Michelle guardó silencio mientras observaba la cabaña unos metros más allá. El lugar pertenecía a una pareja y podías encontrar muchas otras cabañas más pequeñas si seguías por el sendero que estaba a su derecha. En ellas se albergaban a visitantes todos los días del año.Había pasado un tiempo desde la última vez que visitó el lugar, pero todo se sentía igual. Aquel sitio había convertido en el favorito de Aurora desde que Salvatore y él la llevaron durante un fin de semana para celebrar sus cumpleaños.—¿Estás bien? Si no te gusta, podemos irnos. —Laila se escuchaba bastante insegura.Sonrió y se giró a verla.—Claro que me gusta. —No estaba segura si querrías venir, pero luego de nuestra conversación sobre Aurora, me di cuenta que no tuviste tiempo para llorar su pérdida. Estabas demasiado ocupado cuidando de los tuyos. Y pensé que quizás necesitabas pasar algo de tiempo en un lugar que te hiciera sentir cerca de ella. —Laila hablaba a toda velocidad casi sin respirar—. Así que
Laila recorrió con la mirada la oficina en la que se encontraba. Era demasiado… seria. Los colores predominantes eran el marrón —presente en todos los muebles de madera pulida— y el blanco. Era muy parecida al de su padre, solo que sin las fotos familiares o las manualidades de niños.La oficina era un claro reflejo de su dueño. Bruno Mancini era un hombre intimidante con una mirada que parecía ocultar demasiados secretos. No estaba segura como Michelle podía tener algún tipo de conexión con un hombre como él. Era difícil ver que podrían tener en común.—¿Así que es ella? —preguntó el hombre evaluándola con la mirada. Se abstuvo de removerse en su lugar. Era como estar sentada frente a su padre después de haber hecho una travesura. Solo que no conocía a Bruno, ni lo que podía esperar de él.—Siempre tan animado —comentó Michelle. Estaba sentado a su lado luciendo por completo relajado. Bruno sacudió la cabeza.—Recuérdame porque aún nos mantenemos en contacto.—Ya sabes, no puedes
Michelle escuchó sin interrumpir mientras Laila le contaba a su familia sobre su reciente trabajo. Se dio cuenta que ella había evitado mencionar que conocía a Franco de antes o la relación que habían tenido, pero no intervino. Incluso si quería que le dieran una paliza al imbécil de Franco, no era su historia para contar.—Es por eso que estabas interesado en él —le dijo Fabrizio era obvio que no se trataba de una pregunta. Michelle asintió.—Necesitaba tomar mis precauciones para mantener a Laila a salvo.—¿Qué es lo que quieres hacer? —le preguntó Alessandro a su hija.—Primero necesito comprobar la veracidad de la información que obtuve, eso no tomará mucho tiempo. Después quiero sacarlo a la luz.Alessandro asintió.—Si es lo que tienes que hacer, hazlo.Los hermanos de Laila asintieron de acuerdo.Michelle comenzaba a comprender que era lo que suponía tener el apoyo incondicional de tus padres.—Esto podría ponerlos en riesgo —explicó Laila.—Estamos al tanto —dijo Alessandro—.
