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En la actualidad.

Ava Jones.

Una vez leí en una revista muy popular una frase con la que estuve completamente de acuerdo: "Muchas veces esperamos a que las cosas sucedan. Rezamos por ello. Lo deseamos con todas las fuerzas... Pero de nada sirve simplemente esperar mientras tienes un poco o mucha fe. La cantidad de deseo que tienes en una cosa, no implica el obtenerlo. Es cierto que la positividad y las ganas de querer algo te ayudan a que eso llegue, pero si no labras tu propio camino y haces que suceda, y dejándolo a la suerte, no va a llegar. No esperes por algo. No pierdas un tiempo valioso que puedes invertirlo en algo más. La vida es muy corta como para andar perdiendo tiempo en sentarnos a esperar".

Como dije: concuerdo mucho. Sobretodo porque, si luchas por eso que quieres, y pierdes, por lo menos estarás conforme contigo mismo, pues lo intentaste; pero, si luchas porque suceda, y sucede, la satisfacción no tendrá precio.

Siempre trato de buscar los reportajes de esta reconocida reportera. Actualmente trabaja en una revista, pero, por suerte, no ha dejado de lado su blog personal, donde hace todo tipo de reflexiones.

Esa mujer no tiene idea de lo mucho que me ha ayudado hasta ahora, y desde la distancia, a mantenerme en pie.

—Ava Jones... —Escucho mi nombre salir de sus labios y aprieto mis ojos con fuerza, llenando mis pulmones de aire, y haciéndome a la idea de que, pase lo que pase hoy, lo hago por él, únicamente por él —Bienvenida.

Abro mis ojos y muevo mi cuello de lado a lado, antes de dar media vuelta y dar la sonrisa más amplia que él jamás ha visto en su vida.

He entrado en mi papel y ya nada ni nadie podrá sacarme de él.

El éxito para triunfar en una mentira es creerte las cosas que se supone que no eres, no tienes y no representas. Yo en esta vida he sido mil versiones diferentes de mi, y al mismo tiempo, he dejado de ser yo.

Ha sido tanto una bendición como una maldición.

La manipulación es mi fuerte, la actuación mi condena y la belleza mi perdición.

—Buen día, Dante. —Me acerco a él, quien quiere darme un beso en mi mejilla, pero no lo dejo hacerlo. Alejo mi rostro y sonrío, estirando mi mano, para que la bese. A él le encanta mi atrevimiento y el hecho de que rompa sus reglas. Así que yo le cumplo el capricho, siendo mil veces peor a la versión que él espera de mi.

—Una diosa. Ahora no me dejas tocarte, pero serás mía —promete.

Y puede que mi cuerpo si llegue a ser suyo, lamentablemente, muchas veces ha sido inevitable que pase. En todas y cada una de esas ocasiones he tenido que entrar en un papel, actuar, fingir...

No sé que pasaría si estuviese con alguien siendo yo. No creo que podría soportarlo.

Mi cuerpo sería de ellos, pero mi mente y corazón están cerrados de por vida. Sin posibilidad alguna de que vuelvan a sentir o a latir.

—Ya sabes mi condición para que eso suceda. Un anillo en mi dedo, un puesto digno en La Asociación, y seré toda tuya. —Le recuerdo.

Lo escucho reír y estira su mano, mostrándome el camino hacia adentro de su oficina.

Coloco mi larga cabellera rojiza detrás de mi espalda y acomodo la tira de mi vestido, el cual es del mismo color de mi cabello, para hacerle juego, y que se había caído de sobre mi hombro. Comienzo a caminar, moviendo mi cadera de lado a lado, justo como sé que suele hipnotizarlos. O, idiotizarlos, en todo caso.

Soy un arma mortal, y ellos creen que mi poder subyace en mi belleza, pero es a mi cerebro al que deben temerle.

—¿De qué querías hablar conmigo? —Voy directo al grano. Él me conoce. Sabe perfectamente que no soy de las que pierden el tiempo en rodeos absurdos. Siempre voy directo al punto.

—Tengo otro proyecto para ti.

—Perfecto. ¿Cuál?

—El de mi acompañante durante este mes. Tendrás el trabajo soñado, pondrás en práctica esa brillante mente tuya.

