El ambiente en la oficina de Isabela estaba cargado de tensión. Leonardo se mantenía de pie, su mandíbula tensa y sus ojos oscurecidos por una furia contenida. No soportaba la idea de que Alejandro estuviera cerca de su esposa.—¿Qué diablos haces aquí, Arriaga? —La voz de Alejandro interrumpió el silencio con un tono de burla y desafío.Leonardo se giró lentamente, encontrándose con la mirada desafiante del CEO de la empresa. Sus ojos brillaban con una seguridad que lo irritaba aún más.—Estoy hablando con mi esposa —respondió con frialdad.Alejandro cruzó los brazos, una sonrisa sarcástica apareció en su rostro.—Tu esposa. —Repitió las palabras con burla—. Perdóname, Leonardo, pero creo que ese título ya no significa mucho. Pronto puede ser mi esposa.La sangre de Leonardo hirvió ante esa afirmación.—No vuelvas a decir eso. —Su voz era baja, pero letal—. Isabela no es una mujer que puedas tomar a tu antojo.Alejandro soltó una carcajada sin humor.—¿Y tú sí, no? ¿Tú sí puedes hace
La tarde transcurría con una calma engañosa. Isabela estaba en su oficina, revisando unos documentos, cuando su teléfono vibró insistentemente. Era un mensaje de una de sus compañeras de trabajo.—¿Viste esto?Acompañado del mensaje, había un enlace de noticias.Con el ceño fruncido, Isabela abrió la nota y, al instante, sintió cómo la sangre se le helaba en las venas. En la pantalla de su teléfono aparecía una foto de ella y Leonardo almorzando juntos en un restaurante elegante.El titular era sensacionalista:"¡Leonardo Arriaga y su esposa juntos en un almuerzo romántico! ¿Reconciliación a la vista?"Su corazón latió con fuerza. No podía creerlo.¿Cómo se había filtrado eso?—No… —susurró, leyendo la nota rápidamente.El artículo detallaba cómo el poderoso empresario Leonardo Arriaga había sido visto con su esposa, Isabela, en una actitud “íntima y cariñosa”, lo que despertaba sospechas sobre el estado real de su relación.Pero lo peor no era el artículo.Lo peor era imaginarse cómo
La noche cayó sobre la mansión Arriaga, envolviendo todo en una atmósfera de calma aparente. Pero dentro de sus muros, las tormentas emocionales estaban lejos de cesar. Leonardo había pasado la noche en su estudio, bebiendo más de la cuenta, mientras su mente se debatía entre su lealtad a Camila y los sentimientos que cada vez más lo ataban a Isabela. ¿Por qué le resultaba tan insoportable la idea de verla con Alejandro? ¿Por qué sentía que se estaba hundiendo en un terreno desconocido? En otro rincón de la ciudad, Camila apretaba los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaban en la piel. Había leído y visto demasiado en las últimas horas. Las noticias sobre el almuerzo de Leonardo e Isabela habían sido la gota que derramó el vaso. Las fotos de ellos juntos en un restaurante, la forma en que él la miraba, incluso si no sonreía, Camila podía verlo todo con claridad. Leonardo estaba cambiando. Ya no era el hombre que la ponía en primer lugar. Ya no era el hombre que corría a
Entre tanto Leonardo estaba sumido en sus pensamientos, las dudas de lo que debía de hacer lo carcomen, su tranquilidad fue totalmente quebrantada. — Señor Arriaga, es hora de la Reunión — Expuso su secretaria, fue allí que Leonardo reaccionó y se coloco de pie. — Demos inicio — Expuso el hombre dirigiéndose de inmediato hasta la sala de juntas, allí ya estaban esperando por él sus Socios, Leonardo se acomodó, no había dudas de quien tenía el control. La Reunión fue llevado a cabo con éxito, pero entonces cuando Leonardo estuvo nuevamente a solas en su oficina alguien más había tocado la puerta, por un momento el fastidió brilla en su mirada pensando que podría ser Camila, pero cuando vio a su hermano dejó escapar un profundo suspiro. — ¿Se puede? — Pregunta Dario y Leonardo asiente — Siento que las cosas no están nada bien contigo hermano — Expuso Dario tomando asiento y Leonardo se masajea la frente — Déjame adivinar, problemas a causa del matrimonio ¿Te has enamorado de tu
