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Hace cuatro años.

Snape.

La hago adentrarse al pequeño cubículo y ella mira todo con desconfianza y temor. No puedo creer que alguien así pertenezca a una organización tan cruel. Parece que han mentido y no son tan brutales y feroces después de todo.

Le indico que se siente en una de las dos sillas que hay bajo el pequeño escritorio que habita el lugar, y me fijo en la ventana. Sé que no se ve nada desde adentro hacia afuera y desde afuera hacia adentro sí, siempre ha sido así, pero, desde que era niño, e hice mis prácticas, tengo la manía de ver todo el vidrio. Una vez no estaba polarizado por completo, tenía un trozo quitado por debajo, mientras me estaban interrogando. Salí bien en esa práctica porque reduje a mi secuestrador, configuré la cámara de vigilancia, a modo que quedara congelada, y luego miré a través de ese pequeño espacio que no estaba cubierto por el vidrio. Así vi hacia adentro lo que estaba buscando, y gané.

Recuerdo que tuve dos semanas libres en casa. Todos me envidiaban porque nadie más pensó o hizo lo que hice yo.

Lo que ellos no sabían, es que yo prefería estar encerrado en la academia, que regresar a casa. De haber sabido que esa era la recompensa, hubiese perdido a propósito.

—¿Me van a hacer daño? —Pregunta, con temor. Su mirada angustiada no me provoca nada. No soy de caer fácil, y es por eso que me han buscado para este trabajo.

—Si contestas todo y colaboras con nosotros, entonces todo estará bien. —Me limito a decir.

—Mientes. Todos lo hacen.

—¿Vas a ayudarnos? Necesitamos dar con el paradero de algo importante.

—¿Cómo sé que cumplirás con tus palabras?

—Snape siempre cumple sus promesas. —Aseguró alguien por el altavoz y casi protesto cuando reconocí su voz. Suspiré profundamente, pidiéndole paciencia a todo santo existente. —Desconfía de todos, menos de él.

—Estamos en pleno interrogatorio, Schwarzenberg. ¿Quieres que hable con los superiores?

—Ya me callé.

—Eso creí.

—Voy a hablar. —Dice la mujer de repente, y yo enarco una ceja. Miren nada más qué sorpresa.

Yo que ya comenzaba a imaginar todo tipo de tortura y maneras de hacerla soltar todo.

—Pues, adelante. Comience.

—No los conozco. —Empieza a decir. Y no puedo aguantar la risa irónica que sale de entre mis labios.

—Oh, vamos. Sé que puedes hacerlo mejor que eso.

—Estoy hablando en serio. Yo solo estaba ayudando a esa mujer en su tienda. Apenas tengo una semana trabajando allí, necesito dinero. A medida que pasaban los días me daba cuenta de que sucedían cosas extrañas…

—¿Cómo de extrañas? Explícate.

—Llegaban hombres y pedían cosas que no se vendían en ese tipo de negocios. La mujer entregaba paquetes que siempre estaban envueltos con el mismo símbolo.

—¿Qué símbolo?

—No sabría explicarlo. Era algo como, como… tenía un círculo, y en medio, había letras y frases, algunas letras se reconocían, pero las frases eran escritas en otro idioma.

—¿Cuál?

—No tengo idea ¿vale? A lo sumo me sé el idioma que hablo.

—¿Qué opinas, Schwarzenberg? ¿Crees que dice la verdad o debemos traer el detector de mentiras?

—Aparentemente dice la verdad, pero está muy nerviosa, ansiosa. Así no puedo controlarla correctamente.

—Señorita… —tomo la carpeta que se encuentra sobre el escritorio, porque no recuerdo su nombre o apellido —. Señorita Jones… ¿Recibió usted algún paquete mientras trabajaba allí?

Ella tan solo asintió. Dios mío, la mujer no paraba de temblar y podía ver cómo comenzaba a sudar.

—Sí. Pero ella me dijo que saldría y que este paquete era súper importante. Que irían a buscarlo al poco tiempo de entregármelo.