—¿Cómo así?

—Verás... Hay personas que ya saben de mi. La verdad, se enteraron muy tarde de mi conexión con La Asociación, y es por eso que estoy relativamente tranquilo ante el hecho de estar en el punto de mira.

—¿Qué tendría que hacer yo? ¿Protegerte?

—No. Tengo mis guardaespaldas, pero ellos no son estratégicos e inteligentes en cuánto a las tomas de desiciones importantes. Solo debes estar a mi lado, y cuidar de que se haga lo correcto en cuanto a mi seguridad.

—Lo cuál vendría siendo lo mismo que protegerte.

—Solo que sin usar la fuerza. No es necesario. —Aclara.

—Me encanta cuando un hombro requiere del trabajo de una mujer. Adoro cuando nos necesitan.

—No eres cualquier mujer. Ninguna en el mundo ha hecho la mitad de cosas que has hecho tú. Por algo estás donde estás. Comienzas a llegar lejos.

—No lo suficiente como para conocer a los jefes de La Asociación.

—Ya te dije que lo más alto que conocerás, será a Sebastián, él es el único mediador entre los jefes de La Asociación y sus trabajadores. Es el único que les ha visto sus rostros alguna vez, nadie más los conoce.

—Pues, por lo menos quiero conocer a Sebastián.

—Si no supiera de tu obsesión por ser la mujer más poderosa e intocable del mundo, creería que quieres conocerlo para algo más.

—Puede ser. Si no es un viejo decrépito como tú, a lo mejor lo termino convenciendo de que se case conmigo y me de sus millones.

—Y mira que al ser el segundo al mando tiene mucho más poder que el resto de la pirámide. —Él se acerca sigilosamente a mi. Quedando detrás de mi silla y llevando su mano por mis hombros, clavículas y, finalmente, posarla con firmeza en mi cuello. —Pero no se ocurra siquiera pensar en esa posibilidad, porque tú serás mía, eres mía. —Amenaza, pero yo lo saco de quicio al ignorarlo, mordiendo mis labios con una pequeña sonrisita pícara.

—¿Y en qué escalón de la pirámide te encuentras tú? —Pregunto, interesada en saber. Me quejo un poco cuando aprieta más su mano alrededor de mi garganta.

—Dos pisos por debajo de Sebastián. —Gruñe.

—Qué divinura. —Digo, lamiendo mi labio inferior, y eso lo pone peor.

—No se te ocurra estar con alguien más que no sea yo, porque no pienso compartirte. ¡¿Me oyes?!

Lo miro con fijeza, sus ojos negros me observan con rabia acumulada. Hierbe aún más cuando nota que yo no protesto o me hago una sumisa ante sus órdenes. Su cabello negro le da un toque maduro, y su barba que comienza a ser blanca, delatan su edad. ¿Siquiera se le parará de manera natural o ya tendrá que obtener un poco de ayuda con estimulantes farmacéuticos?

Río ante mi pensamiento y él aprieta más mi cuello, haciéndome toser un poco, antes de soltarme. Ruedo mis ojos y llevo mi mano a mi garganta. Ya la sensación de dolor en esa zona de mi cuerpo se me hace tan normal que llegó al punto en que dejó de ser dolor.

—Recuérdalo, Dante. —Levanto mi mano derecha y con la otra toco mi dedo anular de la izquierda —. Solo vas a tenerme si colocas un anillo en mi dedo.

—Falta poco, bonita. Y cuando llegue ese momento, ni el propio Diablo podrá salvarte de mi.

—Mientras ese momento llegue... —me levanto de mi asiento y acomodo mi vestido corto y ajustado para que no se me suba —, soy libre de hacer lo que quiera.

—¡No juegues conmigo, Jones!

—Nos vemos, Dante. —Salgo del lugar, con mi cabeza en alto, y sin importarme un comino sus quejas.

Hace mucho tiempo dejé de ser una oveja asustadiza y me convertí en una leona capaz de hacer lo que sea para velar por sus intereses.

