FUERZAS

La hora en la he quedado con Joan se acerca, y yo sigo dando vueltas en

el armario, sacando ropa como si estuviera tirando la casa por la ventana.

—¿Quieres hacer el favor de tranquilizarte?

Giro mi rostro y veo a la mosca cojonera de Enma, sentada en la cama,

con los hombros hundidos y la boca haciendo una especie de «o», a la vez

que resopla y pone los ojos en blanco. Niego con la cabeza y vuelvo a mi

tarea para encontrar algo decente.

—Tienes vestidos fabulosos, caros hasta decir basta, y todavía no sabes

qué ponerte… —reniega de nuevo.

—¡Enma! —la regaño—. Sé que no lo entiendes, pero… pero…

La contemplo durante unos segundos, quizás con miedo a decir lo que

estoy pensando. Pero eso dura poco, cuando abre la boca y dice lo que no me

atrevo:

—Quieres estar guapa para él.

Suelto el aire contenido y me siento en una desgastada silla que tengo en

la habitación, con las manos cruzadas en mi regazo.

—No sé
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