El tiempo pareció ralentizarse cuando el rugido del motor resonó con furia, Isabela volvió a abrir los ojos incapaz de creer que en realidad estaba viendo bien, quizás él golpe de la caída hace que tenga alucinaciones.El vehículo oscuro se acercaba a gran velocidad, su única intención era una: atropellar a Isabela.Pero en el último segundo, antes de que pudiera reaccionar, un impacto la empujó con fuerza lejos del camino de la muerte.El sonido del cuerpo chocando contra el metal reverberó en la calle.Un grito ahogado.Un cuerpo cayendo pesadamente contra el pavimento.Isabela abrió los ojos con el corazón latiendo con desesperación.La imagen frente a ella la dejó en estado de shock.Leonardo yacía en el suelo.Su esposo.Él la había salvado.—¡Leonardo! —gritó su nombre con desesperación, arrastrándose hasta él.El rostro del hombre estaba tenso por el dolor, pero sus ojos seguían abiertos, clavados en ella.—Isabela… —murmuró con voz ronca.Las luces del vehículo aún iluminaban
El silencio en la oficina de Leonardo Arriaga se rompió con el sonido de su celular vibrando insistentemente sobre su escritorio. Un mensaje apareció en la pantalla. Era del investigador privado al que había contratado en secreto."Señor Arriaga, tengo toda la información que pidió. Necesitamos vernos en persona. Es urgente."Leonardo sintió que un presentimiento oscuro se instalaba en su pecho. Tomó su abrigo y salió de inmediato, necesitaba llegar cuanto antes, necesitaba esclarecer aquella montaña nebulosa en donde estaba perdido ahora.Treinta minutos después, estaba sentado en un despacho privado de uno de sus edificios. El investigador le entregó una carpeta gruesa con documentos, pruebas, fotografías y grabaciones.—Encontré la verdad sobre la supuesta enfermedad de Camila —dijo el investigador, con voz grave—. Todo es falso. No tiene ninguna afección cardíaca.Leonardo frunció el ceño y abrió la carpeta con manos firmes.—¿Estás seguro de esto? —preguntó, su voz sonaba afilada
El amanecer había llegado, Isabela sentía un ambiente diferente aquella mañana, pero ella ya había tomado la decisión y lo mejor que podianhaver era darse un descanso, la mujer aun no sabía que Camila había sido desenmascarada por Leonardo, pero lo último que le importaba en el este momento era aquello que ocurra con ellos. Se vistió con calma, tomando su tiempo para elegir una blusa sencilla y unos jeans cómodos. Nada elegante, nada llamativo. No quería llamar la atención. Bajó las escaleras en completo silencio, sus maletas ya estaban listas desde la madrugada. Antes de marcharse, se detuvo en la sala. Sus ojos recorrieron cada rincón de la mansión, sintiendo un nudo en la garganta. Aquel lugar había sido testigo de tanto sufrimiento, de tantas noches de soledad, pero también de momentos en los que, aunque fueran fugaces, había sentido la calidez de un hogar. Respiró hondo y sacó de su bolso un sobre blanco. Con manos temblorosas, lo dejó sobre la mesa de centro. Dentro de él, e
Leonardo Arriaga nunca había sido un hombre paciente. Siempre había obtenido lo que quería con solo extender la mano, pero esta vez… esta vez era diferente. Después de semanas de búsqueda, finalmente había dado con ella. Isabela estaba en un pequeño país lleno de cultura y paisajes mágicos. La encontró en una plaza central, rodeada de colores vibrantes y la calidez de la gente local. Llevaba un vestido azul claro, y el sol resaltaba la suavidad de su piel. Pero lo que realmente lo impactó fue la luz en sus ojos. Había algo diferente en ella. Algo había cambiado. Leonardo se quedó unos segundos observándola, sin saber si debía acercarse de inmediato o esperar. Sus manos se apretaron en puños. Isabela se veía serena, radiante, como si hubiera encontrado algo que con él jamás pudo tener: paz. Pero no podía seguir viéndola de lejos. No podía estar sin ella. Respiró hondo y se acercó. —Isabela. Ella se tensó al escuchar su voz. Sus labios se entreabrieron y, por un momento, crey