La sangre de Ricardo ardió en sus venas y se sintió como un toro dentro de una plaza, mientras le agitaban una banderilla roja delante de sus ojos.—¡Maldito miserable, ¿Cómo te atreves a tocarla?! —gritó hecho una furia. El rostro de Jack cambió de color al escuchar el grito a su espalda. Se giró lentamente y su cuerpo se quedó inmóvil el tiempo suficiente para que el puño de Ricardo lo enviara al piso.Ricardo lo tomó de la solapa del saco, apretó los dientes y le dejó ir otro derechazo que reventó el labio de Jack, el tercer golpe, le rompió la nariz y la sangre salió a borbotones.—¡Detente! —gritó Jack, intentando apartarse de la mano fuerte y vengativa de Ricardo, pero él estaba perdido y consumido por su furia, no iba a escuchar su súplica.—¡Eres un maldito cobarde! ¡Hijo de puta! —le gritó, golpeándolo de nuevo. La rabia de Ricardo era tal, que lo cegaba por completo, golpeó a Jack dispuesto a terminar con su vida en ese mismo momento.Kate se levantó del sillón, tenía el lab
«Trae a Ellen de regreso»Mabel cambió el gesto de su rostro al escuchar la petición de Jack.—¿Qué?—Es la única manera de tratar de poner las cosas de nuevo a nuestro favor. No conseguiremos nada de Kate —gruñó, el dolor era cada vez más intenso— ¡Consigue un maldito analgésico! —gritó, ver a su esposa parada como estatua a su lado, lo enojó.—No me grites que no soy tu empleada —refutó Mabel, llamando a la muchacha del servicio para que consiguiera lo que Jack necesitaba.—En eso te convertirás si no conseguimos dinero. He vendido el 40 % de las acciones y las deudas no disminuyen, con dificultad he logrado pagar los intereses —gruñó.—No puedes hablar en serio —susurró Mabel sentándose en el sillón, con el susto tatuado en el rostro.—Hablo muy en serio, Mabel. Todo esto es tu culpa, si no hubieses sugerido el cambio de novias, si no hubieses calentado la cabeza de Ellen para convencerla de que Ricardo no le convenía, toda la fortuna de Ferreira ahora estaría cubriendo nuestras de
Kate y Grace bajaron a la sala para reunirse con Ricardo, para sorpresa de las mujeres, el magnate ya no estaba solo, Renato estaba tomándose una copa y la abuela estaba entregada a la conversación.—Renato —susurró Kate, tensa como la cuerda de un violín, temía que el abogado hablara sobre lo ocurrido ese día en la oficina.—¿Cómo estás, Kate? —preguntó—. ¿Te sientes mejor?Grace gruñó detrás de la rubia ante la pregunta de Renato, era obvio que el hombre no conocía la discreción, tampoco podía esperar mucho si era hermano de Larissa.—Un poco —susurró Kate, mirando a Ricardo, pidiéndole ayuda silenciosamente.—Lo siento, debí tener más cuidado y llamar a la puerta antes de abrir. Me he disculpado con tu abuela por mi torpeza —dijo.Kate no comprendía nada.—Oh, cariño, no puedo creer que tu primer día de trabajo con Ricardo fuese tan accidentado —intervino Carlota, extendiendo sus manos para abrazarla.Confundida, Kate se acercó a Carlota, la abrazó y luego se sentó en el sillón, ju
«Te amo»La confesión de Kate sorprendió a los dos, pero no apagó el fuego de su pasión, todo lo contrario, fue como un palillo de fósforo cayendo sobre el combustible. Ricardo embistió hasta derramarse en el interior de su esposa.—Repítelo —pidió jadeante junto a su oído.Kate cerró los ojos, su garganta se apretó.—Te amo —le susurró.—Me tienes a tus pies, Kate, soy tu esclavo para la eternidad —murmuró él, totalmente entregado.Ricardo dejó un sendero de besos sobre la piel de Kate, recorrió su mejilla hasta adueñarse de sus labios e hicieron el amor de nuevo y, tal como Ricardo le había prometido, hasta el amanecer.—¿Vas de salida? —preguntó Renato al ver a Larissa vestida y con el bolso en mano.—Tengo una entrevista de trabajo antes de las nueve —respondió. Su semblante había cambiado, pero la preocupación en sus ojos verdes seguía latente.—Anoche no te escuché llegar.—Ni siquiera salí, Renato. Escuché cuando llegaste, aún no estaba dormida —dijo.Renato se sorprendió.—No
