«Te amo»La confesión de Kate sorprendió a los dos, pero no apagó el fuego de su pasión, todo lo contrario, fue como un palillo de fósforo cayendo sobre el combustible. Ricardo embistió hasta derramarse en el interior de su esposa.—Repítelo —pidió jadeante junto a su oído.Kate cerró los ojos, su garganta se apretó.—Te amo —le susurró.—Me tienes a tus pies, Kate, soy tu esclavo para la eternidad —murmuró él, totalmente entregado.Ricardo dejó un sendero de besos sobre la piel de Kate, recorrió su mejilla hasta adueñarse de sus labios e hicieron el amor de nuevo y, tal como Ricardo le había prometido, hasta el amanecer.—¿Vas de salida? —preguntó Renato al ver a Larissa vestida y con el bolso en mano.—Tengo una entrevista de trabajo antes de las nueve —respondió. Su semblante había cambiado, pero la preocupación en sus ojos verdes seguía latente.—Anoche no te escuché llegar.—Ni siquiera salí, Renato. Escuché cuando llegaste, aún no estaba dormida —dijo.Renato se sorprendió.—No
—¿Qué tanto me miras? —preguntó Kate con una sonrisa en el rostro, estaba comiéndose el postre luego de un delicioso almuerzo y pudo sentir la mirada de su esposo fija sobre ella.—Lo hermosa que eres —comentó Ricardo, lamiéndose los labios.Kate se mordió el labio, tuvo que frenarse para no saltarle encima y terminar haciendo el amor en la oficina.—¿Te parezco hermosa? —le cuestionó ella, llevándose una cucharada de helado de chocolate a su boca, de forma deliberada, giró la servidora dentro de su labio y con su lengua quitó el helado.—No solo hermosa, también atrevida, provocadora y encantadora —musitó Ricardo, tragando la saliva que se le acumuló en la boca, quería tomarla, colocarla bajo su cuerpo y enterrarse dentro su tibia cavidad, pero esto era más que sexo. Quería demostrarle sus sentimientos de una manera distinta. Deseaba pasar con ella tiempo de calidad, dejar que sus emociones fueran forjándose en un ámbito distinto.—Me adulas demasiado —musitó ella, recordando las pal
Michael apretó los dientes, su pregunta estaba de más, cuando era evidente lo que Larissa hacía allí, ¡estaba detrás del escritorio de la asistente de presidencia! ¡¿Qué otra cosa podía estar haciendo allí si no era trabajar?!—No has respondido mi pregunta —espetó Michael aun sabiendo su respuesta.—Tú tampoco lo has hecho, pero si tanto interés tienes en saberlo, te lo diré. —Larissa esbozó una ligera sonrisa—. Trabajo para esta empresa. Y tú, ¿qué haces acá? —le cuestionó, elevando una ceja.Michael la miró y luego miró la puerta cerrada de la oficina de su padre.—Trabajo en este lugar —dijo.Larissa abrió los ojos como platos, no podía tener tanta mala suerte, de todos los lugares en la ciudad, ¿por qué se encontraba con Michael de nuevo? Sobre todo, ahora que tenía la sospecha que la pastilla del día después no le había funcionado.—¿No puedes renunciar? —preguntó sin meditar.Michael le sonrió de una manera que hizo a Larissa temblar.—Sería mucho mejor que renunciaras tú, yo s
Larissa miró al ascensor un par de veces y sin discreción. Su corazón se agitaba pensando que en cualquier momento Michael llegaría, internamente rogaba para que el hombre decidiera no llegar a trabajar hoy, aunque las posibilidades de ser escuchada por alguna deidad en el cielo eran casi inexistentes. No había hecho una sola obra buena desde que llegó a Nueva York, más que equivocarse una vez tras otra.Sin embargo, no quería verlo y menos cuando se había hecho la prueba de embarazo esa mañana. ¡Ni siquiera tuvo el valor para mirarlo! Lo dejó en el cuarto de baño de su departamento, había sido cobarde de nuevo. ¿Por qué tenía que ser tan cobarde para unas cosas y tan tontamente valiente para otras? Como, por ejemplo: buscar a Michael esa noche, luego de la fiesta. Le habría sido mejor esperar a que el enojo hacia él desapareciera y su cabeza no se sintiera tan ofuscada por la rabia y el alcohol que había bebido luego de ponerse en ridículo delante de Ricardo y de Kate.La muchacha pa
