Sebàstian ...
Manejo por las agitadas calles con una media sonrisa en el rostro y es que nunca me imaginé que aquella visita a la biblioteca nacional, tendría como resultado conocer a una mujer como ella... Gilliam Warren, hasta el nombre era bonito. Ese lindo cabello, parece de fuego, es brillante y tentador. Sus hermosos pero inocentes ojos verdes, muestran ternura, calidez y mucha ingenuidad, una nariz perfecta, una linda boca... una muy tentadora boca.
A pesar de que estaba tensa y nerviosa, dio una muy buena explicación de su trabajo, lo que demostraba que era una joven competente.
Bella e inteligente, una deseada combinación, sonrió al recordar en cómo se había ruborizado ante su descarado comentario. Su reacción había sido el de una jovencita quinceañera que no conoce nada del sexo y sus beneficios. No creía que fuese virgen, quizás hasta hubiese tenido muchos amantes y aquello solo fuese una actuación. Sin duda alguna seria maravilloso que ella llamase y pudiese tener una gran noche, pero dudaba que fuese el caso. No parecía esa clase de mujeres.
Llego a la oficina con el rostro tan serio como siempre.
—Buenas tardes, señor.
—Buenas tardes—dijo cortante—¿Novedades?
—La señorita Moorew, insistió en esperarlo en su oficina.
—¿Cuántas veces he dicho que no la pases a mi oficina?— preguntó de mal humor.
—Muchas, señor pero la mujer entró agrediendo a todos a su paso y se instaló. No pude hacer nada.
—¡Si ella puede más que tú, entonces tendré que despedirte a ti y contratarla a ella!— dijo furioso, la joven lo miró con ojos cargados de suplica, entonces él se giró y se encaminó a la oficina.
—Nathalie...— dijo nada más abrir la puerta.
—Hasta que llegas, querido— dijo la hermosa mujer poniéndose en pie, ya que estaba sentada en su silla, lo cual le produjo incomodad.
—Te he dicho infinidades de veces que odio que entres a mi oficina sin mi consentimiento, este no es un lugar en el que puedas entrar a tus anchas, Nathalie— dijo con voz fría, mientras cerraba la puerta tras él.
—Vamos, no te enojes, tengo dos días sin verte— caminó hasta él y le rodeó el cuello— hagamos el amor y no la guerra— ronroneó contra sus labios.
—Prefiero la guerra—le dijo haciéndola girar y dando varios pasos hasta aprisionarla entre la pared y su firme cuerpo. Ella gimió por el impacto.
—Eso también es bueno—sonrió— no todo puede ser mieles y azúcar— le acarició la ancha espalda, por encima de la tela— se vuelve aburrido.
—Pero, no ahora— la soltó de pronto y se alejó. Natalie, se quedó allí observándolo con expresión sorprendida— tengo mucho que hacer— se sentó en la silla de su escritorio y encendió la computadora— yo te llamo.
—Pero... Sebàstian...
—Natalie—levantó la vista hacia ella—yo te llamo, ahora vete y no me hagas enojar— dijo en un tono tan frío, que la joven sintió su quijada temblar un poco, entonces caminó hasta el escritorio, tomó su bolso y se marchó.
Sebàstian, sacó su celular y buscó... Gilliam Warren, allí estaba su número. Observó la pantalla, queriendo marcarle. Luego se reprendió mentalmente y lo guardó, debía concentrarse en el trabajo.
Era ya tarde cuando llegó a su casa, completamente agotado del ajetreado día, tuvo dos reuniones con representantes de dos importantes editoriales, que estarían presentes en el evento, estuvieron discutiendo un poco de los libros que tenían más posibilidades para aquel evento tan importante y el área donde pondrían a los nuevos escritores que serían promocionados. Aquella había sido una tradición implantada por su padre, muy buena para ayudar a nuevos escritores y editoriales que buscaban abrirse camino en el medio, pero lo cierto es que a él le dejaba un estrés enorme. Quizás debía seguir el consejo que le dio a la pelirroja...
La Pelirroja, que mujer de lo más interesante. Aquellos enormes ojos color esmeralda, habían sido un fantasma durante todo el día.—Buenas noches, señor Bentzell.
—Buenas noches, Martin— le saludó— ¿alguna llamada o pendiente?
—No señor, el día estuvo bastante tranquilo.
—Muy bien, me ducharé, que sirvan de cenar en veinte minutos.
—Como usted diga, señor.
Gilliam, manejó hasta su casa, compartir con las chicas había sido maravilloso, la había ayudado a despejarse de sus malos y turbios pensamientos por un rato, llegó a su casa, la cual se sentía bastante vacía sin su madre y su pequeño hermano.