(-)

Aparco el auto en el estacionamiento del edificio y salgo de él luego de dejarlo en el lugar de siempre. Camino hacia adentro, pasando las puertas dobles, y adentrándome al enorme recibidor. La chica de recepción me sonríe, como siempre, y los guardias al pie del ascensor mueven sus cabezas al mirarme, en señal de saludo. Yo les sonrío, de manera educada, y proceso a entrar en el cubículo.

Una vez que estoy dentro, sola, suelto todo el aire contenido en mis pulmones. Mi sonrisa se borra, y solo pienso en que jamás podré siquiera imaginar como es tener una vida normal.

Esos dos hombres que se supone que "me cuidan", en realidad están vigilándome.

No me lo tomo personal. La asociación cuida muy bien sus espaldas y una manera de hacerlo es asegurándose de que sus trabajadores no les salgan con alguna sorpresa.

Llego a mi piso, y salgo del ascensor, para doblar el pasillo e ir directamente a una de las dos únicas puertas que hay en este último piso. Paso mi tarjeta por la ranura que se requiere, y la puerta se abre automáticamente. Me adentro a la suite y escucho unos gritos descontrolados.

Una sonrisa que es genuina y con una mezcla de sentimientos puros que creí que ya no podían existir en mi, llega de manera rápida a mis labios.

—¡Damián! —Grito.

Me inclino en cuanto veo a mi pequeño tormento salir de su habitación, con un juguete de dinosaurio entre sus pequeños dedos, corriendo hacia mi. Abro mis brazos ampliamente y su cuerpo impacta contra él mío al corresponder mi abrazo.

—¡Ma! ¡Mami! —Grita ahora él, estando eufórico. Se emociona demasiado cada vez que me ve.

Tan solo tiene dos años y medio. Aún lucha por decir palabras, y su palabra favorita es "chotolate". Sí, con t.

—Aquí estoy, mi vida. Regresé temprano, como te lo prometí. —Él se separa un poco y me enseña su dinosaurio.

—Alma tería tomerme, pelo el donosaulio la tomio a ella.

—Imposible. ¿En serio?

—Oiga, su hijo cada vez tiene más energía —dice Alma, mi ayudante en casa y niñera de mi hijo, adentrándose al living. Mi hijo la mira con ternura. Ahora se ve como un niño bueno que jamás se metería con nadie, pero la realidad es que es todo un revoltillo que hace travesuras. Está muy avanzado en muchos aspectos para su corta edad y tiene un carácter que, cuando sale a relucir, es espeluznante. Se parece mucho a él...

—Siento mucho haberte ocupado más tiempo del normal. Mañana estaré en casa todo el día, así que puedes tomártelo libre. —Le digo a cambio, en modo de recompensa.

—Eso me vendría muy bien. —Suspira ella en alivio y, la verdad, la compadezco mucho. No sé qué sería de mi sin ella.

—Puedes irte ya. No saldré más.

—Muchas gracias, señora.

—No me digas señora, recuerda que soy menor que tú. —Mi hijo mira de ella hacia mi y de mi hacia ella mientras hablamos.

—Está bien, señora.

Suspiro en resignación, mientras la veo recoger sus pocas cosas, para proceder a marcharse.

Me quedo sola con mi hijo y le sonrío, tocando su cabello que ya está un poco crecido. Debo llamar a su peluquero.

—¿Jugamos, ma? —Mueve su cabeza hacia un lado y sonríe ampliamente. Este es el único ser al que le dejaría manipularme.

Una vez estuve a nada de lanzarme al vacio por unos ojos grises muy parecidos a los suyos, pero todo se complicó y nada resultó. Solo espero que mi hijo me perdone cuando sepa lo que hice y que entienda mis razones.

Todo ha sido por él, únicamente por él.

En la vida se hacen sacrificios...

Y yo tuve que sacrificar mis sentimientos.

Aiis

Buenas noches. Aquí les he dejado otro capítulo, espero que puedan ir sacando conclusiones y uniendo puntos en las pequeñas cositas ocultas que voy dejando. A quienes leen mi otra historia titulada " Los Millonarios no se Enamoran", les confirmo de una vez que la reportera de la que habla Ada es, obviamente, Stella Gilabert, la protagonista de ese libro. Espero que les haya gustado este capítulo. Recuerden comentar y votar! Gracias por el apoyo. ❤️

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