Narrador OmniscienteAnastasia suspiró y dobló la camisa de su marido antes de colocarla entre sus piernas sosteniéndola con la parte más estrecha del vestido. Sabía que si no iba por algún calzón, no aguantaría mucho hasta salirse y dejarla en ridículo.—Phillips, por favor, necesito conseguir ropa interior para ajustar lo que me has dado y así contener mi regla o en vano será tu sacrificio —dijo ella bastante preocupada mientras un espasmo la hizo doblarse.—¿Te encuentras bien? —preguntó él al verla tan pálida.—Son los cólicos, el primer día es bastante doloroso, a veces he tenido vómitos y hasta me he desmayado; pero eso no sucede si no paso demasiado calor y me acuesto —contestó mostrándose tal cual era, una mujer simple y sencilla que no tiene miedo de hablar temas delicados delante de un hombre.Esa actitud de ella, al Duque le pareció demasiado tierna. No era común que una dama se expresase sin tapujos aunque el que estuviera delante de ella fuera su esposo. Escucharla lo hi
Narrador OmniscienteCuando el Duque salió de su tienda se encontró con un gran revuelo. Sus hombres estaban luchando con varios bandoleros, las mujeres gritaban y corrían de un lado a otro. Se maldijo internamente porque no creía que sus enemigos lo estuvieran vigilando tan de cerca.Tenía muchos adversarios, pero no creía a ninguno tan estúpido como para atacarlo, habiendo tantos testigos que pudieran reconocerlos o hasta apresarlos, eso le carcomía el cerebro mientras peleaba puño a puño con uno que quiso meterse en la tienda donde se encontraba su esposa.Su principal preocupación en ese momento era alejar a esa escoria del campamento; ya se encargaría él mismo de investigar arduamente hasta conseguir el nombre de la persona que los había enviado ha hacerle daño.Corrió hasta su carruaje y sacó su arma, la desenfundó y comenzó a disparar. Como buen militar, era un gran tirador, por lo que el jefe de los bribones, al ver que sus lacayos caían uno por uno bajo el fusil del Duque, di
Narrador OmniscienteA pesar de estar enfadado, nuestro Duque hizo que su caravana se detuviera en la posada donde un doctor curó las heridas de su Duquesa, y estando seguro de que no tenía nada grave, decidieron avanzar.Por momentos, Phillips observaba por el rabillo del ojo a su esposa, pasando de su rostro golpeado, a sus brazos amoratados.«¿Será que le han hecho algo más?», se preguntaba así mismo sin emitir sonido, con la duda latente de querer saber si a su señora la habían tocado pero no sé atrevía a preguntar. Su mente estaba hecha un caos, no sabía qué pensar, suponer que ella ama a otro pero al mismo tiempo verla afectada, lo tenía desquiciado.—¡¿Estás bien?! —Inquirió tratando de mostrarse indiferente, pero era imposible que a través de su frío rostro no se percibiera la preocupación.Anastasia iba sintiéndose pequeña pero a la par tratando de ocupar el menos espacio que pudiera dentro de ese carruaje, ya que estaba tan molesta como desilusionada del que era su marido.