—¿Han cenado ya?— le preguntó a su padre.
—Si, cariño— le respondió el hombre, después de darle un beso en la frente— te he guardado algo en la cocina.
—No tengo hambre— le sonrió— comí mucho con las chicas. ¿Has llamado a mamá?
—Si— suspiró— Diego, ha pasado muy bien el día.
—Pasaré a verlo mañana durante la hora del almuerzo.
—No será necesario, si pasa buena noche, el doctor le dará de alta.
—Eso sería fantástico— le tomó una mano y la presionó suavemente— todo estará bien, papito. Saldremos de esta, te lo aseguro. ¿Recuerdas el evento literario que se realizará en la biblioteca?
—¿Cómo olvidarlo?— dijo con una enorme sonrisa— aunque mi biblioteca no sea tan gran de cómo la tuya— bromeó— estamos enterado de todo, que alegría que promocionen nuevos escritores, nuevas oportuniades, que recuperen la literatura clásica, es una gran oportunidad para muchos.
—Así es, el hecho es que estaré trabajando con uno de los benefactores más grandes de la biblioteca, y el promotor de del evento literario.
—¿Sebàstian Bentzell?— preguntó su padre con los ojos enormes.
—El mismo.
—Es una oportunidad de oro, qué alegría me das, hija mía.
—Si, pero me resulta un hombre bastante... perturbador. Es como de un aura oscura, no sabría como explicarlo.
—Algunas personas son más difíciles que otras, tesoro. Solo ten mucha paciencia, he escuchado que resulta muy difícil trabajar con él.
—Nada que no pueda manejar— dijo más para convencerse a sí misma— me daré una ducha y me acostaré, estoy muy cansada.
—De acuerdo, cariño.
—¿Dónde están Alex y Miguel?
—En su habitación.
—Bien— le besó la mejilla—buenas noches, papito.
—Buenas noches, mi amor.
Después de tomar una larga ducha, de secar su cabello, perfumar su piel, se metió bajo las sabanas, sintiéndose aun agitada a causa de los acontecimientos del día. Sebàstian Bentzell... que hombre más extraño.
—No deberías estar pensando en él—se exhortó. Buscó su celular en la mesa de noche y marcó un ansiado número.
—¡Mi amor, qué bueno que llamas!
—No quería ir a dormir sin saber de ti— le dijo con una sonrisa.
—Triste— respondió él— me encantaría que estuvieses aquí.
—Lo sé, pero...
—No hablemos de eso, lo trataremos después preciosa. Cuéntame cómo te fue con las chicas.
—¡Bien!— dijo y comenzó a reír—son unas locas, la verdad. No sé cómo las considero mis amigas.
—Las adoras— le dijo.
—Así es. Connie, absolutamente loca por Adam, y Rita con una panza enorme, se ve hermosa, radiante, pero sobre todo feliz.
—Es lo menos que se merece después de haber pasado todo lo que vivió con ese hombre.
—Solo quiero que sean felices, las amo demasiado.
—Todas lo serán, eso es seguro. Te amo Gil, soy tan feliz de que estemos juntos.
—Yo también lo soy John, eres especial para mí. Te envío un beso, nos veremos mañana en la oficina.
—Y luego cenaremos...— le recuerda.
—Y luego cenaremos, no lo he olvidado cariño.
—Feliz noche, te amo— le dijo y cortó la comunicación. Ella suspiró y dejó el teléfono sobre la mesita, nuevamente.
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—¡Maldición!— exclamó Sebàstian, despertando de golpe como por quinta vez, su respiración acelerada y el pulso desbocado. Miró el despertador y gruñó, eran las tres, treinta de la madrugada.
¿Es que acaso no dormiría?
Era como el quinto sueño que tenía con esa mujer y despertaba agitado y excitado. Sus ojos se estaban volviendo un tormento, maldijo porque hacia muchos años desde que una mujer había logrado perturbarlo de aquella manera y como era de esperarse, no tuvo buenos resultados y lo había cambiado de por vida. Así que no debía permitirlo, no debía hacerlo.
Además, por si aquello fuese poco, estaba seguro que en las mujeres no podía confiar, las mujeres que habían pasado por su vida podía clasificarlas; las que lo habían herido, las que se acercaban por interés, las que solo buscaban pasión. Si, había tenido muchas amantes, pero tras aquellos dos gran eventos que habían marcado su vida, había decidido que; amantes, muchas. Amada, ninguna.
