Samael se quedó callado y observando todo a su alrededor, la mujer que causó tantos destrozos, calumnias, traiciones y asesinatos; ahora se encontraba rumbo a la prisión. Abaddon por su parte se acercó al patriarca para conocer lo que ahora debía llevar a cabo, porque todo parecía indicar que los secretos entre la familia Ríos no acababan y, ¡ese secreto que Samael se llevaría a la tumba en conjunto con el equipo! Era la parte importante ahora que Rosario estaba comenzando a desaparecer de sus caminos.

Abaddon estrecho la mano del patriarca y le preguntó. —¿Qué piensas hacer ahora? Marlene esta ilusionada y seguramente no nos quitaremos a Melquiades de encima. ¡Eso sin contar que Rosario se llevó esta grande impresión!

El patriarca sonrió levemente y mencionó con tranquilidad. —No debemos preocuparnos por Rosario y su perro, sinceramente me preocupa Marlene. Sin embargo, considero que ella nunca debe saber la verdad y continuar con nuestras vidas. ¡Le daré la vida que siempre mereció