KYLIAN

Un rato después llego al hospital, rezando para que Joan se haya

despertado. No puedo seguir viéndole tan frágil, tan indefenso. Corro por el

pasillo y, antes de llegar al ascensor, me suena el móvil con un mensaje de

Erika.

—Ha despertado. Mi madre se encuentra con él, acaba de pasar el médico

y parece que está mejorando con rapidez. ¡Ya le tenemos de vuelta!

Finaliza con una carita sonriente, y eso hace que una amplia sonrisa se

instale en mis labios. Dejo el ascensor a un lado, y subo las escaleras de

cuatro en cuatro hasta que llego a su planta. Atravieso el pasillo a toda prisa

y, al llegar a la habitación, abro la puerta con tanta fuerza que choca en la

pared.

Joan y Silvana giran sus rostros hacia mí, y no puedo evitar derramar un

par de lágrimas que caen por mis mejillas, mojándolas.

—¡Joan! —exclamo.

Llego hasta él de un salto y me abalanzo encima de su cuerpo sin pensar.

Un quejido sale de su gargan
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