rayo de luz que choca con él, es un rayo más de esperanza que infla mi pecho al pensar en un futuro con Sofía igual de glorioso.La puerta de la recámara se abre sin previo aviso, y debo esconder la joya en el bolsillo de mi pantalón al adivinar la presencia de mi padre. No es un secreto para nadie su descontento con mi relación, así que no pretendo comenzar una riña con él después de su última cirugía de corazón.—Perdón por entrar así, vi la luz encendida y…—Está bien, papá. ¿Se te ofrece algo?—Hijo, he estado pensando demasiado en… todo —reflexiona conforme se acerca a mi lado en la cama y toma asiento en el colchón. Su semblante luce cansado y no es para menos con lo lenta que ha sido su recuperación después de haber tenido un infarto hace poco menos de un mes—. Tú y esa muchacha…—Sofía —le recuerdo. Mi tono receloso, a la expectativa de
Sofía —¿Ya tienes todo, cariño?—Sí, mamá —respondo revisando por última vez mi bolso de mano esperando no olvidarme de nada—. Celular, cartera, llaves…—¿Un cambio extra de ropa interior? —pregunta mamá haciéndome reír—. ¿Qué?, nunca sabes cuándo puede caerte mal una comida y tengas un accidente en la empresa —me recuerda lo mismo que me ha dicho tantas veces durante mi vida, y agradezco el tenerla a mi lado hoy más que nunca, después de tantas cosas por las que he pasado; no sé qué hubiera hecho el último año sin ella y mi padre—. Algún día me lo agradecerás.—Ya lo hago, mami —digo envolviéndola en un fuerte abrazo que la hace respingar—. Sabes cuánto te agradezco todo lo que has hecho por mí.—Sabes que lo hacemos porque te amamos, no tienes nada qué agradecer, eres nuestra bebé —murmura apretujando mis mejillas con cariño, mientras que ahora soy yo la que lucha por escapar de sus brazos.—Mamá… —Un llantito proveniente de la cama nos obliga a separarnos, y voy al encuentro con l
Sofía—Ten fe, mi vida, pronto encontrarás un mejor empleo. No te desesperes, sabes que puedes contar con nosotros si lo necesitas y si fuera necesario…—No, mamá, ni se te ocurra decir que vaya a vivir con ustedes; sabes todo lo que me esforcé para poder comprar este departamento, no lo voy a dejar así —murmuro al borde del llanto, recordando todo lo que tuve que aguantar a mi antiguo jefe: sus desplantes, las horas extras, las humillaciones y todas sus odiosas miradas lascivas; pero todo lo hice para poder asegurar un lugar donde poder vivir.—Entonces no te derrumbes aún, espera un poco que algo bueno saldrá, ya lo verás.«Cómo quisiera tener, aunque sea un poco de tu positivismo, mamá». El domingo llega rápido y aún no encuentro nada decente en las páginas de vacantes. En ninguna empresa cuentan con el servicio de guardería, y todas las que he visto que se acercan a lo que busco me quedan bastante lejos como para poder organizar mi día con mi hija.La idea de dejarla en manos de