Laila llamó a la puerta del despacho de su jefe.—Adelante.Inhaló profundo y entró. Su jefe estaba al teléfono y sobre su escritorio estaba el borrador del artículo que le había entregado una hora atrás. La noche anterior, dos días después de recibir la información por parte de Bruno, lo había terminado de escribir.—Te devolveré la llamada por la tarde para confirmarte —dijo su jefe a la persona con la que estaba hablando, luego colocó su celular sobre la mesa y levantó el documento.Era difícil saber lo que pasaba por su mente. En su expresión no se reflejaba ninguna emoción y por un instante temió que Angelo se negara a publicar su artículo.—¿Comprobaste todo? No necesitamos enfrentar cargos por difamación.Sus palabras le dieron esperanza.—Sí, señor. Como puede ver en las copias que adjunté, tengo pruebas de todo lo que escribí.Una sonrisa ladina se extendió por el rostro de su jefe.—Nunca me decepcionas.Laila se tomó un tiempo para procesar el significado de sus palabras.—
Michelle se abstuvo se soltar una carcajada al ver a los hermanos de Laila flanqueándolos. No se sorprendió cuando, tan pronto les habló de la fiesta, dijeron que los acompañarían. Ambos eran bastante protectores con su hermana menor.—¿Si quiera tienen una invitación? —preguntó curioso mientras se dirigían a la puerta del Singer Palace Hotel. —Sí, recibí la invitación hace un par de semanas. En otras circunstancias habría enviado a alguien en mi lugar. Cloe y yo preferimos quedarnos en casa.—Si estoy en la ciudad, suelo ser el remplazo —acotó Piero—. Nunca la cita de mi hermano. Seguro que nos divertiremos bailando.Fabrizio le lanzó una mirada de advertencia a su hermano que este fingió no ver.Entraron al vestíbulo y le dieron sus nombres a una mujer que estaba parada a un lado de la puerta. Ella les dio la bienvenida y los invitó a pasar.El salón estaba lleno de personas, todas ataviadas en atuendos elegantes perfectos para la ocasión. Michelle, al recordar su propia vestimenta
Michelle debió notar que algo la sucedía porque la recibió con un abrazo. Inhaló profundo dejando que su reciente encuentro con Nicol quedara en el olvido. Durante unos segundos el ruido y las personas alrededor suyo desaparecieron. Michelle era como una barrera entre ella y el resto del mundo.—¿Qué sucedió?—Me encontré con Nicol en el baño. Ella estaba fuera de sí y lanzó algunos gritos.Michelle la observó preocupado.—¿Te hizo daño?—No. —Sonrió para tranquilizarlo. No tenía sentido preocuparlo por nada.Michelle se inclinó y le dio un rápido beso en los labios.—Son demasiado tiernos, pero jamás me acostumbraré a eso. —El comentario de Piero le recordó que no estaban a solas.Sus hermanos estaban sentados en un par de taburetes. Piero tenía un vaso de alguna bebida en la mano.Se giró en brazos de Michelle quedando de espaldas a él. De inmediato Michelle envolvió los brazos en su cintura y apoyó el mentón sobre su hombro.—¿Entonces? ¿Ya nos piensas decir cómo es eso de que sali
Piero se sentó y tomó algunos pancakes del plato que estaba sobre la isla. Michelle se abstuvo de arrebatárselos. Se suponía que eran para Laila, pero había suficiente para todos. Había aumentado la cantidad tan pronto aparecieron frente a su puerta.—Está delicioso —alabó Piero y se llevó a la boca otro.Se cruzó de brazos y apoyó la cadera en la encimera.—No los esperaba tan temprano, pero sé porque están aquí a estas horas.—Solo nos aseguramos de que nada le suceda. Trajimos algunos hombres con nosotros para reforzar la seguridad de tu casa, se quedarán aquí hasta que todo esto pase.Asintió. Sabía que era lo mejor, nunca se podía ser demasiado precavido cuando te volvías en el blanco de algunos sujetos peligrosos. El artículo sobre Franco había salido a la luz por fin. Él lo había leído apenas se levantó y era claro que los hermanos de Laila también lo habían hecho.Franco era el menor de sus problemas. Al dejar al descubierto sus secretos, se había revelado también el nombre de
Laila dejó a un lado el libro que estaba leyendo al escuchar el sonido de su celular. Casi una semana había pasado desde que Franco había sido capturado. No había recibido muchas llamadas desde entonces. Con frecuencia eran sus padres para saber como estaba. Miró el identificador durante un tiempo, al darse cuenta que era un número desconocido. ¿Quién podría ser? Y lo más importante: ¿Sería seguro contestar? Su padre, hermanos y novio le habían dicho que Franco, o alguien relacionado a él, podría tratar de contactarla para lanzar amenazas, así que era mejor evitar las llamadas de alguien que no fuera parte de su familia. Dudó un instante y de último segundo decidió contestar. Si lo que oía no le gustaba, igual podía cortar la llamada. Del otro lado de la línea lo único que se podía escuchar era una respiración suave. —¿Con quién hablo? —preguntó. No recibió respuesta y empezó a temer lo peor. —Voy a colgar si no dices nada. —Laila, soy yo —dijo alguien cuando comenzaba a alejar