Narrador Omnisciente.En la aparición de la aurora de la mañana, la duquesa despertó estrujando sus ojos y aun sintiendo sueño, espantó toda esa pereza y se sentó encontrando que no estaba en su cama, sino en la de su esposo.«No estaba soñando», se respondió a sí misma internamente, ya que suponía que lo sentido la noche anterior había sido producto de un sueño.Respiró profundamente y miró al otro lado de la cama, encontrando que él no solo se había ido, sino que la parte en la que se supone que durmió estaba demasiado arreglada, sobre ella había un papel, perfectamente doblado que la intrigó.“Duquesa, iré a resolver unos negocios que necesitan de mi presencia y volveré al atardecer, tienes permitido ir en compañía de tu dama a comprar nuevos ropajes, y al terminar te pido encarecidamente que regreses a casa, te estoy dando un voto de confianza, espero y no lo arruines como es tu costumbre”.Tras leer esto, Anastasia estrujó el papel en su mano, pues sintió mucha irritación al ver
Narrador OmniscienteAnastasia se fue a su habitación, se sentía irritada. Por momentos quería abrirse al Duque, pero por otros lo que le provocaba era atizarlo hasta que se le fuera lo cavernícola. No lo entendía, a veces se comportaba como si la quisiera y otras como si la odiara.«Argh, eres un hombre irritante; un demonio disfrazado de caballero, pero óyelo bien… No te voy a permitir acabar con mi cordura emocional», alegaba ella en lo profundo de su recámara sacando un poco de la frustración que su esposo le provocaba.Se acostó sin cenar, era tanto el disgusto por pensar que Phillips lastimaría a su amigo, que su estómago se había cerrado de tal manera que ni siquiera el vaso de agua que Martina le había traído pasaba por su garganta.A la mañana siguiente se vistió con un ropaje que le enmarcaba su esbelta figura; poco le importó que ese modelo dejara relucir el canalillo de sus pechos. Estaba cansada de discutir con su marido, era sumamente estresante esa faena, por lo que se
Narrador OmniscientePhillips se encontraba irritado a más no poder; las palabras de su esposa lo habían golpeado en su orgullo. Por supuesto que no quería que ese hombre se le acercara, pero veía que ahora todas las intenciones que tenía de desaparecerlo del mapa si daba con él se estaban esfumando.No es que le importara demasiado lo que le ocurría a ese desgraciado, pero ver el rencor con el que Anastasia le dijo que si lastimaba a su amigo jamás se lo perdonaría, lo hicieron dudar de las órdenes que había dado con respecto al muchacho.«Esta mujer me hace actuar de forma irracional, no entiendo lo que pasa conmigo cuando estoy cerca de ella», murmuraba el Duque compungido.Para un hombre frío y oscuro como él, era difícil aceptar que se estaba enamorando de su Duquesa. Los años que pasó en batalla lo endurecieron más de lo que ya lo estaba; su padre creó una copia fiel a él.Decía que un Duque tenía que tener un temple de acero, que nada debía perturbarlo, ni siquiera los afectos
Narrador Omnisciente.Anastasia estaba que se la llevaba el diablo, imaginarse que el hombre que amaba Carmen no era otro que su marido la tenía al borde del colapso nervioso, y que a su vez, el Duque pensara en que a ella le gustaban las mujeres, era el colmo de los colmos.En cambio, Phillips estaba contrariado, nunca imaginó que su esposa lo cuestionara con respecto a las cortesanas con las que se acostaba y mucho menos que conociera a Carmen, pero fuera como fuere no le iba a mentir sino todo lo contrario.—Ella es la que me satisface desde hace tres años. Sabe lo que me gusta y cuando estoy en Londres es con la única mujer con la que intimo —dijo de forma estoica—. ¿Y tú, de dónde la conoces? Porque por lo que vi sois bastante cercanas —concluyó haciendo hervir la sangre de la joven que no acababa de asimilar su confesión.—Es mi mejor amiga, a la que le pido consejo y le pregunto cosas relacionadas con lo que pasa entre un hombre y una mujer. Ella me ha enseñado los libros prohi
Narrador Omnisciente El Duque no podía contener la lujuria que sentía, cuando sus lenguas dejaron de hacer contacto debido a que necesitaban respirar, Phillips pellizcó un pezón de su esposa para acto seguido soltarlo y agarrarla con fuerza por la nuca haciendo un puño en su cabello para moverla hacia atrás logrando que arqueara su espalda. En esa pose, su visión era maravillosa, agachó su cabeza y comenzó a mamar del pecho derecho de Anastasia como si no hubiera mañana. Los jadeos y gemidos de ella lo incitaban a profundizar subiendo el nivel de desenfreno de su niña rebelde. —Por Nuestro Señor Jesucristo, Phillips… ahhh… —gemía descontrolada la joven sin saber que ese acto tenía totalmente fuera de sí a su marido. —Quiero que te quede claro que eres mía y de nadie más. Jamás permitiré que otro hombre te toque —dijo él luego de morder con fuerza su pezón mientras lo soltaba estirando con ansias. —Ohh… por Dios… Phillips… ahhh… —Anastasia no podía hilvanar las ideas ocasionando qu