SIETE PECADOS - Yo soy Nicolette Fortier
SIETE PECADOS - Yo soy Nicolette Fortier
Por: Conrad Joseph R.
PREFACIO

Vivo con mis tíos, en las afueras de la ciudad, mientras mamá se encuentra en viajes de negocios, desde la muerte de mi padre se ha sumergido más en sus labores, supongo para superar el trauma.

La hermana de mi madre ha decido educarme, lleva casada tres años con su actual pareja, es el matrimonio más duradero que le conozco en mi corta vida, es su tercer esposo, un hombre un poco mayor que ella, detallista y trabajador siempre al pendiente de las necesidades de nosotras, no pierde la oportunidad de demostrar su amor a mi Tía Juliette, y esta se lo retribuye todas las noches que está en la casa, los escucho desde mi cuarto, no me molesta, todo lo contrario.

En los días que Tío William sale de viaje, tía Juliette recibe visitas de amigos, cuando llego del colegio ellos salen, siempre sonriente me saludan, me gusta saber que tiene buenos amigos que la distraen mientras pasa horas solas en esta enorme casa.

Sali temprano de clases, al llegar a casa decido entrar por la puerta de atrás ya que quiero ir directo a la cocina a comer algo rápido, al entrar escucho ruidos parecidos a los gemidos que suelo escuchar por las noches, supongo que mi tío ha regresado antes de lo previsto, pero estos provienen de la sala y no del cuarto, mi curiosidad me vence, por lo que me acerco lentamente, ocultándome.

Veo en el sofá a mi tía, desnuda arriba de un hombre que no es mi tío, es un hombre al parecer más joven, moreno musculoso. Los gemidos de ambos son cada vez más fuertes, me he quedado hipnotizada viéndolos desde mi escondite, me siento algo caliente, muerdo mis labios, aprieto mis muslos, parece como si algo sube de mis muslos hacia mi vientre, están a punto de terminar, lo sé por sus jadeos que convergen en un clímax que puedo sentir también dentro de mí.

Tía Juliette de pronto queda viendo hacia donde me oculto, parece sonreírme, sus ojos se clavan en los míos, me asusta, por lo que me aparto rápidamente, quedando detrás de la pared, ¿ella sabía que yo estaba viendo?, si es así ¿Por qué siguió? no lo sé. . .

Me he despertado sudorosa, he soñado con ese recuerdo de mi adolescencia, de hace más de quince años, cuando encontré a tía Juliette cogiendo con Franco, su amante y que al poco tiempo con él lo haría por primera vez, iniciando mi descontrol, mi lujuria.

“No se puede juzgar a quien satisface sus necesidades por instinto” una de las primeras lecciones que tía Juliette me enseño en esos días de turbulencia, de descarga de emociones, en la cual debía aprender a controlar antes de que ellas a mí, en especial la más común de todas, el amor. 

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