CAPÍTULO III: OBSCENO

La hora del almuerzo ha incomodado a Anna, nunca le ha gustado llamar la atención, aunque las miradas no vayan dirigidas a ella, sino hacia mí, no me sorprende que Manuel se haya encargado de difundir su hazaña a sus amigos y esto a su vez como buenos chismosos al resto de compañeros, luego dicen que las mujeres somos las chismosas. 

─Te envidio Nicolette.

─¿Por qué Anna?

─Por tu tranquilidad, no te molestan las miradas que evidentemente fueron provocadas por la indiscreción de Manuel.

─No cariño, estoy acostumbrada a ese tipo de miradas, crecí con ellas.

─¿Le dirás algo a Manuel?

─No, se cómo manejarlo, los tipos como el son manipulables y fácilmente pueden ser heridos en donde más les duele, su ego.

─Ósea ya no más sexo.

─Depende de mis necesidades, pero lo puedo torturar por teléfono, me entiendes.

─Te refieres a sexo telefónico.

─Si, Anna, a incitarlo, pero para se quede con las ganas, aunque ya deje esos jueguitos

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