La oficina del VNAS estaba sumida en un caos contenido. Las luces parpadeaban, los pasillos eran un río de susurros, y las miradas furtivas hablan de conspiraciones invisibles. En medio de todo, Evans sabía que el peligro estaba cerca, pero no esperaba que viniera de alguien tan cercano.—¿Dónde está Evans? ¡Respóndeme, Eduardo! —exigió Eliana, su compañera, mientras cerraba con fuerza la puerta frente a él.—No puedo decírtelo. Mantén tu distancia —respondió Eduardo, apartándose de un empujón.—¿A dónde crees que vas con ese maletín? ¡Es información clasificada! —protestó, intentando arrebatarle.Eduardo no respondió. El sonido de los pasos rápidos resonaba en el pasillo.En otra sala, Evans estaba organizando los documentos que podrían exponer el caso de la luna roja cuando escuchó un clic familiar. Se giró lentamente para encontrar a Eliana, con lágrimas en los ojos y un arma apuntándole.—No debiste investigar el caso. Sabes que hay cosas que deben permanecer enterradas —dijo ella
Los truenos resonaban en el cielo mientras Rasen desinfectaba cuidadosamente la herida de Evans. La tormenta afuera era un eco lejano del caos que se había apoderado de su vida. La lluvia golpeaba el parabrisas, los limpiaparabrisas luchaban contra el torrente, pero los recuerdos de otro día tormentoso invadían su mente. El accidente. El miedo de perder a Clear lo había consumido entonces, y ahora, la misma ansiedad lo atenazaba mientras observaba a Evans, inconsciente y febril, desplomado en el asiento trasero.En su sueño febril, Evans volvió a los inicios de su carrera, al momento en que todo comenzó: el caso de la Luna Roja.Oficina Central, seis años atrásEl entusiasmo de Evans era palpable la primera vez que pisó la Oficina Central. Recién recomendado por el misterioso Señor A, se presentó a una entrevista que marcaría el inicio de su viaje hacia lo desconocido.—¿Por cuánto tiempo trabajó como asistente? —preguntó el entrevistador, un hombre de mirada penetrante y tono autorit
La ausencia de Sanathiel había dejado a la comunidad de los trece tambaleándose en un frágil equilibrio. Los líderes competían por llenar el vacío, cada uno buscando consolidar su poder mientras las alianzas se rompían en silencio. Lionel, siempre calculador, vio en este caos una oportunidad dorada. Para él, no se trataba solo de reclamar la posición de Sanathiel; quería superarlo, humillarlo y, si era necesario, destruirlo.Su ascenso estuvo plagado de manipulaciones. Durante su breve compromiso con la hija menor de los Ghali, utilizó las conexiones políticas para infiltrarse en el bajo mundo. Pero su jugada más peligrosa fue involucrarse con Skiller Snova, un acuerdo oscuro que solo Noah conocía y que se mantenía en las sombras por una frágil confianza.Mientras tanto, Noah, arrastrado por el peso de sus errores, decidió regresar a la Casa Verona en busca de Kerens, el desterrado. No era solo una búsqueda de redención, sino una súplica desesperada por relevancia en un mundo que pare
La noche se extendía como un manto infinito, con la carretera desierta serpenteando bajo un cielo que parecía demasiado oscuro incluso para las estrellas. Solo el murmullo del viento, mezclado con el eco de los disparos recientes, rompía el silencio. El aire estaba impregnado de un frío helado que calaba hasta los huesos, como si la misma naturaleza se hubiera detenido para observar el desenlace de los eventos.Dentro del coche, el motor rugía mientras Aisha conducía a toda velocidad. Su mirada estaba fija en el camino, pero su mente era un torbellino de emociones. Skiller, sentado a su lado, sostenía una bolsa de sangre, bebiendo con un gesto de indiferencia que contrastaba con la tensión palpable en el ambiente.—¿Cómo supiste que estaba aquí? —preguntó él, rompiendo el silencio.—Elbanius me lo dijo, —respondió Aisha, sin apartar la vista del camino. Su tono era distante, pero en sus ojos brillaba una mezcla de preocupación y culpa.El coche finalmente se detuvo en un lugar apartad
