Armando. La cabeza me duele de tanto que he estado tirando de mi cabello en estos días, no puedo comer, no puedo dormir, en este tiempo mi negocio ha empezado a tener ligeros colapsos, me avergüenza y molesta tener que admitir que esto no es culpa del maldito de Bardi, sino mía, no puedo concentrarme, solo puedo pensar en ella, mi Renata... la idea de que esté siendo tocada por otro hombre me enferma más que nada; golpes ella puede con ellos, castigos iguales, puede con ello, no sería su primera vez, pero estar con otro... joder ella es mía, solo mía. Lleno de molestia tiro el plato de comida que estaba frente a mí, el estruendo de la porcelana al romperse en varios pedazos llena el angustiante silencio que reina en la casa, la ausencia de Renata es notoria, no escucho sus quejidos contantes de que algo le molesta o no le parece, una de las empleadas entra para limpiar el desastre que acabo de causar, para ser más exacto la mujer con la que me encontró Renata en mi despacho, no he v
Stefan. Los gritos de Armando me causan una satisfacción que no tengo las palabras correctas para describirlo ¿emoción? ¿Orgullo? No tengo idea, pero ver que eres el causante del delirio y dolor de tu peor enemigo es glorioso sin duda, Renata tenía razón, el estado en que se encuentra está a poco de llegar a la locura, es fantástico, podría pasarme horas viéndolo desmoronarse, pero como todo lo bueno tiene un final llegó el momento de finalizar esta llamada. — Vuelve hacer una estupidez y para la otra te mando un video del proceso... Vuelve a gritar sin control, con la voz un poco ronca ya, termino la llamada con una sonrisa y ahora mi atención total está en la mujer que yace quieta bajo mi mano, mis dedos aún están sobre la suave piel de su espalda llena de hematomas falsos, excepto por los que tiene en el hombro ya más tenue, aparto mi mano tragando saliva ante el cosquilleo que su piel empieza a crear en mi mano y recorre todo mi cuerpo. — Te dije que se iba a volver loco, jamá
Renata. A penas y pude lograr dormir unas dos horas, mi insomnio me está comenzando a preocupar, necesito pastillas para dormir, pero claramente no le pediré nada a Stefan no estoy en posiciones de pedir nada aquí, me levanto y me dispongo a buscar Stefan, para que me dé alguna tarea o algo para hacer, no me gusta estar de inútil, siento que necesito ganarme la comida y el techo que me está brindado, y el que no me haya matado también. Voy directo a su oficina la casa esta tan silenciosa sin los pequeños aquí, estoy a poco de llegar, la puerta, se encuentra abierta así que quiero suponer que no se encuentra ocupado, de repente un sonido me paraliza. "Adiós papi". Corro en dirección a la puerta, el camino me parece tan largo y siento que la velocidad de mis piernas no es suficiente, entro sin prestar atención a lo que ellos dicen, noto como miran con confusión la muñeca y después abren mucho los ojos al verme entrar, gritando y corriendo a ellos, lo único que tiene mi total atención
Stefan. Mis manos están manchadas de sangre, Renata recibió un impacto de bala en el costado, intento detener la hemorragia, pero el movimiento del auto me está dificultando la tarea, el asiento de piel blanco está manchado de lagunas carmesí, en mis ojos no hay más que desesperación y angustia absoluta, me transporto de vuelta al atentado de anoche, la chica herida, solo que esta vez mi temor de aquella noche se hizo realidad, es Renata quién se muere bajo mis manos, está perdiendo mucha sangre maldita sea. Alessandro va en el asiento del copiloto llamando a nuestro médico de confianza, el chofer maneja de manera impecable, pero la velocidad es insuficiente, tengo el corazón palpitándome en la garganta y oídos, jamás había sentido esta ansiedad por estar a punto de perder a alguien. Tengo la mirada fija en mis manos manchadas, que desearía que por primera vez estas manos no fueran buenas para matar, sino para sanar, de pronto unas manos más pequeñas se posan sobre las mías, levanto
