El viento helado cruzaba las ruinas de una casa olvidada, acariciando las grietas en las paredes como un recordatorio del tiempo que había pasado. Ocho años. Ocho largos años desde que Varek había pisado aquel lugar que una vez llamó refugio. Ahora, no era más que un mausoleo de recuerdos rotos y promesas incumplidas.Cada paso que daba resonaba en el silencio, acompañado por el crujir del suelo bajo sus botas. La presencia de Aisha llenaba el aire, vivo pero frágil, como una chispa que se niega a extinguirse. Al llegar a la puerta entreabierta, Varek se detuvo. Sus dedos rozaron el marco frío y desgastado, y su mente lo arrastró sin piedad hacia el pasado.Pasado: Promesas rotasLa luz dorada del crepúsculo envolvía la habitación en sombras cálidas y melancólicas.La luz crepuscular teñía la sala de tonos dorados y sombríos. Aisha estaba allí, de pie frente a la ventana, su silueta delineada contra el horizonte agonizante. Aunque su postura era firme, sus hombros traicionaban el peso
La luna roja ascendía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo con un carmesí inquietante. Su resplandor bañaba la tierra como un manto de sangre, cargado de una energía antigua y ominosa. El aire era denso, como si el mundo estuviera reteniendo el aliento ante lo inevitable. Aisha lo sentía, tan real como el latido en su pecho: algo estaba cambiando.El Colegio y SanathielLos pasillos del colegio estaban decorados para la festividad de la "Noche Roja", pero había algo perturbador en las luces titilantes y los adornos de papel rojo oscuro que oscilaban con el viento. Eran casi burlones, como si alguien estuviera celebrando la llegada de un desastre.Aisha caminaba rápidamente, ignorando las conversaciones y risas de los estudiantes. La opresión en su pecho crecía con cada paso, una sombra invisible que parecía acercarse a ella. Al doblar un pasillo, la figura inconfundible de Sanathiel Rodrigo se destacó. Él estaba apoyado contra la pared, su postura relajada contrastaba con la t
La noche descendía con una intensidad que parecía cargar el aire de presagios. La luna roja, grande y dominante, ascendía sobre el horizonte como un ojo que todo lo ve, bañando el internado en un resplandor carmesí. Cada rincón parecía respirar peligro.Aisha cruzó la valla del internado con movimientos rápidos, evitando las miradas curiosas. Su mente giraba en torno al amuleto que Falco le había entregado. Había intentado buscar respuestas, pero lo único que había encontrado era frustración y un vacío que parecía apretar su pecho con cada paso que daba.Se dirigió al área abandonada de los baños, esperando encontrar alguna pista oculta entre las sombras. Pero el silencio del lugar la envolvía, y las respuestas parecían estar fuera de su alcance.—¿Buscas algo, chica de ojos bonitos? —preguntó una voz conocida detrás de ella.Aisha se giró rápidamente para encontrarse con Sanathiel Rodrigo, apoyado contra una banca de cemento con su típica expresión despreocupada. Sus ojos dorados bri
Flashback II: La amenaza del padreLa voz de mi padre, Darian, era implacable, cortante como una hoja recién afilada. Sus palabras no eran advertencias, sino órdenes disfrazadas de opciones. Frente a mí, en la mesa de su despacho, yacían las fotografías de mis compañeros, cada una una amenaza silenciosa.—Si no tomas la misión de la Luna Roja, enviaré a uno de ellos en tu lugar, —dijo sin mirarme, con esa frialdad que siempre lograba encender mi furia.El peso de su amenaza se hundió en mi pecho. Las imágenes eran demasiado familiares: amigos que habían confiado en mí, rostros que no merecían pagar por mis decisiones.—Lo haré, —dije finalmente, con un tono cargado de amargura mientras apretaba los puños—. Pero usar a otros como moneda de cambio… Qué bajo has caído, padre. Sabes que soy tu obra máxima, Doctor Darían.Darian esbozó una sonrisa tenue, satisfecho con mi respuesta. No necesitó palabras para demostrar que había ganado otra vez.Esa noche no pude dormir. Mi mente, atormenta