—¿Cómo así? —Me alarmo. Dejo de dar vueltas y camino hacia ella, golpeando con las palmas de mis manos la mesa al colocarlas en la superficie con demasiada fuerza. —¿No tienes el paquete contigo? —Ella se encoje en el asiento y sacude su cabeza en negación. Sus carnosos labios hacen un puchero y sus ojos son un pozo de agua que comienza a desbordarse.

—¡No entendía nada! ¿Vale?

—Schwarzenberg, trae la máquina. —Ordeno.

—¿Qué maquina? —Pregunta Ava, con temor.

—Vas a repetir todo lo que me dijiste hasta ahora mientras el detector de mentiras te evalúa. Trata de tranquilizarte. Solo es una ronda de preguntas.

—Preguntas que me van a costar la vida a mí y a mi familia.

—¿Tienes familia? Porque según nuestra investigación, desde que llegaste a esa tienda, has estado viviendo allí con esa mujer, y no has tenido contacto con nadie más. Te hemos estado siguiendo y vigilando, no hemos encontrado a nadie más vinculado a ti.

—Porque ellos sabían que ustedes me iban a capturar. Necesitaban a alguien que cayera por el trabajo sucio de ellos. No me quedó de otra.

—Aquí está. —Martin entra al cubículo, y yo le hago señas para que le coloque y prepare todo. Espero pacientemente y voy hacia un extremo donde se encuentra una pequeña mesita con agua. Tomo un vaso de plástico y me sirvo agua, tomo otro y repito la misma acción, llevándoselo a la mujer que ahora se encuentra mirando la máquina y todos los cables que Schwarzenberg ha conectado con ella. Parece querer entenderlo.

—Ten. Voy a pedir que trates de calmarte. Solo tienes que decir la verdad, o esa máquina le dará una fuerte descarga a tu brazo y le enviará señales a Martin. Ayúdanos. Puedo ver que estás metida en medio de todo este asunto y solo quiero resolver de qué manera. ¿De acuerdo?

Asiente, tomando el agua que acabo de darle, para proceder a respirar profundo, intentando calmarse. Repite todo lo que había dicho hasta ahora.

—El hombre llegó, miró el paquete entre sus manos y lo estiró hacia mí, cuando lo iba a tomar, lo quitó raídamente y lo guardó en su abrigo. Jamás me entregó nada. Hizo ver como que lo había hecho, pero no lo hizo, lo juro.

—¿De qué tamaño era el paquete?

—El más pequeño que he visto en mi vida.

—Perdón, pero no puedo evitar pensar mal y reírme al imaginar un pene pequeño —dice Martin esta vez a mis auriculares y no a los altavoces.

Voy a acusarlo por falta de profesionalismo en un momento como este.

—Él me pidió irme hacia adentro, y yo no entendía nada. Me dijo que conocía a la mujer que trabajaba allí y que era mejor que le hiciera caso. Me mostró el arma que tenía en su cintura, y fui corriendo a la habitación. Tenía mi celular entre mis manos, pero no podía llamar a nadie. No sabía a quién llamar, y tampoco hizo falta, porque ella llegó enseguida.

—¿Qué pasó cuando llegó?

—Dijo que lo sentía mucho por mí, pero que necesitaban una víctima. Entonces me mostró la foto de alguien importante para mí. Me dijo que, si quería verlo con vida, era mejor hacer lo que ellos me pedían.

—¿Y qué te pidieron?

—En ese momento, nada. Pero dos días después, unos minutos antes de que llegaran ustedes, me lanzó esta ropa en la cara y me dijo que era hora de irme, y que pasara lo que pasara… —sus ojos vuelven a cristalizarse —. No podía dejar que ustedes me atraparan o iba a matarlo. Me dijo que me fuese por el techo. Casi me rompo una pierna saltando el techo. Ellos… ¡Ellos van a matarlo por culpa de ustedes!

