¡Greta, ya estoy aquí! — dije al abrir la puerta y entrar
al piso de mi amiga esperando encontrarla en el sofá viendola tele.— ¡Oh, Dios! —exclamé.En el sofá estaba, pero no viendo la tele. Se estabametiendo mano con un hombre. Greta. A los sesenta y algose estaba besando en el sofá como los adolescentes.Aunque lo puedo entender viendo al hombre, tendría más omenos la misma edad, pero bien llevados. Cabello canoso,una barba blanca cubría su cara y unos ojos negros hacíande él un hombre guapo.Él se levantó en cuanto me escucharon entrar mientrasGreta ruborizada arreglaba su ropa. ¡Oh, Dios! No necesitosaber eso, no necesito tenerlo grabado en mi mente para laeternidad.—Olivia, pensé que volvías el sábado —dijo Greta.Y yo pensé igual, pero Colin tenía una reunión el viernesque no podía perder y por eso volvimos el jueves por latarde. O sea, ahora. Me acompañó a mi piso, me besó hDia 1Quiero dormir. Quiero seguir con los ojos cerrados. Séque al abrirlos el dolor que siento será nada comparado conlo que se avecina. Con los ojos cerrados puedo seguirfingiendo que estoy en el hospital y que Colin se va aenfadar por llegar tarde. Y Greta me va a echar la broncapor no llamarla cuando me ingresaron.La tarta de queso esparcida por el parabrisas fue loúltimo que vi y quiero esa imagen en mi mente. Porque unavez que abra los ojos nada volverá a ser lo mismo.Cuento hasta diez en un intento vano de tranquilizar mícorazón. Respiro hondo en el mismo intento y es cuando lonote. El olor. Nada que haya olido antes. Nada que puedadescribir. Repugnante es lo más cerca que puedo pensar.—Se que estás despierta. Abre los ojos.La voz de mujer venia de cerca, muy cerca. Sin quererhice lo que me pidió. Las lágrimas en mis ojos no impidieronque viera las barras de la jaula. Estoy ac
Dia 21Dos semanas. Han pasado dos semanas y nadie nos trajocomida. Menos mal que decidí comer muy poco cada díaque si no ya estaría muerta. Liz y Sarah hicieron lo mismo yles queda para algunos días, pero Sam comió su ultimosándwich esta mañana. A mí me quedan tres y un paquetede queso, tendré que compartirlas con ella. Necesita fuerzapara traer a mundo al bebé.Mi bebé no existe, hace siete días tuve la menstruación.Sam tenía un paquete de tampones debajo de su colchón.No pregunté porque lo tenía escondido.Lloré al darme cuenta que no iba a tener él bebe deColin, los días que pensé que estaba embarazada fui feliz.Todo lo feliz que podía ser en esta prisión. Pero era lo queme mantenía cuerda, imaginaba como seria su carita, sisería niño o niña, que carácter heredaría. Había imaginadotodas las etapas del embarazo, como mi vida cambiaria conlos meses, como de feliz estaría Colin. Y cuando esa ilus
¡Olivia!No sé qué me despertó, oír mi nombre o la bofetada. Por unmomento pienso en no abrir los ojos, la última vez que lohice desperté en el sótano. Pero los sonidos y el olor medicen que todavía estoy ahí, así que abrí los ojos.— ¡Por fin! —dice Liz.Estoy acostada en el suelo y cuando giré la cabeza vi a Ryanen el suelo. Rápidamente me levanté, pero solo para caerde vuelta mareada.— ¡Joder! — exclamé. Mi voz irreconocible, no ronca, peor.—Tranquila, esta inconsciente —dijo Sam.Las chicas siguen encerradas en las jaulas. Quiero preguntarqué diablo paso, pero unos golpes fuertes me lo impiden.Sarah está golpeando con el martillo la cerradura de lajaula. Cuento los golpes y al llegar a nueve la cerradura estácompletamente destrozada. Con la respiración entrecortadaespero a que Sarah empuje la puerta y cuando la abrelagrimas brotan en mis ojos.Sonreímos como tontas y Sarah le e
Salimos en una cocina grande, luminosa, con flores frescasen el medio de la encimera.Rosas. ¿Quién demonios vive en esta casa? A Ryan no lo veocomo el tipo de hombre al que le gusta las flores.—Espera aquí —dijo Colin y volvió al sótano.Estuve a punto de gritarle que no me dejara sola pero yahabía bajado. Empecé a agobiarme. El miedo de que algo lepasara a Colin era demasiado fuerte para poder ignorarlo.Aunque sabía que Ryan no le podía hacer daño el temor quesentía era imposible de controlar. Así que me quede enmedio de esa cocina soleada, temblando y admirando lasrosas.No sé cuánto tiempo paso hasta que Colin volvió a milado con la misma expresión seria. Pero tenía los nudillos delas manos ensangrentados. Y aunque puede parecer cruelme alegro. Ryan lo merecía. Eso y más. Puso su brazoalrededor de mis hombros y me guía hacia la salida. Lostemblores y el miedo se han evaporado con u