El despertar de Rasen fue como emerger de un abismo infinito. Su cuerpo, aún agotado, parecía cargado con una energía extraña y pulsante que lo hacía sentir pesado, casi inmóvil. Su respiración era errática, y un dolor desconocido invadía su pecho. Cuando posó una mano sobre él, lo sintió: un latido ajeno, inhumano, como si su cuerpo hubiese aceptado un huésped que nunca pidió.Bajo su piel, las cadenas comenzaron a moverse, lentas, sinuosas, como si cobraran vida propia. La sensación de poder y vacío coexistía en su interior, confundiendo sus pensamientos.En su bolsillo, los fragmentos de una fotografía se apretaban bajo sus dedos temblorosos. Era una reliquia de lo que alguna vez fue: su padre y Evans, juntos en un tiempo que ahora parecía un eco distante.Una voz interrumpió el silencio, burlona y cargada de desprecio:—Mírate… el poseedor del segundo corazón. Pero no eres nada especial, aunque el Desterrado piense lo contrario.Desde las sombras, Noah emergió con una sonrisa torc
Aisha viajaba en la parte trasera de una camioneta grisácea. Sus heridas aún estaban expuestas, y cada movimiento del vehículo la hacía gemir de dolor. El aire estaba cargado con el olor metálico de su sangre. La fiebre la consumía, y su conciencia oscilaba entre la realidad y el delirio.Al volante, Skiller luchaba contra sus instintos vampíricos. Sus ojos brillaban con un hambre voraz, y sus manos temblaban mientras sujetaba con fuerza el volante.—Ese humano... es un bastardo —espetó, tomando un desinfectante de la guantera. Sin cuidado alguno, comenzó a limpiar la herida de Aisha, arrancándole un jadeo de dolor.—No dañes a Rasen… —murmuró ella con la voz entrecortada.La fiebre le trajo visiones del lobo blanco. La voz de Sanathiel resonaba en su mente como un eco inescapable:—Vendrás a mí, lo verás, mi compañera destinada, la elegida.Cuando finalmente despertó, vio a Skiller observándola mientras cosía su herida con una precisión sorprendente, aunque sus manos temblorosas reve
Rasen llevaba semanas en aislamiento, encerrado en su propia oscuridad. Era una guerra constante contra los demonios que lo desgarraban desde dentro. La presencia de Sariel era como un corazón extraño latiendo dentro de él, un segundo ritmo que marcaba un hambre y una desesperación que amenazaban con consumirlo por completo.En la entrada de la habitación de Rasen:Lionel estaba de pie, firme como un guardián.—Si entras ahora, Cristal, no puedo prometerte que saldrás con vida —advirtió, sus ojos reflejando un leve toque de preocupación que rara vez mostraba.Cristal lo miró, decidida, con el ceño fruncido y los puños apretados.—No me importa. Él me necesita, Lionel. Si esto significa arriesgar mi vida, lo haré.—Tu terquedad va a matarte algún día. —Lionel suspiró, cediendo mientras apartaba la mirada hacia la puerta cerrada. Había algo en su expresión que rozaba la culpa—. Pero si pierdes el control ahí dentro, ni siquiera yo podré salvarte.En la habitación de Rasen:Dentro, Rasen
La lluvia caía con fuerza, arrastrando consigo el olor a tierra mojada y el eco de un silencio cargado de tensiones no dichas. En medio de la penumbra, Aisha sentía cómo el frío se colaba por su piel, aunque el verdadero escalofrío provenía de la figura que se alzaba frente a ella.Rasen se inclinó hacia ella, sus ojos oscuros y vacíos clavándose en los suyos como un abismo imposible de evitar. Su aliento frío rozó su oído, y su voz cargada de resentimiento rompió el aire.—No quiero tu lealtad ni tus disculpas, Aisha —murmuró, con una sonrisa torcida que no alcanzaba sus ojos—. Quiero ser tu todo… y cuando lo seas, te romperé.Aisha tragó saliva, incapaz de apartar la mirada de él. Su corazón latía con fuerza, un tamborileo frenético que resonaba en sus oídos. En su interior, una maraña de emociones se debatía entre la culpa, el miedo y algo que no podía nombrar, pero que la retenía, incapaz de dar un paso atrás."Desde el momento en que lo conocí, traté de protegerlo," pensó mientra