La curiosidad caló fuerte en mí. Su sufrimiento y miedo se veía tan real. Normalmente, se reconoce cuando alguien miente por cualquier mínimo indicio. Conozco todos y cada uno de los indicios que pueden llevarte a sospechar que alguien no está dando la información correcta, o que está diciendo todo a medias.

—¿Schwarzenberg? —No hacía falta preguntarle lo que quería saber, pues él siempre lo deducía.

—La máquina no arroja alteración alguna. Ella dice la verdad. —Responde solo para que lo pueda escuchar yo.

No dejo de ver a la mujer sollozar. Esto era lo único que faltaba, más complicación para este caso.

—Pide que la vengan a buscar y la lleven a una celda. Mañana seguimos y ella deberá explicar lo mismo.

No me había dado cuenta de que tenía mi trasero recostado de la encimera del escritorio, por lo que me levanto de encima de él y comienzo a caminar hacia la salida. Necesito descansar y pensar en nuestro próximo movimiento. Debo pedir que arresten a la mujer de la tienda, que busquen al hombre que supuestamente no entregó el paquete, y averiguar algo más sobre esta chica. Si llega a ser cierto lo que dice, entonces pasaría de ser una presa, a ser nuestra protegida.

Si lo que nos dice es correcto, entonces la quieren inculpar solamente para que así tengamos a alguien tras las rejas y nos conformemos con eso, para no seguirlos a ellos. Y ella no tiene más que hacer, debe sacrificarse, realizar lo que pidan, porque si no asesinarán a esa persona importante para ella.

Y es cuando tomo el pomo de la puerta, antes de salir, que no puedo aguantar más la duda que carcome mis entrañas. Así que volteo, la veo, y suelto mi duda:

—¿Qué tan importante es la persona que ellos tienen? ¿Qué parentesco tiene contigo?

—Él… él es…

—¿Tu novio? ¿Tu esposo?

Porque de ser así, entonces puede que esa persona esté trabajando con ellos y la esté entregando a ella. Mi trabajo consiste en pensar en todas las posibilidades existentes.

—Mi hijo… —Susurra. Encogiéndose mucho más en el asiento, abrazándose a sí misma, mientras sus lágrimas brotan de sus ojos. Llora en silencio y de manera entrecortada dice: —Dios mío, tan solo tiene dos años…

—¿Su papá?

—Nos abandonó en cuanto supo que yo estaba embarazada. Por eso necesitaba un trabajo urgente. Fui a ese pueblo, porque se suponía que allí había muchas ofertas laborales y con buena paga. Solo somos una amiga, mi hijo y yo, ella está enferma, por eso se queda con él mientras yo trabajo. No sé cómo dieron con ellos, solo sé que, si les hacen algo por mi culpa, sobre todo a mi hijo… yo… yo… —y entonces, ella vuelve a llorar.

—No va a pasarle nada a tu hijo.

—¡¿Y tú qué sabes?! —Levanta su voz repentinamente, mirándome, con lo que creo ver, es odio —¡No sabes nada! ¡De seguro tuviste una vida perfecta! Sí, un niño consentido de mami y papi.

Eso dolió, pero no se lo dejo ver. Nunca dejo ver cuando me lastiman.

Pienso en mí de niño. No recuerdo nada de lo ocurrido, solo lo que me cuenta Fernando. Me dejaron abandonado en su puerta.

Es en este momento en el que me doy cuenta de que esta mujer haría lo que fuese por su hijo, excepto abandonarlo. Está sufriendo por no tenerlo a su lado, protegiéndolo. Ella es todo lo que yo pedía en una madre que nunca tuve, así que, si en mis manos está el poder encontrar al niño, sano y salvo, voy a hacerlo.

Aiis

Nos adentramos ya a la trama en general. El capitulo que viene lo narra nuestra protagonista. Es narrado en la actualidad, así que verán un vistazo de cómo es su vida, y en base a eso deducir si ella mintió o no hace cuatro años, cuando respondió a este interrogatorio. Gracias por estar aquí y apoyarme. Espero que les esté gustando y me escriban por cualquier duda que tengan! Recuerden comentar y votar. Tengan lindo día.

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