—¿Qué tanto me miras? —preguntó Kate con una sonrisa en el rostro, estaba comiéndose el postre luego de un delicioso almuerzo y pudo sentir la mirada de su esposo fija sobre ella.—Lo hermosa que eres —comentó Ricardo, lamiéndose los labios.Kate se mordió el labio, tuvo que frenarse para no saltarle encima y terminar haciendo el amor en la oficina.—¿Te parezco hermosa? —le cuestionó ella, llevándose una cucharada de helado de chocolate a su boca, de forma deliberada, giró la servidora dentro de su labio y con su lengua quitó el helado.—No solo hermosa, también atrevida, provocadora y encantadora —musitó Ricardo, tragando la saliva que se le acumuló en la boca, quería tomarla, colocarla bajo su cuerpo y enterrarse dentro su tibia cavidad, pero esto era más que sexo. Quería demostrarle sus sentimientos de una manera distinta. Deseaba pasar con ella tiempo de calidad, dejar que sus emociones fueran forjándose en un ámbito distinto.—Me adulas demasiado —musitó ella, recordando las pal
Michael apretó los dientes, su pregunta estaba de más, cuando era evidente lo que Larissa hacía allí, ¡estaba detrás del escritorio de la asistente de presidencia! ¡¿Qué otra cosa podía estar haciendo allí si no era trabajar?!—No has respondido mi pregunta —espetó Michael aun sabiendo su respuesta.—Tú tampoco lo has hecho, pero si tanto interés tienes en saberlo, te lo diré. —Larissa esbozó una ligera sonrisa—. Trabajo para esta empresa. Y tú, ¿qué haces acá? —le cuestionó, elevando una ceja.Michael la miró y luego miró la puerta cerrada de la oficina de su padre.—Trabajo en este lugar —dijo.Larissa abrió los ojos como platos, no podía tener tanta mala suerte, de todos los lugares en la ciudad, ¿por qué se encontraba con Michael de nuevo? Sobre todo, ahora que tenía la sospecha que la pastilla del día después no le había funcionado.—¿No puedes renunciar? —preguntó sin meditar.Michael le sonrió de una manera que hizo a Larissa temblar.—Sería mucho mejor que renunciaras tú, yo s
Larissa miró al ascensor un par de veces y sin discreción. Su corazón se agitaba pensando que en cualquier momento Michael llegaría, internamente rogaba para que el hombre decidiera no llegar a trabajar hoy, aunque las posibilidades de ser escuchada por alguna deidad en el cielo eran casi inexistentes. No había hecho una sola obra buena desde que llegó a Nueva York, más que equivocarse una vez tras otra.Sin embargo, no quería verlo y menos cuando se había hecho la prueba de embarazo esa mañana. ¡Ni siquiera tuvo el valor para mirarlo! Lo dejó en el cuarto de baño de su departamento, había sido cobarde de nuevo. ¿Por qué tenía que ser tan cobarde para unas cosas y tan tontamente valiente para otras? Como, por ejemplo: buscar a Michael esa noche, luego de la fiesta. Le habría sido mejor esperar a que el enojo hacia él desapareciera y su cabeza no se sintiera tan ofuscada por la rabia y el alcohol que había bebido luego de ponerse en ridículo delante de Ricardo y de Kate.La muchacha pa
«¡Fue un maldito error!»Aquellas palabras se repitieron como un mantra en la mente de Larissa mientras se alejaba de la puerta de la oficina de su jefe y volvía su escritorio. Sentía que estaba a punto de ahogarse, no debería hacerla sentir mal lo que Michael pensaba de esa noche, pero le dolía que fuera a contárselo a medio mundo. Que lo gritara sin importar quién podía escucharlo. Lo peor, era que, si Hank decidía despedirla, no podría hacer nada más que aceptarlo.—Larissa, ¿estás bien? —preguntó Gianna.—Sí, estoy bien —mintió Larissa, lo último que quería era que toda la agencia se enterara de lo que había sucedido entre Michael y ella.—¿Le has entregado los documentos al señor Hank?La joven negó.—Está en una reunión con el señor Michael y parece que están discutiendo, no quise molestar —respondió, sintiendo que un nudo subía a su garganta.—Oh, supongo que tendremos que esperar, pero por favor, no te olvides de entregarlos, es importante que lo revise, es para la próxima cam