Narrador OmniscienteAnastasia se acostó con el cuerpo caliente, quería dormirse, pero el sueño no la vencía porque al cerrar los ojos lo que llegaba a su mente eran las imágenes del ardiente beso que le propinó su marido. Sus mejillas volvían a enrojecerse y una sensación extraña se arremolinaba en su estómago.Respiró profundo y comenzó a contar ovejitas; su padre le decía que eso era infalible para caer rendido ante Morfeo. Pero ella ya iba por la 680 y nada de querer dormirse. Luego de una hora que le pareció eterna, al fin sus ojos comenzaban a pesar, se dispuso a dejarse arrastrar por esa sensación, cuando un ruido la espabiló.Se quedó quietecita e intentó que su respiración sonara lo más acompasada posible. La sombra de un cuerpo inmenso la hizo estremecer; sabía que era Philips quien había ingresado por la puerta secreta y eso la emocionó. Lamentablemente los murmullos que sintió la devolvieron a su cruda realidad.—¿Por qué serás tan embustera? Si fueses como las demás mujer
Narrador OmniscienteNuestro Duque estaba sin palabras, y agradeció al cielo que su Duquesa no estuviera presente para escuchar que había tomado sus ideas ya que no sabría en donde meter la cara por el hecho de que le dijo que esos inventos no eran más que juegos de niña. Incluso la tachó de poco coherente y ahora no le quedaba de otra que tragarse todas esas palabras; pero como el soberbio que es, claro que no tenía planes de agradecer, y mucho menos de esconder la cabeza para darle las gracias o decirle a su mujer que tenía razón.—Su Gracia, quiero darle personalmente las gracias a su esposa. Su idea ha ayudado a resolver este problema que me traía con dolor de cabeza desde hace meses; incluso los campesinos están admirados. »No he querido decirles quién es la inventora de tan magníficas ideas porque necesitaba de su consentimiento debido a que no es común que una dama de sociedad sepa tanto de huertos y sembradíos —Thomas estaba maravillado, no paraba de hablar y halagar a la s
Narrador OmniscienteNuestra querida Anastasia se encontraba impedida, la vergüenza que estaba sintiendo era grande, no sabía cómo pedir ayuda a su esposo. Con la poca cercanía que tenían le parecía bochornoso acudir a él, pero si no lo hacía, ¿quién más la asistiría? Phillips era el único que podía auxiliarla en ese momento.Pensó que sería peor quedarse callada, aún faltaban varias horas de camino, y aunque llegaran en ese mismo instante a una posada… No iba a poder resolver su problema sin su ayuda, ya que lo sucedido era un accidente que hasta el momento jamás le había pasado.Ella es muy consciente de su período, por eso está al pendiente de la fecha en que llega su regla, pero esta vez ha tenido un descontrol; aún le faltaban seis días, aunque pensando en todo lo que le ha pasado desde su compromiso y boda, no le extraña que del estrés se le haya adelantado.«Todo se debe a él, con sus discusiones, me ha alterado los nervios, está haciendo de mi cuerpo y mi mente un caos», pensa
Narrador OmniscienteAnastasia suspiró y dobló la camisa de su marido antes de colocarla entre sus piernas sosteniéndola con la parte más estrecha del vestido. Sabía que si no iba por algún calzón, no aguantaría mucho hasta salirse y dejarla en ridículo.—Phillips, por favor, necesito conseguir ropa interior para ajustar lo que me has dado y así contener mi regla o en vano será tu sacrificio —dijo ella bastante preocupada mientras un espasmo la hizo doblarse.—¿Te encuentras bien? —preguntó él al verla tan pálida.—Son los cólicos, el primer día es bastante doloroso, a veces he tenido vómitos y hasta me he desmayado; pero eso no sucede si no paso demasiado calor y me acuesto —contestó mostrándose tal cual era, una mujer simple y sencilla que no tiene miedo de hablar temas delicados delante de un hombre.Esa actitud de ella, al Duque le pareció demasiado tierna. No era común que una dama se expresase sin tapujos aunque el que estuviera delante de ella fuera su esposo. Escucharla lo hi