El aire estaba cargado de tensión mientras la luna roja bañaba el escenario con su luz carmesí. La figura de Sanathiel, bajo el disfraz de Stefan, avanzó hacia Aisha con una calma inquietante. Su respiración era medida, cada paso resonaba como una sentencia.Con un movimiento ágil, tomó su brazo y la obligó a mirarlo. Sus ojos, brillando con un dorado sobrenatural, parecían penetrar su alma. Sin previo aviso, Sanathiel inclinó su cabeza hacia el cuello de Aisha y dejó su marca.El grito de Aisha rompió la quietud de la noche, una mezcla de dolor físico y algo más profundo, algo que no podía explicar pero que sentía en cada fibra de su ser. La marca del lobo. Era un vínculo invisible que la ataba a él de una manera irrefutable.—Ahora todos sabrán a quién perteneces, —murmuró Sanathiel, su voz grave y cargada de satisfacción. Soltó su brazo, y ella retrocedió tambaleándose, llevándose una mano al cuello.Apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento cuando Varek emergió de entre las sombr
Presente:Sanathiel, herido tanto física como emocionalmente tras su enfrentamiento con Rasen, logró arrastrarse hasta su casa oculta. Cada paso era un recordatorio punzante de su derrota. Al llegar a su habitación, se desplomó sobre la cama, jadeando mientras la rabia latía en su pecho.—¡Esto apesta! —gruñó entre dientes, buscando un frasco de antibióticos.Con manos temblorosas, preparó una inyección y mordió un trozo de cuerina para no gritar mientras extraía el vidrio incrustado en su cuerpo. Sus labios temblaban de agotamiento, pero no podía permitirse flaquear.—Rasen, esto no ha terminado, —susurró, su voz cargada de odio.Días después, ya recuperado, de pie frente al espejo, con el torso desnudo, examinaba las marcas que quedaban en su piel. Apretó los puños, sus garras emergieron, y con un golpe brutal destrozó el espejo.—Te haré clamar mi nombre, Rasen. ¡Te retorcerás de dolor antes de morir! —gruñó con rabia.Completamente recuperado, revisaba las habitaciones vacías de s
La habitación blanca era un refugio de simplicidad, bañada por la luz matutina que se filtraba a través de las amplias ventanas. Sin embargo, para Evans, el ambiente sereno contrastaba con la tormenta que rugía en su interior mientras vigilaba el cuerpo inmóvil de su hermano menor. Rasen llevaba días sumido en un trance, y aunque su pecho subía y bajaba lentamente, parecía más un espectro que un hombre vivo.Evans, sentado al borde de la cama, reflexionaba en silencio. Las palabras de Lionel resonaban en su mente como un eco persistente:“Eres un ingrato, Evans. Sin Rasen, habrías muerto.”Afuera, Cristal manejaba la situación con su acostumbrada eficiencia, quemando periódicos que acusaban a Evans de traidor y tratando de protegerlo de la condena pública. Aunque Evans fingía no saberlo, sentía el peso de la deuda hacia ella y su hermano.Cuando Rasen finalmente despertó, sus ojos brillaron con una intensidad renovada.—¿Dónde está ella? —preguntó con voz áspera.Evans, creyendo enten
Ser el hermano mayor conlleva responsabilidades que creía enterradas con el paso del tiempo. Adoptado desde pequeño y criado en tierras extranjeras, pensé que podría olvidar mi pasado, incluso a Rasen. Pero los años pasaron y, a pesar de mis intentos, nunca pude dejar atrás el lazo que nos unía. Completé tres años de servicio militar, convencido de que la disciplina me liberaría de esa carga emocional. Sin embargo, tan pronto obtuve mi independencia, comencé a buscar información sobre él.Cada semana recibía fotos e informes. Rasen aparecía en ellas feliz, viviendo una vida ordinaria, alejado de todo lo que nos había marcado. Al verlo así, sentía alivio, aunque el peso de nuestras diferencias seguía latiendo en mi pecho. Guardaba una foto de nuestra familia en mi billetera, un recordatorio constante de lo que habíamos perdido y de lo que yo debía proteger, incluso desde la distancia.Pero el destino no me permitió mantener esa tranquilidad por mucho tiempo. El caso de la Luna Roja, un