«¡Fue un maldito error!»Aquellas palabras se repitieron como un mantra en la mente de Larissa mientras se alejaba de la puerta de la oficina de su jefe y volvía su escritorio. Sentía que estaba a punto de ahogarse, no debería hacerla sentir mal lo que Michael pensaba de esa noche, pero le dolía que fuera a contárselo a medio mundo. Que lo gritara sin importar quién podía escucharlo. Lo peor, era que, si Hank decidía despedirla, no podría hacer nada más que aceptarlo.—Larissa, ¿estás bien? —preguntó Gianna.—Sí, estoy bien —mintió Larissa, lo último que quería era que toda la agencia se enterara de lo que había sucedido entre Michael y ella.—¿Le has entregado los documentos al señor Hank?La joven negó.—Está en una reunión con el señor Michael y parece que están discutiendo, no quise molestar —respondió, sintiendo que un nudo subía a su garganta.—Oh, supongo que tendremos que esperar, pero por favor, no te olvides de entregarlos, es importante que lo revise, es para la próxima cam
La pareja salió de la clínica, Ricardo tomó la mano de Kate y la hizo detener.—Esto no cambia nada, Kate, lo que tenemos es nuestro —dijo, acariciando la suave mejilla de su esposa.—Te veías tan ilusionado, Ricardo —musitó.—Y sigo estando ilusionado, Kate. Además, la esperanza es lo último que se pierde, mientras tanto, podemos seguir practicando la fabricación —susurró con un tono de voz lo bastante pícaro, como para hacer sonreír a Kate.—¿De verdad no estás desilusionado? —quiso saber, para ella era muy importante saber lo que Ricardo pensaba y sentía.—Somos una pareja, Kate, vamos a luchar juntos y si el destino nos priva de algún tipo de felicidad, siempre encontraremos otra manera de ser felices.—Pero…—No pienses en las cosas que no se pueden cambiar y centra tu atención en las cosas que sí dependen de ti, como nuestra felicidad, nuestra relación, nuestro amor.Kate ahuecó la mejilla de Ricardo.—¿Cómo lo haces? —preguntó ella, su tono era bajo.—¿Cómo hago qué? —le cuesti
Larissa cerró los ojos, su cuerpo se deslizó de la cama al piso, su llanto brotó y su corazón se agitó. Tenía la sospecha, pero esto era distinto; ahora tenía la seguridad de que una vida se gestaba en su interior. «¡Todo fue un maldito error!»El recuerdo de las palabras pronunciadas por Michael la golpearon directamente al corazón. Larissa se hizo un ovillo y se abrazó a sí misma, mientras la angustia, el dolor y la incertidumbre se abría paso por su cuerpo. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo iba a enfrentar a Michael? ¿Cómo encontraría el valor para trabajar a su lado y no decirle nada sobre el bebé? Y Renato… ¿Qué pensaría su hermano de ella? Un sinfín de preguntas atormentaron a Larissa en cuestión de segundos y no tenía ninguna respuesta. No sabía qué hacer, no tenía idea de qué era lo mejor.Una mano se posó sobre su vientre, apretó los ojos y pensó si tenerlo era o no lo mejor. ¿Qué clase de madre sería ella? ¿Qué clase de vida iba a ofrecerle? La culpa la azotó tan pronto como
Larissa estuvo a punto de decirle que… no era él, sino ella la mujer que estaba embarazada y que iba a ser padre, pero decidió no hacerlo, sobre todo, porque el momento no era el mejor y porque las dudas seguían rondando su cabeza.Con paso ligero salió del cuarto de baño, bajó al área de enfermería para solicitar algo que pudiera servirle a Michael, aunque deseaba, que nada de lo que tomara hiciera desaparecer esos síntomas. Quizá estaba siendo infantil o mezquina al desearle toda clase de males, pero Michael no había sido precisamente un santo con ella.—¿Estás bien?Larissa se detuvo al chocar con el cuerpo del doctor que la había atendido el día anterior.—Eh, sí, lo estoy, pero me temo que el señor Lowell no lo está. Necesita algo para las náuseas —dijo con premura.—¿Está vomitando?—Hasta los intestinos —respondió.El doctor entró a la clínica de la cual salía cuando Larissa llegó, buscó en la vitrina y luego le tendió una pequeña caja.—Que se lo tome cada ocho horas y se hidr