Narrador OmniscienteCuando el Duque salió de su tienda se encontró con un gran revuelo. Sus hombres estaban luchando con varios bandoleros, las mujeres gritaban y corrían de un lado a otro. Se maldijo internamente porque no creía que sus enemigos lo estuvieran vigilando tan de cerca.Tenía muchos adversarios, pero no creía a ninguno tan estúpido como para atacarlo, habiendo tantos testigos que pudieran reconocerlos o hasta apresarlos, eso le carcomía el cerebro mientras peleaba puño a puño con uno que quiso meterse en la tienda donde se encontraba su esposa.Su principal preocupación en ese momento era alejar a esa escoria del campamento; ya se encargaría él mismo de investigar arduamente hasta conseguir el nombre de la persona que los había enviado ha hacerle daño.Corrió hasta su carruaje y sacó su arma, la desenfundó y comenzó a disparar. Como buen militar, era un gran tirador, por lo que el jefe de los bribones, al ver que sus lacayos caían uno por uno bajo el fusil del Duque, di
Narrador OmniscienteA pesar de estar enfadado, nuestro Duque hizo que su caravana se detuviera en la posada donde un doctor curó las heridas de su Duquesa, y estando seguro de que no tenía nada grave, decidieron avanzar.Por momentos, Phillips observaba por el rabillo del ojo a su esposa, pasando de su rostro golpeado, a sus brazos amoratados.«¿Será que le han hecho algo más?», se preguntaba así mismo sin emitir sonido, con la duda latente de querer saber si a su señora la habían tocado pero no sé atrevía a preguntar. Su mente estaba hecha un caos, no sabía qué pensar, suponer que ella ama a otro pero al mismo tiempo verla afectada, lo tenía desquiciado.—¡¿Estás bien?! —Inquirió tratando de mostrarse indiferente, pero era imposible que a través de su frío rostro no se percibiera la preocupación.Anastasia iba sintiéndose pequeña pero a la par tratando de ocupar el menos espacio que pudiera dentro de ese carruaje, ya que estaba tan molesta como desilusionada del que era su marido.
Narrador Omnisciente.En la aparición de la aurora de la mañana, la duquesa despertó estrujando sus ojos y aun sintiendo sueño, espantó toda esa pereza y se sentó encontrando que no estaba en su cama, sino en la de su esposo.«No estaba soñando», se respondió a sí misma internamente, ya que suponía que lo sentido la noche anterior había sido producto de un sueño.Respiró profundamente y miró al otro lado de la cama, encontrando que él no solo se había ido, sino que la parte en la que se supone que durmió estaba demasiado arreglada, sobre ella había un papel, perfectamente doblado que la intrigó.“Duquesa, iré a resolver unos negocios que necesitan de mi presencia y volveré al atardecer, tienes permitido ir en compañía de tu dama a comprar nuevos ropajes, y al terminar te pido encarecidamente que regreses a casa, te estoy dando un voto de confianza, espero y no lo arruines como es tu costumbre”.Tras leer esto, Anastasia estrujó el papel en su mano, pues sintió mucha irritación al ver
Narrador OmniscienteAnastasia se fue a su habitación, se sentía irritada. Por momentos quería abrirse al Duque, pero por otros lo que le provocaba era atizarlo hasta que se le fuera lo cavernícola. No lo entendía, a veces se comportaba como si la quisiera y otras como si la odiara.«Argh, eres un hombre irritante; un demonio disfrazado de caballero, pero óyelo bien… No te voy a permitir acabar con mi cordura emocional», alegaba ella en lo profundo de su recámara sacando un poco de la frustración que su esposo le provocaba.Se acostó sin cenar, era tanto el disgusto por pensar que Phillips lastimaría a su amigo, que su estómago se había cerrado de tal manera que ni siquiera el vaso de agua que Martina le había traído pasaba por su garganta.A la mañana siguiente se vistió con un ropaje que le enmarcaba su esbelta figura; poco le importó que ese modelo dejara relucir el canalillo de sus pechos. Estaba cansada de discutir con su marido, era sumamente estresante esa faena, por lo que se