No estaba dispuesto a arriesgare de nuevo, su vida solitaria era maravillosamente perfecta. Era el perfecto lobo solitario; Sin amigos, sin novias o esposa, solo amantes de turno que no se aferraran emocionalmente a él, pues nunca podría darles lo que ellas esperaban, más allá de joyas y vestidos.
Pero ahora, esos ojos esmeraldas lo estaban atormentando.
—Pero ya verás pelirroja, esta noche de insomnio voy a cobrármela, y me la cobraré muy cara— sonrió maliciosamente, mientras se dirigía al cuarto de baño, por una nueva ducha fría.
Después de llamar a Connie y Rita, como todas las mañanas, se dispuso a alistarse para ir al trabajo. Desayunó tranquilamente con la familia. —¿Podrías llevarme a la escuela, Gil?— le preguntó Alex. —Llevarnos, querrás decir—añadió Miguel— vamos a la misma escuela, puede llevarnos a ambos. —¿Y el transporte escolar?— preguntó Gilliam, frunciendo el ceño. —Es que quisiera llegar temprano—explicó Alex— tengo una evaluación muy difícil de mate y Loren, quedó en ayudarme a repasar si llegaba temprano. —No hay problemas— Gilliam, sonrió— apurémonos y saldremos juntos, los dejaré en el colegio y pasaré al trabajo. —¡Si!— dijo Alex, para volver su atención al plato. —Diego amaneció muy bien hoy— dijo Gilliam— madre me asegura que vendrán a casa hoy mismo, soy tan feliz. —Así es— dijo su padre sonriendo— solo son recaídas, es un chico muy fuerte. —Lamento tanto que tenga que pasar por esas cosas. Quisiera tener un corazón que darle.— dijo triste. —No te aflijas tesoro, estará bien.
Sebàstian, salió con una enorme sonrisa de su oficina, era obvio que la pelirroja había quedado muy perturbada, le gustaba, no había dudas al respecto y aquello era un punto a su favor, a la hora de seducir. Si había atracción física, la mitad del camino estaba logrado.No se había equivocado, aquella piel era tan suave, tan firme y tersa, tan fresca, era exquisitamente tentadora y ella, ella reflejaba tanta inocencia, tanta luz que la oscuridad en él debería sentirse intimidada, pero lo cierto es que muy en contra de las probabilidades no se sentía alejado, sino atraído hacia toda esa luz que ella emanaba, era como una tonta polilla tentada por todo aquel resplandor.Después de haber comprobado su piel, estaba ansioso por morder esos sensuales labios...Gilliam, se quedó en aquella misma posición por algunos minutos, mientras se concentraba en respirar, necesitaba hacerlo porque sentía que el aire no llegaba a sus pulmones. Nunca, en toda su vida, había conocido a alguien que tuviese
Mientras caminaba en dirección al ascensor, desesperada por alejarse de aquel lugar... alejarse de la tentación que representaba aquel oscuro hombre... y así, mientras se alejaba de él, se permitió recordar lo ocurrido hace ya un tiempo atrás...Todos esperaban ansiosos la llegada de John. Su padre le tenía mucho aprecio, lo consideraba un hombre inteligente y muy educado. Su madre lo definía como todo un caballero. Sus hermanos le tenían mucho cariño, siempre solía conversar de lo que más les agradaba. Su familia lo adoraba y aseguraban que él era la mejor opción para ella. Gilliam, se sentía confundida, si bien es cierto que toda su familia lo aprobaba, sus amigas decían que John, no era el hombre indicado para ella y eso la ponía muy triste ya que quería tener un compañero de vida que contara con la aprobación de todos. La opinión de sus amigas, era realmente importante para ella.Se esmeró en su aspecto aquella noche. Quería que John, la viese muy bonita, estaba realmente nerviosa
Gilliam, maneja directamente a casa, afortunadamente podría hacerlo y no debía volver obligatoriamente a la biblioteca. Su corazón estaba completamente descontrolado y aunque trataba de recuperar la calma temblaba internamente de tan manera que se exteriorizaba.¡Ese hombre estaba loco!¿Cómo se había atrevido a besarla de aquel modo?¡Era un desvergonzado!Lo peor de todo es que se sentía terrible, la imagen de un John entristecido no salía de su cabeza, aquello la estaba atormentando sobretodo porque John era un buen chico, ella lo quería mucho y se había comportado de maravilla con ella, y a cambio le había fallado, dejándose arrastrar por los besos de aquel hombre arrogante y misterioso, le causaba miedo, no podía evitarlo, algo en él le atraía hacia él, la otra parte lo repelía con fuerzas.Quería mantenerse alejada, tenía al hombre perfecto en su vida y no quería arruinarlo. Lo cierto era que nunca se había sentido así con solo un beso, estaba tan excitada que no podía calmarse.