Desperté en brazos de Colin, el dormitorio iluminado por elsol.A Colin le gusta dormir a oscuras y anoche cuando quisocerrar las cortinas tuve un pequeño ataque de ansiedad.Entendió que no quería hablar del tema y dejó las cortinasabiertas. También entendió porque al llegar a casa mequede una hora en la bañera.Después de que Liv, así es como Liz llamó a la pequeñacuando nació y a Sam le encantó, Colin me llevó a su casa,nuestra casa. Había ignorado mis camisones y elegido unacamiseta de Colin para dormir. El no dijo nada, pero me mirópreocupado.Y después de una hora dando vueltas en la cama sinpoder dormir Colin me hizo el amor. Fue muy cuidadoso,suave y muy dulce. Al final me quedé dormida.Giré para mirar el reloj y vi un florero con tulipanesamarillas encima de mi mesilla de noche. Y recordé todoslos días que pasé pensando en si alguna vez seria libre.Libre para oler las flo
Una línea. ¡Diablos! Ahora cuando me había acostumbrado a la idea de ser madre resulta que no. Dejé el test en la encimera y salí del cuarto de baño. Colin estaba dormido cuando me metí en la cama. Podía ver el sol saliendo y suspiré pensando en los últimos días. El segundo día fuera del cautiverio había traído un anillo de no compromiso y un posible embarazo. El tercer día, empezó tranquilo tomando el desayuno con Colin antes de que él se fuera a la oficina. —¿Quién se encarga de la cafetería? —le pregunté a Colin durante el desayuno. Su silencio y el hecho de que su expresión había pasado de relajada a tensa me dijo que no iba a gustarme. —La cerré. —¿Qué has hecho que? Me levanté de la silla y empecé a caminar por la cocina alterada. Miles de dólares invertidos en productos, en publicidad, tirados a la basura. —¿Por qué? —Porque habías muerto y no iba a dejar a alguien más tu sueño —contestó él y otra vez pude ver en su
Un año más tardeHubo momentos en mi vida cuando odie el silencio, peroahora mismo sentada en la mecedora y amantando a mihijo lo amo.Amo escuchar la respiración de mi hijo, los sonidos quehace... y los pasos de su padre acercándose por el pasillo.Se detiene en la puerta y se apoya contra el marco,sonriendo.Recuerdo las mañanas que le entregaba el café en lacafetería esperando una sonrisa suya y pensado si se veríamás guapo. Ahora sé que como se ve porque sonríe todo eltiempo, excepto cuando hago algo que no le gusta mucho...como, por ejemplo, no invitar a su hermana Iris a nuestraboda o al bautizo de Ian.Veras, las pruebas de embarazo no son cien por cienfiables y en algunas puede aparecer una segunda líneamucho mas tarde de lo que debería. ¡Y voila! ¡Estasembarazada!Un mes más tarde nos casamos en nuestro jardín. Fueuna boda pequeña donde asistieron solo los más cercanos anosotr
Han pasado tres meses desde que mi pesadilla terminó,tres meses desde que nació mi hija y tres días desde quevolví al trabajo. Rechacé la oferta de Isabella, la doctora queera amiga de Olivia, y retomé mi puesto en el hospital. Aquíconocía a la mayoría de los médicos y enfermeros y lo másimportante es que estaba a pocos minutos del apartamento.Liv se quedaba en casa con Greta y el primer día llorémás que ella. ¡Dios! Ella ni siquiera me echó de menos, esun bebé, mientras tiene el biberón lleno y el pañal seco estáfeliz.No he vuelto al trabajo a jornada completa, solo cincohoras por la mañana que fue lo que recomendó miterapeuta. No me gustaba, el trabajo no la terapeuta. Curar,ayudar, es lo que me hacía ilusión, pero ahora ya no.El ambiente del hospital me parecía demasiado informal,agobiante, frío. Veía los pacientes ir y venir, una consulta enurgencias por algún dolor y en la mayoría de