El Black Hawk se mueve bruscamente con las ráfagas de viento. La lluvia dificulta la visión, pero los relámpagos permiten ver con cada resplandor, partes de una pequeña isla sobre la que están descendiendo.
—¡Estamos aterrizando en medio de la nada! —grita Ignacio. Nadie responde. Carol, con lentes de visión nocturna, es la única que puede ver un grupo de luces que brillan en el espectro infrarrojo sobre una explanada. Con gran maestría maniobra el helicóptero hasta que toca tierra. Activa su micrófono y se comunica con el grupo en inglés.
—Buenas noches a todos. Siendo las 4:28 de la madrugada, hemos llegado a nuestro destino. Hacen tres grados y tenemos algo de lluvia. Si usted tiene alguna queja, métasela por el culo. Gracias por viajar con nosotros.
Ignacio se asoma por la ventanilla lateral. Dos hileras de pequeñas luces led naranja se enciende
—Señora presidenta. Uno de los líderes del grupo de los Liberadores, Daniel Trunk, ha hecho un llamado a la desobediencia civil en Florida. Los pocos miembros de la policía que quedan en la zona están colapsados. Hemos enviado a la Guardia Nacional para apoyarles, pero descubrimos que muchos de sus miembros son leales a Trunk y se han unido a sus filas —dice Harry Bennet.—¿Me dices que hemos perdido Miami? —pregunta la presidenta Castillo enfadada.—Estamos desplegando soldados del 75º Regimiento Ranger para recuperar el control, pero hay muchos civiles armados que no quieren aceptar las medidas de confinamiento y se han tomado la ciudad por la fuerza. Lo mismo está ocurriendo en varias ciudades del Este y el centro.Los altos mandos del gobierno de los Estados Unidos están reunidos en la sala de crisis de la Casa Blanca. La adrenalina flota en el aire. Todos parecen perdidos en sus laptop, alterados y sin respuestas, excepto Alexander Wood, secretario de defensa, que se mantiene con
Jessica acaba de despertar. Se siente desorientada. Mira a su alrededor buscando algo que le indique su ubicación, pero lo único que encuentra es una pantalla sobre su cabeza mostrando sus signos vitales. La habitación de cristal está completamente opaca. Busca algún timbre para llamar a alguien. Pero no hay ningún tipo de cable. Es todo muy limpio, silencioso y sin más elementos que la cama y la pantalla.—¿¡Hola?!Se levanta de la cama. El monitor cardíaco deja de funcionar al igual que el resto de las señales en la pantalla. Camina descalza hacia la puerta.—¿¡Hola?! —repite golpeando. No se escucha ningún sonido desde el exterior. Al no haber respuesta, da media vuelta y se sienta en la cama. Los signos vitales aparecen nuevamente en la pantalla. Jessica la observa sorprendida. En eso la puerta se abre.—¿Cómo estuvo la
Media hora más tarde el sol comienza a salir por el Este, iluminando el interior del Black Hawk que vuela sin rumbo.—¿A dónde vamos? —pregunta Carol, piloteando el helicóptero hacia el continente. Charly mira a Jason, que a su vez mira a Ignacio.—¿Por qué me miras? No tengo idea a donde ir. —Ignacio observa a Jessica que parece estar en shock, mirando por la ventanilla a su derecha, con la vista perdida en el horizonte.—No tengo combustible para volar todo el día —dice Carol.—¿Cómo podemos detener a Rea? —le pregunta Jason a Charly, el experto en electrónica e informática del grupo.—Necesito saber primero cómo es que Rea se comunica con el pasado.—Lo hace a través de un servidor cuántico ubicado en el CERN, en Suiza. Desde ahí accede a internet y al resto del mundo —r