Después de que Connie se marchara se fue a su habitación y se metió bajo las finas sábanas. No quería pensar en Sebàstian, pero no podía evitarlo...recordaba sus besos, sus caricias... la forma desvergonzada en la que se había entregado a aquella boca. Gimió horrorizada al recordar como lo había dejado hacer. Su teléfono sonó logrando sobresaltarla, lo tomó y suspiró al ver que era un mensaje de él... "Aún siento el dulzor de tu boca en la mía...sabes delicioso" El calor la inundó, a la vez que un escalofrío la recorría. Su corazón se agitó violentamente y quiso llorar de frustración, no debía sentirse así, no debía. Decidió no responder, solo habían transcurrido unos cinco minutos cuando su celular volvió a timbrar. "Estoy ansioso por besarte...por tocarte... por..." El desgraciado había dejado la frase inconclusa, permitiéndole así imaginarse un montón de cosas. "Puedes evitarme, ignorarme, pero jamás podrás engañarte, tu cuerpo me desea Gilliam Warren, tu cuerpo tiembla entre
Llegó a la puerta y casi suspira de satisfacción, colocó una mano sobre la perilla para abrirla, se detuvo cuando aquella enorme mano cubrió la suya. De inmediato sintió la cercanía de él, su cuerpo exageradamente cerca del suyo, tembló internamente. — Déjeme ir. — No puedes— le dijo y su aliento le rozó la oreja haciéndola estremecer— tenemos una reunión importante a las diez. — Necesito irme— gimió y recargó la frente en la puerta, mientras cerraba los ojos sintiéndose completamente vulnerable. Se tensó cuando el duro cuerpo masculino se apretó contra el suyo. — Solo quiero darte placer Gilliam, solo eso... ¿Què tan malo puede ser ceder a ésto que nos mantiene en tensión?... solo una noche Gil...— deslizó sus labios por el tembloroso cuello, haciendola cerrar los ojos y contener un gemido de satisfacción.— dame la oportunidad... — No...yo... tengo novio— dijo intentando desalentarlo. — No me importa, no es como si esperara que una impresionante mujer como tu, estuviese s
Gilliam, llegó a su habitacioón, arrojando el bolso lejos se desplomó sobre la amplia y cómoda cama, cerró los ojos... No podía soportarlo, tener a su jefe allí insistiendo en que se dejaran arrastrar por la pasión, pensar en que aquella noche deberían cenar juntos y por si todo eso fuese poco... John, estaría lejos, ¿Qué era aquello?, ¿Una conspiración del destino?, reconoció para si misma que estaba perdiendo la batalla, con cada instante que pasaba su voluntad y fortaleza eran probadas, y aunque nunca había sido una joven pasional o entregada a las necesidades carnales, aquel oscuro hombre despertba en ella una necesidad que nunca antes había tenido... —Debes ser fuerte Gilliam...— se dijo con un suspiro— ¿Como puedo ser fuerte cuando el deseo me está consumiendo?— se preguntó a sí misma. Odiaba que él tuviese razón, parecía conocer su cuerpo sin siquiera hacer el mínimo esfuerzo... —¡Tienes novio, Gil!— se dijo con frustración— ¡Comportate!— se reprendió—¡No puedo!— se respondió
Gilliam, tomó su celular y le marcó a Rita, esperó al tercer repique y ella respondio.—¡Gil!— su voz era entusiasta— ¿Cómo estás?—Muy bien, Rita... ¿Cómo está mi sobrina?—Maravillosa, cada vez falta menos, estoy ansiosa.—Estamos...— la corrigió— creo que es la niña más esperada del mundo.—Y la más amada— aseguró RIta— y eso me hace sentir muy feliz.—Las amo muchisimo...—Y nosostros a ti... ¿Está todo bien?— preguntó despues de un par de minutos de silencio. —No...— susurró y suspiró— estos días he hablado más con la rubia y te he mantenido un poco distante de lo que está sucediendome y es que no quiero sobresaltarte, ni que te preocupes...—Gil, eres mi amiga, mi hermana, si algo esta ocurriendote— dijo la morena— yo quiero saberlo.—Es que... es mi jefe, RIta, yo lo deseo con desesperación, y me siento muy culpable porque John no merece esto, pero siento que no tengo fuerza de voluntad para luchar, me gusta como me besa, como me toca, como me mira y... quiero hacer las cosas