Sofía—¿De verdad te sientes lista para regresar a trabajar? Puedes tomarte unos días más si los necesitas —sugiere Evan con… ¿preocupación?Desde anoche —después de la espantosa cena con su familia— el comportamiento de Evan me tiene asombrada. Es como si fuera otra persona. Me cuida, está pendiente de que coma, de que tome mis suplementos, cuida de Angie como si cargarla en brazos fuera a romperme…Me asusta, lo reconozco, pero, a decir verdad, me gusta que me cuide; solo espero que su generosidad y empatía dure mucho y no se trate solo de una racha de culpa por la manera en que me trató su padre. «Me llamó zorra, ¡Dios mío!». Me sentí tan mal, que deseaba con todas mis fuerzas poder defenderme y gritarle a la cara lo equivocado que estaba, pero ¿cómo lo hago si no sé si lo que dijo es verdad?, ¿y qué si fui yo quien provocó lo sucedido? No recuerdo nada más que haber bebido de más y despertar en la cama con otro hombre sobre mí.Me siento sucia de solo recordarlo, pero, de una o de
Evan—Perdón —digo cortando el beso. No sé lo que me pasó, de pronto todo el amor que siempre he sentido por ella me golpeó con fuerza y, por más que luché por controlar el impulso de besarla, simplemente me ganaron las enormes ganas de volver a sentir sus labios entre los míos.—Sí, yo, no debí tampoco… —Se aleja un paso de mi alcance y al instante extraño su calor—. D-debo cambiarme para ir a hacer la cena.—Yo haré lo mismo, ahora te alcanzo —mascullo evitando a toda costa sus ojos.Salgo del cuarto y voy al mío. Me ducho con agua fría en un intento inútil apagar el deseo que surgió con ese simple beso que compartimos, pero el efecto es todo lo contrario, pues cada gota que se desliza por mi cuerpo se asemeja a una caricia de sus dedos, por lo que prefiero terminar lo antes posible, antes de que la necesidad de tenerla me supere y salga en su búsqueda sin importar las consecuencias.Seco mi cuerpo rápidamente, pues parece que hoy hasta el roce de las telas me afecta, y me coloco ro
SofíaLas puertas del ascensor se abren y Evan me empuja al pasillo con prisa, me arrincona en la pared junto a la puerta de mi departamento y comienza a besarme bruscamente. Sus manos parecen tentáculos adhiriéndose a cada rincón de mi cuerpo, mientras que yo no logro coordinar ninguno de mis movimientos.Nunca me había sentido tan torpe en mi vida, aunque, nunca había bebido tanto alcohol como lo hice esta noche.—Dame las llaves —pide con la voz distorsionada por el deseo—. Apúrate.—Usa las tuyas —mascullo adormilada y sin poder abrir mis ojos—. No sé dónde están las mías.Sostengo mi cabeza que no deja de dar vueltas, al tiempo que Evan me arrebata el bolso y comienza a hurgar con desespero. Escucho el tintineo de las llaves cuando las encuentra, las introduce en la puerta y me empuja dentro haciéndome trastabillar.—¡Oye! —me quejo—. Ten cuidado.—¡Apúrate! —exige. Me tambaleo hasta llegar a mi habitación y fallo varias veces antes de tomar el pomo de la puerta.—Necesito refre
Sofía—Perdón, mami, de verdad se me pasó decirte… —digo a mi madre mientras preparo la cena.—¡¿Cómo te vas a olvidar de decirme que estás enferma y que te desmayaste en la oficina, Sofía?! —increpa al borde de un infarto a través del altavoz del móvil.—No estoy enferma —murmuro cansada de tanto drama—. Ya estás igual que Evan, son unos exagerados.—¿Evan? —pregunta fríamente—. ¿Qué tiene qué ver él en esto?«Rayos»—Ehmm... yo… estoy con él, mamá. —Cierro mis ojos con fuerza esperando su reclamo, casi puedo escucharla volviéndose loca y llamándome por mi nombre completo, pero… guarda silencio—. ¿mami, sigues ahí? —pregunto cautelosa. Tal vez se perdió la conexión por obra de Dios.—¿Estás con él? —habla de nuevo, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Con él —repite más para ella misma que para mí—. ¿Han regresado?—No lo sé, mamá —respondo en un suspiro—. Todo esto es muy nuevo aún, no estoy segura de lo que está pasando entre nosotros. Nos estamos quedando en su departamento mie