Los trabajadores de la gasolinera que se encuentran cerca de la playa, observan como el helicóptero Black Hawk aterriza muy cerca de ellos, esparciendo arena por todo el lugar. El primero en descender es Joe, con su fusil de asalto colgando del hombro. Toma una posición táctica observando atentamente el entorno en busca de amenazas, mientras desciende el resto. Lo siguen Jason e Ignacio, que ayuda a bajar a Jessica. Una vez que todos han descendido, comienzan a avanzar. Todo se ve tranquilo. Caminan hasta los trabajadores de la gasolinera que les miran con la boca abierta bajo las mascarillas. Carol se acerca a uno de ellos.—Llénelo por favor.—Es que… ¿Se refiere al helicóptero? —pregunta el trabajador asustado.—Es broma —dice Carol riendo y dándole una palmada en la espalda que casi lanza de bruces al hombre—. ¿Las cámaras de la gasolinera funcionan? &md
En la sala no hay cámaras. Por razones de seguridad, normalmente los consejeros y la presidenta de los Estados Unidos tienen prohibido ingresar a la sala de crisis de la Casa Blanca con sus teléfonos celulares y laptops. Esto se debe a que estos dispositivos podrían ser vulnerables a piratería y ser utilizados para espiar o comprometer la seguridad de la sala de crisis. Sin embargo, existen excepciones en casos específicos en los que se permite el uso de dispositivos electrónicos, siempre y cuando estén debidamente protegidos y autorizados por el personal de seguridad. Esto se hace para permitir la comunicación segura y la toma de decisiones en situaciones de emergencia o crisis.Ron Klaim, Jefe de Gabinete de la Casa Blanca; Alexander Wood, secretario de defensa; Harry Bennet, Secretario de Seguridad Nacional; Antony Garland, director de inteligencia nacional y la presidenta Anna Castillo tienen sus laptops sobre la mesa. Las únicas cámaras por donde podrían estar espiando a los cons
Ignacio presiona el botón “Login”, pero no ocurre nada. El cursor parpadea al final de los asteriscos en el campo “Password”. Enciende un sistema de audio de cinco parlantes con sonido envolvente y acerca un micrófono de mesa.—Tiene buen audio el viejito. Quizás es youtuber —dice Ignacio, intentando levantar el ánimo de Jessica. Ella responde con una falsa sonrisa. El joven espera unos segundos y hace clic nuevamente sobre el botón “Login”. Esta vez la pantalla cambia y aparece un paisaje nocturno, iluminado por un gigantesco planeta similar a Júpiter, que ocupa gran parte del cielo nocturno y refleja luz sobre el ambiente. Un largo puente colgante de madera se extiende frente a él, cruzando un acantilado que tiene cientos de metros de profundidad. Al fondo, el mar se agita con furia. Pequeñas velas cuelgan cada diez metros por los costados del puente, hasta llegar a un gr
Jessica activa el micrófono:—Estamos conscientes de lo que serás capaz de hacer. Y creemos que harás de nuestro mundo un mejor lugar.Jason mira al techo notoriamente nervioso. El Ermitaño comienza a desplazarse alrededor del avatar haciendo un círculo:—¿Puedo confiar en ti y en tus amigos?—Soy una persona de palabra. Te lo juro por Dios —responde Jessica.—Tu Dios no me da confianza, pero tu palabra sí.—¿Entonces tenemos un trato?—Si me fallan, no tendré piedad con ustedes. Les ayudaré a salvar su distopía, para convertirlo en la utopía que siempre debió ser —dice el Ermitaño.—¡Yes! —exclama Ignacio en voz baja, subiendo y bajando el puño. Luego silencia el micrófono—. Eres una genio —le dice a Jessica besándola en la mejilla.
Ignacio está de pie sobre una colina, mirando una ciudad destruida desde una perspectiva en primera persona. Enormes columnas de humo negro se levantan desde las ruinas hacia un cielo de nubes rojizas. El viento sopla con fuerza. La colina parece estar en el centro de la ciudad. Hacia la izquierda se ve un río de aguas negras que se mueven lentamente, adentrándose entre más ruinas. Hacia la derecha…—¿Quién es ella? —pregunta Jessica.Sin responder, Ignacio se acerca lentamente a la mujer que le da la espalda, mirando la destrucción frente a ella. «¡Es la mujer del cuadro!».—¿Hola? —La mujer no responde