Armando. De pronto todo se puso en blanco y negro, la temperatura del lugar bajo a varios grados bajo cero y mi pecho... al respirar duele y se me dificulta de una manera jamás experimentada. Eso no es cierto, debe de estar intentando jugarme una broma. En cuanto los de inteligencia descubrieron en donde se escondía Bardi mandé una bomba y esperamos fuera, si bien eso no lo mataba tendrían que salir huyendo como cucarachas de su escondite y tuve razón, al poco tiempo todo mundo comenzó a movilizarse, pero no quería que nadie disparara para tomarlos por sorpresa; cuando lo miré salir de la casa jalonando a mi mujer, quién desesperadamente trataba de librarse de su agarre sentí la sangre hervir. Ya lo tenía en la mira, yo quería matarlo, Renata se alejaba un poco de él y justamente en el momento que yo apreté el gatillo, él jaló el cuerpo de ella junto a él nuevamente, como si supiera lo que se avecinaba, usándola de escudo... la garganta se me cierra y el ardor en los ojos se inten
Renata. Abro los ojos con pesar, sintiendo los parpados sumamente pesados... esta sensación me parece bastante familiar, ah, sí, en la cárcel cuándo me apuñalaron. Esto se debe de tratar de una mala broma del destino, una puñalada, un balazo en la misma zona y sorprendentemente sigo viva... tengo más vidas que un gato. Me siento molesta, incómoda, no puedo creer que Stefan hubiera permitido que me salvaran, tenía su venganza en charola de plata, no iba a tener problemas con su madre, puesto que él no me hizo nada, solo tenía que quitar sus manos y dejar la sangre fluir... que decepción. — Pareces molesta... - la voz de Stefan irrumpe en el lugar, no he mirado en dónde estoy, solo tengo la mirada fija en el techo color crema y el abanico del techo que gira con lentitud. — ¿Por qué no me dejaste morir? Hubiera sido más fácil, además era lo que quería y lo sabías. - la habitación se llena de un completo silencio, solo el sonido del ventilador y el de nuestras respiraciones tranquilas
Han pasado 3 días y el destino parece estar de mi lado por ahora, no he mirado a Stefan ni a Alessandro por aquí, me ha tocado comer sola estos días, por más que intenté ayudar a las empleadas con la limpieza o algo se negaron rotundamente, tenían órdenes de atenderme y tratarme como una invitada muy importante, el segundo día dejé de insistir, ya que me di cuenta de que no las iba a convencer y que comenzaban a ponerse nerviosas, no quería meterlas en problemas, así que simplemente me hice a un lado. Me la he pasado la mayor parte del tiempo fuera en el jardín, si bien es un lugar bellísimo y la vista es espectacular me parece un lugar menos entrañable; cuando me marche de aquí podre ir a un parque y sería el mismo pasto y árboles verdes, pero sé que no puedo acostumbrarme al interior de esta mansión, "no debo desarrollar apego a nada ni a nadie" me repito en la cabeza una y otra vez la frase que mi terapeuta me repetía una y otra vez. — Hola... hola... porque tan solita chica man
Stefan. No encuentro al tarado de Alessandro por ningún lado, no tengo idea de dónde se metió, estuvimos un poco ocupados estos días perfeccionando la seguridad y tratando de espiar a Armando, estamos en guerra no hay tiempo para bajar la guardia, la paz regresará cuando uno de los dos caiga y ese no seré yo. Además de que estaba viendo eso para realizarle documentos falsos a Renata y buscar un lugar que este fuera del territorio de Armando para que ella no corra peligro. Voy por uno de los pasillos que da al comedor cuando de pronto escucho una risa femenina que me calienta el pecho y me causa un escalofrío, volteo en dirección a donde vino el sonido y veo ahí al tarado que había estado buscando sentado en una banca abrazando a Renata. Cierro los ojos y cuento hasta tres, tratando de ignorar la molestia que me está creciendo en el pecho, puedo decir que es muy diferente a cualquier otra que había experimentado antes, es un tipo de enojo... distinto.Avanzo a donde se encuentran,