Evan—¡Mierda! —golpeo la mesa, frustrado al ver a Sofía tan afectada—. ¿Ves lo que te digo? Me urge saber lo que pasó esa noche —digo a James, quien me observa con pena.—Ya solicité las grabaciones de seguridad a la empresa donde Sofía trabajaba, pero están renuentes a entregármelas —me explica—. Voy a abrir una investigación y haré los trámites necesarios para obligarlos a mostrar le evidencia.—No me hables como abogado, hermano —le suplico al borde de la desesperación—. Dime si crees que sea posible ver esas malditas grabaciones.—Me llevará unos días, pero, sí.Suspiro de alivio al escuchar su respuesta, pues ese será el primer paso para dar con la verdad de lo que pasó esa noche.—Gracias, James, perdón por presionarte, pero… estoy desesperado —admito bajando la cabeza.—¿Aún crees que ella fue capaz de engañarte? —cuestiona con prudencia.—No —respondo casi de inmediato—, pero creo que ella así lo piensa y su conciencia la está torturando.—Muéstrale tu apoyo, dile que le cree
SofíaMe siento un poco aliviada cuando Evan toma esa llamada y me dice que debe irse. No es que no tenga ganas de estar con él, no es eso, pero hay algo cuando lo hacemos que me hace sentir sucia; que me hace sentir como si no me mereciera tenerlo de nuevo a mi lado.Sé que es algo en lo que debo trabajar, y tengo toda mi fe puesta en la terapia. Por la tarde programé una cita para dentro de dos días y, aunque me aterra todo lo que sé que puedo descubrir; también me llena de esperanza el pensar en volver a sentirme cómoda junto a él. Nada me gustaría más que volver a ser la pareja que fuimos en el pasado.Salgo de la tina después de darme un largo y solitario baño. Cuando llego a la habitación, Angie se mueve en su cuna a punto de despertar y aprovecho para asearla y colocarle su pijama. La acuesto a mi lado para alimentarla y, como hacíamos antes, nos quedamos dormidas la una junto a la otra.Despierto asustada y tomo mi celular de la mesita de noche para ver la hora; han pasado dos
SofíaEl rostro de Sarah Preston parece sincero cuando me observa, y me debato internamente entre escucharla, o pedirle que se vaya de una vez. Después de la noche que me hicieron pasar cuando estuve en su casa, es lo menos que se merece, pero, yo no soy como ellos.—Pase. —Le doy la oportunidad de hablar, aunque la desconfianza espesa el ambiente a nuestro alrededor.Ambas tomamos asiento en los sofás, mientras que mi pequeña se encuentra bastante entretenida mirando su programa favorito en la televisión.—Gracias, Sophie —murmura, llamándome por ese bendito apodo que me cae tan mal, pues solo deja en evidencia el rechazo que su familia siente hacia mis raíces latinas, y trata de amoldar mi nombre a su cultura americana.—¿Quiere tomar algo? —pregunto por cortesía.—Me gustaría un café, si no te molesta —espeta tímidamente.—Por supuesto que no, ahora lo preparo.Me dirijo a la cocina para encender la cafetera y, de vez en cuando, enfoco mi atención en la madre de Evan quien se ha ac
EvanNunca en la vida me había sentido tan ansioso como ahora que conduzco al límite de velocidad que me permiten las calles de San Francisco. Mi pulso es tan rápido y fuerte que me taladra los oídos; el camino se me hace eterno desde mi departamento hasta el edificio de James y con cada kilómetro que me acerco, la incertidumbre amenaza con hacerme perder la cordura.Me estaciono mal frente a la acera de la enorme torre de departamentos, donde mi amigo ya me espera con las grabaciones de la empresa donde Sofía trabajó en el pasado y bajo del auto, tropezando con mis propios pies. No puedo esperar a ver esas malditas grabaciones de seguridad que me mostrarán toda la verdad.Entro al edificio y atravieso el vestíbulo casi corriendo. El elevador tarda en bajar y me desespero presionando el botón como si eso fuese a hacer que llegue más rápido. Apenas me encuentro frente a la puerta de mi amigo, con el corazón en la garganta y la respiración entrecortada, James abre con la misma prisa que